La fractura

1. Los fanáticos de las dos Españas, los que gozan con el morbo de un imaginario que ha hecho de la fractura una forma de identidad, estarán encantados con el resultado de las elecciones. Dos bloques frente a frente, un poco más altos de lo que eran hasta ahora, como resultado de una legislatura cargada de dureza.

Las elecciones han sido un fiel reflejo de lo ocurrido durante cuatro años. Una pelea a muerte que ha beneficiado al PSOE por el absoluto aislamiento del PP. La estrategia de la tensión ha servido a Rajoy para que los suyos le votaran como un solo hombre, pero no ha arrancado un voto fuera del espacio propio. Zapatero ha ganado porque, además de movilizar a los suyos, ha conseguido llevarse a su pugna con la derecha a otros votos de izquierda y de los nacionalismos periféricos. O sea, que el PP empieza la nueva legislatura tan solo como terminó la anterior.

El balance de la doctrina de la tensión establecida por Arriola a principios de los 90 es tan negativo que el PP deberá pensar en cambiar de ideólogo. La doctrina decía que en España la izquierda es mayoritaria y que la derecha sólo puede ganar creando un gran clima de tensión que desmoralice y desmovilice a un sector de la izquierda. Con este procedimiento han ganado una elección de cuatro (la del 96). Y la única vez que han ganado por mayoría absoluta (2000) fue, precisamente, su única en campaña en positivo.

2. Cataluña ha sido decisiva. Aunque bien es cierto que el resultado se puede leer también al revés: ¿cuántos votos le ha costado al PSOE en Madrid o en Andalucía el magnífico resultado de Cataluña? Después del caótico proceso de aprobación del nuevo Estatut, después de un referéndum bajo mínimos, después del derrumbe del Carmel, después de que Barcelona haya conocido un apagón monumental, después de que los trenes de cercanías hayan sido un lamentable circo, puede parecer incomprensible que el PSC haya arrasado en Cataluña, igualando el mejor resultado de su historia y sacando 18 escaños al PP y 15 a CiU. Se puede pensar que los ciudadanos discriminan y que saben que muchos de estos déficit venían de gobiernos anteriores tanto catalanes como españoles. Pero no es suficiente.

La aplastante victoria socialista en Cataluña sólo puede explicarse en el campo de lo que podríamos llamar lo ideológico-sentimental. Es indudablemente una victoria contra el PP. Y de ello no se ha recatado el PSC que ha montado dos tercios de su campaña sobre esta idea. El otro tercio era Zapatero. Y no me parece desdeñable el papel de Carme Chacón, su tono calmado y nada dramático puede haber calado entre muchos electores hartos de que los políticos creen más problemas de los que resuelven.

El PP representa en Cataluña la cara agresiva del nacionalismo español. Todos los problemas en los servicios que han sufrido los catalanes estos meses, quedan minimizados ante la sensación de que el PP utiliza a Cataluña para sacar votos en el resto de España y que con el PP en el Gobierno Cataluña sería arrinconada. El PSC, en cambio, ha conseguido que buena parte de la ciudadanía catalanista le reconozca como uno de los suyos. Dicho de otro modo, es el único partido que puede conseguir un número importante de votos tanto del 44 o 45% de catalanes que dicen sentirse sólo catalanes o más catalanes que españoles como del 41% que dice sentirse tan catalanes como españoles, e incluso del 13 o 14% que sólo se consideran españoles o más españoles que catalanes.

La inclinación del discurso nacionalista hacia el soberanismo, por la presión de Esquerra Republicana sobre CiU, ha beneficiado al PSC y ha hundido a los independentistas. El discurso de la independencia es de consumo interno. En la medida en que una mayoría independentista es imposible a medio plazo, su significación en unas elecciones españolas es mínima. Queda ahora por ver cómo afronta el tripartito la previsible crisis de Esquerra Republicana y la presión del PSOE y de CiU.

3. Los resultados de las elecciones, sin embargo, pueden inducir fácilmente a equívocos. Zapatero tiene una mayoría que le debería permitir gobernar más cómodamente que en la anterior legislatura. Creo que tiene una oportunidad de leer su victoria en Cataluña y en el País Vasco como una oferta de pacto de Estado por parte de los electores de estas dos comunidades. En una jornada en que el abrazo del sábado entre Maite Pagaza y Josu Jon Imaz adquiere un valor icónico, creo que a Zapatero se le abre la posibilidad de avanzar en acuerdos de calado con los nacionalismos periféricos. Y, concretamente, con el PNV, que después de los resultados de ayer debe inevitablemente contemplar de manera distinta los planes de Ibarretxe. Desde Cataluña y desde el País Vasco los electores piden soluciones, no enfrentamientos. ¿Se puede hacer esto sin costes en el resto de España? Este es el freno que Zapatero lleva puesto inevitablemente.

4. A medida que pasen los días, como es lógico, la sensación de victoria del PSOE aumentará y la de derrota del PP también. El ala dura, la que ha mandado a Rajoy a la pelea durante toda la legislatura anterior, se siente reforzada. Y la primera conclusión que sacan de sus resultados es que la estrategia era buena y que lo único que ha fallado ha sido el candidato. En cualquier caso, es indudable que perder dos veces consecutivas, viniendo de una mayoría absoluta, es demasiado. Y que con toda probabilidad Rajoy no será el próximo candidato del PP. Lo que ha conseguido Rajoy con el resultado es que la crisis sea más lenta. O sea, que el PP estará en transición durante bastante tiempo. Con el PP de mudanza, Zapatero, con una mayoría confortable, se enfrenta a una legislatura sensiblemente distinta de la anterior. Con una dificultad nueva: la situación económica. O sea, que llega para él la prueba de la verdad: gobernar con viento en contra. La economía condicionará la continuación del programa de reformas de Zapatero. El resultado deja en el alero cuestiones institucionales pendientes de gran importancia. ¿Seguirá el PP obstruyendo la renovación de las altas instancias judiciales, por ejemplo? Zapatero debe aprovechar la carrerilla de la victoria para afrontar estos temas pendientes. Y plantear propuestas razonables de pacto. Tendríamos así una primera pista de las intenciones del PP: seguir con la bronca permanente o hacer oposición responsable.

Josep Ramoneda