La frontera más desigual de la UE

Por Íñigo Moré, analista especializado en economía internacional (EL PAÍS, 10/10/05):

Los asaltos masivos a la valla de Ceuta y Melilla no son sólo un problema de seguridad y no se van a resolver sólo con medidas de seguridad. Su causa es muy diferente y también su solución. Simplemente, esas vallas delimitan la frontera más desigual en términos económicos de la Unión Europea o de la OCDE. El PIB per cápita de España multiplica por 15 al de Marruecos, cuando el de Estados Unidos multiplica sólo por seis al de México. En todo el mundo, sólo hay otras cuatro fronteras más desiguales que las hispano-marroquíes, aunque todas implican a países de muy escasa fiabilidad estadística y que no están sometidos a normas contables internacionales o a la vigilancia de Eurostat. Dicho con claridad, la frontera hispano-marroquí es la más desigual del mundo, considerando sólo las de estadística fiable. Desde ese punto de vista, lo extraño no son los asaltos a Ceuta y Melilla, sino que la valla todavía se tenga en pie.

La tentación es demasiado grande para los emigrantes. Por ejemplo, una casa en Marruecos de nueva construcción se puede comprar por 6.000 euros (la casa entera no un metro cuadrado), apenas un año de salario mínimo en España. Con la misma cantidad se pueden comprar dos fincas agrícolas en Mauritania o cuatro en países subsaharianos como Malí, un país donde cada ciudadano produce anualmente bienes por un valor medio inferior a 500 dólares. Frente a la magnitud de esta tentación, España está condenada a seguir elevando las vallas de Ceuta y Melilla, y a reforzar la guarnición de guardias civiles. Pero esto no resolverá el problema. Los emigrantes no saltan la valla porque les parezca fácil, ni porque el régimen migratorio les asegure su permanencia en España. Saltan la valla impulsados por la miseria que dejan atrás. Y cuanto mayor sea la diferencia económica que les separa de España mayor será también el impulso.

En la frontera entre EE UU y México, donde la diferencia económica no llega a la mitad que el caso hispano-marroquí, han aplicado desde hace décadas todo el arsenal concebible de métodos de seguridad incluyendo vigilancia electrónica, vallas electrificadas e incluso patrullas de civiles armados que vigilan por su cuenta, muy a menudo asesinando a los emigrantes. Todo ello, con un régimen migratorio extremadamente rígido que apenas ofrece esperanzas a los ilegales de regularizar su situación. Pero este enfoque de seguridad ha sido inútil. Los latinos siguen llegando y, por cierto, hoy ya son la principal minoría del país, desplazando a los afroamericanos. El problema de las fronteras hispano-marroquíes debe de ser abordado considerando que uno de los problemas es el diferencial de desarrollo con nuestro vecino. Algo que hacen los propios melillenses, cuyas principales instituciones se han unido para crear una Fundación para el Desarrollo Hispano-marroquí que lleve prosperidad más allá de la valla. Analizándolo como un problema de desarrollo, lo primero que salta a la vista es que esto no es un problema español.

Se trata de un problema europeo, pues esa frontera es la más desigual de Europa. Curiosamente existe un Comisario Europeo a cargo de Desarrollo. Pero resulta sorprendente que no haya caído en la dimensión de vecindad de este asunto. Marruecos es uno de los principales destinos de la ayuda europea, pero Bruselas otorga la ayuda independientemente de su localización. En este momento, colabora en la construcción de una descarga de residuos en Essaouira, al sur del país. Si esa descarga se construyera en Nador, Marruecos se iba a beneficiar igual, aunque la situación medioambiental de Melilla mejoraría de forma notable y el escalón económico que separa a esta ciudad de Marruecos se atenuaría. Pegadas a la famosa valla desde el lado marroquí hay miles las bolsas de basura que anuncian las diferencias atroces con el otro lado.

Resulta sorprendente que Bruselas no haya encontrado algún mecanismo para privilegiar las ayudas a Marruecos cerca de su frontera con Europa. Mucho más pensando que este mismo problema de vecindad se da en muchas fronteras exteriores de la Unión Europea, entre las que la hispano-marroquí no es la única con un escalón superior al que separa Estados Unidos de México. Ya sea entre Grecia y Macedonia (escalón de 8,3) o entre Hungría y Ucrania (6,2) se trata de un problema generalizado, que emana del éxito de la Unión Europea. Simplemente, los miembros se desarrollan más, y más rápido que los no miembros. Por este motivo, un cinturón de desigualdad rodea la Unión Europea.

Como es natural, también sería razonable que España privilegiara la cooperación con Marruecos en torno a las fronteras de Ceuta y Melilla. España no va a percibir en lo más mínimo los efectos de un proyecto localizado en el sur marroquí, pero Ceuta va a reducir las tensiones que sufre si se ejecutara en Castillejos. Y desde luego parece sensato dotar con recursos a las entidades que están especializadas en esa frontera y tienen un compromiso específico con su desarrollo. Y las hay tanto del lado marroquí como del español. Pero esto sólo aliviaría alguno de los síntomas. No resolverá el problema que es el muy escaso desarrollo comparativo de Marruecos. Es cierto que la situación actual de nuestro vecino es de su entera responsabilidad y que España ha logrado insertarse entre los países más ricos del mundo por sus propios esfuerzos.

Pero por mucho que el subdesarrollo marroquí sea culpa de Rabat, la desigualdad ha alcanzado un nivel tan atroz que el perjudicado no sólo es Marruecos, también España sufre las consecuencias. La única forma de afrontarlas es compartir una parte de esa riqueza con Marruecos por medio un plan sensato de desarrollo que ofrezca a los ciudadanos marroquíes, y no sólo a alguna de sus élites, la posibilidad de un destino mejor. De otro modo, los asaltos a Ceuta y Melilla tienen más posibilidades de agravarse en los próximos años que de atenuarse.