La fraternidad como clave

La proclamación de la fraternidad, fratelli tutti, que el Papa Francisco realiza al asumir esta expresión de Francisco de Asís, le sirve para pensar y proponer un proceso para gestar un mundo abierto. Este camino parte de la conversión del corazón para salir de sí e ir «más allá». Más allá de la cercanía física, de las barreras de la geografía, del lugar del universo donde se haya nacido, de las distancias de procedencia, color o religión, más allá de las fronteras. Este llamamiento a «ir más allá» encuentra en la inalienable dignidad de cada persona y en la ley suprema del amor fraterno el permanente dinamismo para realizar este itinerario en la historia de cada pueblo, como amistad social, y en la de la humanidad, como fraternidad universal.

Fratelli tutti es una Encíclica sobre el amor, el que anida en el corazón de todo hombre, el amor fraterno, social y político, y el amor de Dios. Pero alguien, quizá muchos, podrían preguntar: ¿por qué somos hermanos? ¿cuál es la fuente de esa fraternidad? El Obispo de Roma nos ofrece argumentos para responder. Somos hermanos porque somos de la misma carne, convivimos en la misma tierra y participamos como pueblo de la misma historia. A este triple dato de la experiencia humana, los creyentes en Dios añadimos: «Dios ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos», como dice el documento sobre la fraternidad firmado en Abu Dabi el 4 de febrero de 2019 por el Papa Francisco y el gran imán Ahmad Al-Tayyeb citado en el nº 5 de Fratelli Tutti.

El Papa Francisco ofrece una antropología relacional e histórica: somos personas con vínculos de pertenencia, no solo individuos independientes y autónomos; convivimos y caminamos como pueblo que tiene raíces y proyectos de futuro. Esta visión de la antropología, enraizada en la historia, es la que permite reconocer los logros y fracasos de la aventura humana y simultáneamente pensar y gestar una propuesta de vida plena, de convivencia y bien común. El dominio actual de la visión del ser humano como individuo desvela la libertad como poder e independencia, y la igualdad como no discriminación en oportunidades y derechos.

La libertad autónoma y diversa de individuos y pueblos reclama derechos que la igualdad no puede asegurar ni ofrecer. Los inevitables conflictos en la lucha por el poder y en la permanente reclamación de nuevos derechos van resolviéndose con la lógica de la fuerza y la degradación de los principios éticos que iluminan la acción personal y política. Estos principios «se van nivelando hacia abajo por medio de un consenso superficial y negociador». Crecen así las sombras de un mundo cerrado que «deconstruye» para intentar construir conforme a propuestas ideológicas que no son capaces de cerrar el cisma entre individuo y comunidad, ni de descubrir la verdadera sabiduría que surge del encuentro con la realidad. El mundo cerrado es el de los indiferentes, los socios y las mafias.

El Papa pone en relación, en los dos primeros capítulos de la Encíclica, este mundo cerrado, así como la inextirpable sed de plenitud enraizada en lo profundo del ser humano, con la iluminación que el Evangelio realiza de este anhelo de vida lograda. Es posible caminar en esperanza. La arquitectura de Fratelli Tutti tiene como cimiento la pertenencia compartida de todos y cada uno a la carne, la tierra y la historia y, como vértice, el bien común de la familia humana que surge de la propia fraternidad, como verdad afirmada e ideal que moviliza para pensar y gestar un mundo abierto. El fuego de hogar de este edificio es la lógica del Buen Samaritano que sale de sí y se hace prójimo. De esta manera se construye un «nosotros», que en sucesivos círculos va más allá, desde lo local a lo universal.

Para organizar la casa común, el Papa afirma el destino universal de los bienes y el derecho de personas, familias y empresas a tierra, techo y trabajo con una propiedad privada legítima y abierta a su función social. Instrumentos para encarnar este sueño de un mundo abierto y fraterno son el corazón abierto que acoge a los que llegan y se preocupa de hacerse prójimo con la virtud de la solidaridad; el diálogo fundado en la verdad que propicia encuentro y amistad social, y la caridad política para realizar la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común. Es una tarea histórica en la que se producen conflictos y heridas que precisan caminos de reencuentro que comiencen, en memoria penitencial, del reconocimiento de los hechos, las propias responsabilidades y se abran a la justicia y al perdón que haga posible la reconciliación sobre todo con los últimos.

Categorías genuinamente cristianas, expresadas con humildad y decisión para ofrecerlas en diálogo a toda la familia humana, atraviesan todo el documento. Dios Creador y Padre, Jesús el buen samaritano que enseña a amar como Él ama y nos dice: «Todos sois hermanos» (Mt 23, 8) La Iglesia que es universal y local al mismo tiempo. La verdad trascendente como fundamento sólido de la fraternidad y del diálogo. La carne salida de las manos de Dios y la carne herida, signo de Cristo mismo. El perdón como fundamento de reconciliación y encuentro. La gracia que rompe la argolla que cierra el corazón y nos permite salir de nosotros mismos. Una vida con sabor a Evangelio.

Desde hace décadas algunos hablan de la necesidad de reformar el capitalismo. La revolución tecnológica, los populismos identitarios, las formas de liberalismo sometido a la tecnocracia sin referentes éticos y, ahora, la pandemia, nos urgen a dar pasos para organizar mejor la casa común. Emerge un capitalismo del descarte, la vigilancia, el trabajo precario y la subvención. Peligran la libertad y la igualdad. No esperemos todo de los que nos gobiernan, comencemos «de abajo y de a uno» hasta el último rincón de la patria y el mundo. Soñemos como una única humanidad, cada uno con su propia voz, todos hermanos. Muchos nos reconocemos hijos en el Hijo, llamamos a Dios Padre y queremos ser signo e instrumento de este proyecto entusiasmante.

Luis Argüello es obispo auxiliar de Valladolid y secretario general de la Conferencia Episcopal Española.

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