La frágil paz de Colombia está en peligro

Dos miembros disidentes de las Farc patrullan una región en Colombia en 2018. Credit Federico Rios for The New York Times
Dos miembros disidentes de las Farc patrullan una región en Colombia en 2018. Credit Federico Rios for The New York Times

En un video publicado el miércoles 29 de agosto, un antiguo líder de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc) emitió un nuevo llamado a las armas. Luciano Marín —conocido como Iván Márquez—, quien fue el negociador principal del grupo armado durante los diálogos de paz, apareció frente a una veintena de exguerrilleros de las Farc ataviados en sus uniformes y explicó por qué él y su grupo de insurgentes regresaban a la selva. Habló de una “oligarquía corrupta” y de la traición de un gobierno que no cumplió con el acuerdo de paz firmado en 2016.

Estas son malas noticias para los colombianos.

El retorno a la violencia sería la culminación de muchos factores, pero principalmente por el poco apoyo político que ha tenido el acuerdo, tanto en Colombia como en Estados Unidos, desde que Iván Duque y Donald Trump llegaron al poder en 2018 y 2017, respectivamente. Ambos presidentes, con actos y omisiones, han socavado las posibilidades de éxito del pacto.

El mandatario de Colombia, Iván Duque —heredero político del influyente expresidente de derecha Álvaro Uribe—, ha hecho poco para frenar una ola de asesinatos de líderes sociales y guerrilleros desmovilizados y ha permitido que muchas de las reformas establecidas en el acuerdo de paz carezcan de fondos o tengan recursos insuficientes.

Por su parte pareciera que al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no le importa el futuro del pacto. Una de sus primeras decisiones en relación a la paz colombiana fue retirar del país al experimentado diplomático Bernard Aronson, quien apoyó las negociaciones y la implementación del acuerdo.

Con el liderazgo de las Farc oficialmente fragmentado, el futuro de Colombia luce sombrío. La facción armada liderada por Iván Márquez anunció que buscará unir a los grupos disidentes de las Farc que han surgido desde la firma del acuerdo y forjar una alianza con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), un grupo rebelde de tendencia marxista que se ha fortalecido desde la desmovilización de la guerrilla.

Informes recientes han revelado que el ELN, que está especialmente activo a lo largo de la frontera con Venezuela, ha aumentado considerablemente sus filas con venezolanos en condición desesperada que huyen, en un éxodo masivo, de la crisis económica y el caos político de su país. Las fronteras porosas de Colombia con Venezuela y Brasil ya son vulnerables al tráfico ilícito de drogas, gasolina y coltán, un mineral que se usa en casi todos los dispositivos electrónicos. Si a los incendios en Bolivia y Brasil sumamos otros factores como el aislacionismo de Estados Unidos y la carencia de una política articulada desde Washington sobre América Latina (más allá de su deseo de destituir a Nicolás Maduro del poder en Venezuela), las condiciones son propicias para la inestabilidad regional.

En pocas palabras, la vuelta a las armas de un sector de las Farc ocurre mientras se desarrollan diversos desafíos políticos, económicos y ambientales que cruzan con facilidad las fronteras. La geografía de Colombia siempre ha significado una ventaja para los grupos guerrilleros que surgen de las cenizas de los esfuerzos fallidos de paz. La historia del país está plagada de acuerdos idealistas que no han podido contener la violencia; esas negociaciones prometieron amnistías para los guerrilleros que no se cumplieron y planes de desarrollo ambiciosos para las zonas rurales que se desmoronaron ante la endeble infraestructura que caracteriza al Estado colombiano fuera de las grandes ciudades.

La firma del acuerdo de paz el 30 de noviembre de 2016 le dio al mundo la esperanza de que los conflictos políticos complejos aún podían resolverse a través del diálogo. Sería imprudente que el gobierno de Trump permitiera que esa idea naufrague, especialmente cuando Suramérica experimenta una gran agitación en tantos otros frentes.

Alexander L. Fattal es antropólogo, profesor asistente de la Universidad de California y autor de Guerrilla Marketing: Counterinsurgency and Capitalism in Colombia.

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