La foto

Hace algunas semanas, en esta misma página, alertaba sobre lo indeseable de politizar a los Ejércitos, así como de abusar del sentido de la disciplina de los uniformados. Estas reflexiones surgían de la utilización de los tres jefes de Estado Mayor (Tierra, Armada y Aire) como escudo político partidista, en un rifirrafe en el Senado, el pasado 8 de junio, sobre el contestado nuevo Reglamento de Honores Militares. Ahora, navegando por internet, el espectador se encuentra con algo todavía más áspero: la foto. Está colgada desde el 2 de julio pasado en la página del Ministerio de Defensa. Es una fotografía de «estudio» en la que la ministra y el JEMAD (que miran fijamente a la máquina), y los tres jefes de Estado Mayor (que evaden su mirada en el vacío) presentan a la cámara, a la manera como se promociona un nuevo detergente, sendos ejemplares del proyecto de ley orgánica de derechos y deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas. Texto que, ese mismo día, el Consejo de Ministros había aprobado remitir a las Cortes.

Ese documento gráfico o, mejor dicho, su publicación, no sería más que una anécdota, si no fuera por su entronque directo en el proceso de elaboración de la ley más espinosa y de mayor contenido político de cuantas puedan afectar a la institución militar. Como prueba de esa importancia, dos detalles: su carácter orgánico al incidir limitativamente en derechos fundamentales y libertades públicas de más de 130.000 ciudadanos (de uniforme); y la gigantesca demora en la aprobación del proyecto a pesar de que la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, de noviembre de 2005, prescribía que: «El Gobierno, en el plazo de tres meses, deberá remitir al Congreso de los Diputados un proyecto de ley reguladora de los derechos fundamentales de los militares…». Como certifica la fotografía, tal incumplido mandato no ha sido ejecutado hasta el mismo día de la foto. Al espectador no le resulta lógico que los que tildaron de incompetente (entre otras cosas feas) al Tribunal Constitucional por su tardanza en la sentencia sobre el «Estatut» (a resolver entre magistrados, cada uno «de su padre y de su madre»), no hayan movido ni una ceja ante los casi cinco años que un gobierno monocolor ha necesitado para acordar un proyecto de ley orgánica. Este doble rasero será, quizá, por aquello que, en 2002, decía el secretario general del PSOE, señor Rodríguez Zapatero, en el prólogo de la obra «De nuevo socialismo», de Jordi Sevilla: «En política no hay ideas lógicas».

La foto es una instantánea innecesariamente manipuladora. Innecesaria si se da por sentado que la ministra y los jefes de Estado Mayor se ven regularmente. Si lo que se pretendía era presumir de buena armonía entre la cúpula militar y la ministra, resultaría también redundante. Porque, como el valor, se supone tal avenencia entre el dedo que nombra y el designado. En todo caso, ¿qué mérito tendría esa concordancia entre una y otros cuando, por ley, existe una relación de subordinación de éstos con respecto a aquélla? ¿O es que resultaba necesario hacerse una foto juntos ahora para atajar potenciales rumores de discrepancias en el seno de la cúpula militar o de ésta con la política del Ministerio de Defensa? ¿Se pretendería, tal vez, visualizar una ovación de los jefes de Estado Mayor a la ministra por la aprobación por el Gobierno, finalmente, del proyecto de ley orgánica sobre los derechos y deberes de los militares? Podría ser, porque ello ratificaría la general sospecha: algunos, a pesar del tiempo que llevan en Defensa, no se han enterado todavía (¡Señor, qué cruz!) que en la milicia no se aplaude al superior, porque tampoco está permitido abuchearle.
La instantánea es asimismo algo manipuladora, porque difundiría un mensaje incierto: que los militares, en bloque, apoyan sin fisuras el texto del proyecto de ley orgánica aprobado por el Consejo de Ministros. Pero tal vez la mayor carga de profundidad no esté tanto en ese mensaje como en su inevitable destinatario principal: el Congreso de los Diputados, que es, en definitiva, a quien corresponde estudiar, analizar, debatir y finalmente aprobar en su caso, lo que sería la Ley Orgánica de Derechos y Deberes de los miembros de las Fuerzas Armadas. Y es que la foto, ya anexada al proyecto de ley, puede ser valorada como una presión colateral sobre el correspondiente debate parlamentario. La cosa tiene su miga porque, aunque fuese cierto el pleno acuerdo militar con el detalle de un proyecto de ley tan sensible, ello no debería haber sido tan prematuramente divulgado con una foto institucional. Aunque supuestamente se habrán dado acuerdos políticos previos, cualquier modificación de sustancia que el Parlamento quisiera soberanamente introducir en el texto, parecería una censura hacia las pretensiones militares. Es un escenario tan superfluo como ridículo. Por aquello de la precedencia del huevo o de la gallina, alguien podría incluso preguntarse quién es quién en la foto, en otros términos, si lo que se exhibe en ella es un pacto entre el Ejecutivo y la cúpula militar, de dudosa conveniencia política a estas alturas; es la imposición a la cúpula militar del juicio político de la ministra, con lo que el mensaje incluido en la imagen sería una patraña mayúscula; o, por último, es la imposición del criterio militar a la ministra. Paradójicamente, solo en este último caso la foto parecería un documento coherente, aunque intolerable.

La foto sintetiza, como pocas cosas, el mejor contenido de un ya largo bienio gráfico en lo que algunos llaman el «ministerio de las fotos». La permanente banalización de las cuestiones militares profundas nada tiene que ver con el rigor y la seriedad que merecen las Fuerzas Armadas como institución del Estado. Y esto viene sucediendo, curiosamente, en un tiempo particularmente complicado para el discurrir de la común empresa nacional. Aceptando el valor genérico del «tutto è política», que decía Gramsci, tal afirmación es matizable cuando se aplica a ciertos casos concretos. Uno de ellos es el militar. Porque la neutralidad política de las Fuerzas Armadas de la España del siglo XXI no es negociable. Es una preciosa y delicada condición «sine qua non», en tanto en cuanto aquéllas tengan atribuidas —que nadie lo olvide—, tanto en el artículo 8 de la Constitución como en el 15 de la Ley Orgánica de la Defensa Nacional, unas misiones muy concretas, así como que, para su cumplimiento bajo la dirección del Gobierno, sean depositarias de la gran fuerza legal de la Nación. La preservación y el fomento de ese requisito vital de neutralidad militar deben ser tenidos muy en cuenta especialmente por aquéllos que, por su elevado nivel de responsabilidad, están más obligados a hacerlo. El espectador se teme que el complejo panorama militar, en el contexto de la comprometida problemática española de hoy, no está siendo apreciado en toda su grave amplitud. Pero ¿qué necesidad había y quién demonios tuvo la ocurrencia de trivializar el tema colgando la dichosa imagen en la página de Defensa?

Pedro Pitarch