La fuente de corrupción en Israel

La oleada de investigaciones policiales que últimamente vive Israel, las distintas comisiones de expertos para investigar los motivos de las negligencias habidas durante la segunda guerra de Líbano, la sensación de asco ante las acusaciones de acoso sexual por parte del presidente del país, la detención de altos cargos del Ministerio de Hacienda y otros asuntos más revelan las profundas grietas abiertas en la conciencia moral de Israel.

Israelíes de edad ya avanzada como yo, que conocemos bien la historia de Israel desde su creación, nos quedamos atónitos por el grado de corrupción y nos preguntamos:

"¿Qué ha pasado? ¿Qué es lo que ha cambiado? ¿Por qué y de dónde surge esta corrupción?". Tal vez siempre haya existido y sólo sale a la luz ahora, cuando las instituciones judiciales, la policía y la fiscalía general del Estado se sirven de mecanismos más sofisticados y son más osados en sus investigaciones. Es como si una persona no supiera que padece cáncer desde hace muchos años y sólo se lo diagnosticasen al aplicarle las más novedosas técnicas médicas.

Sin embargo, yo no acepto la tesis de que estos casos de corrupción se están descubriendo debido únicamente a la osadía y la mejora de los cuerpos judiciales y a la valentía de ciudadanos de a pie que acuden a los tribunales para interponer sus demandas, como esas mujeres que han denunciado haber sufrido acoso sexual por parte del presidente. Yo creo que se trata de algo peor, de una pérdida de valores en la sociedad israelí y en el Gobierno inaudita hasta ahora.

Además, la actitud de los acusados y sospechosos se ha vuelto mucho más descarada y agresiva. Recuerdo que en los años setenta un ministro de un gobierno laborista se quitó la vida cuando se despertaron sospechas de que había sido sobornado. Asimismo, el director de un gran banco, un brillante economista, se suicidó al ser acusado de malversación de fondos. Cuando falleció el gran ministro de Hacienda del gobierno de Golda Meir en la década de los setenta, se descubrió que todos sus bienes eran un humilde piso en Tel Aviv y unos pocos ahorros en el banco. Otro caso similar es el del fundador y el mayor líder político de Israel, David Ben Gurion, que en sus últimos años vivió con su mujer en una casa sin lujo alguno en el kibutz Sde Boker, en el desierto del Neguev, y todavía hoy los visitantes se quedan perplejos por su extrema sencillez. También el líder de la derecha y ex primer ministro Menahen Begin vivió toda su vida en un humilde piso de Tel Aviv y no fue alcanzado por ningún caso de corrupción.

Es cierto, por otro lado, que ahora se están descubriendo casos de corrupción en muchos lugares del mundo, incluidos países claramente democráticos, y la relación entre dinero y poder enturbia a muchas democracias, en las que el dinero sirve para obtener el gobierno en detrimento de la ideología. No obstante, ¿cómo es posible que Israel ahora sí se vea envuelto en esta ola de corrupción?

En mi opinión, la raíz de esta corrupción está en el desdoblamiento de los poderes y las normas que empezó a producirse en 1967. Por una parte, estaba el sistema judicial de un Israel democrático que incluso en los últimos años se ha perfeccionado, y por otra, el nuevo sistema judicial y ejecutivo que se estableció en los territorios palestinos ocupados tras la guerra de los Seis Días. Estos dos sistemas funcionaban en paralelo. Y a diferencia de lo que ocurría en la época colonial, donde las metrópolis se hallaban lejos de sus respectivas colonias (con la excepción de Argelia y Francia y algún que otro caso más), aquí los territorios palestinos limitan con Israel, y en ellos funcionó un sistema judicial completamente distinto del del Estado hebreo. Eso permitió expropiaciones de tierra ilegales y que los colonos judíos incumplieran la ley sin que los jueces israelíes los llevasen a juicio. En definitiva, se cometieron auténticas barbaridades ya que siempre se podían aducir motivos de seguridad o justificarlas basándose en la ideología acerca del Gran Israel.

Sin embargo, la frontera entre ambos sistemas no podía mantenerse siempre impermeable. Poco a poco, lo que debía haber sido una ocupación militar temporal se convirtió en una ocupación estable y, a través de los asentamientos de colonos instalados en medio de la población palestina, se reforzaron los vínculos entre Israel y los territorios. Y el sistema colonialista empezó a calar en el aparato judicial y de gobierno de la democracia israelí y alteró su funcionamiento. Políticos, funcionarios, miembros del ejército, en especial del sector de la derecha, comenzaron a aplicar en el propio Estado de Israel las fraudulentas normas habituales en los territorios, y así fue creciendo la corrupción.

Afortunadamente, Israel cuenta con un sistema judicial independiente con bases éticas sólidas. Además, en mi opinión, la entrada de muchas mujeres en la fiscalía, la policía y la judicatura ha fortalecido y mejorado el sistema judicial, pero incluso cuando hay un acuerdo para acabar con conductas ilegales es muy difícil desterrarlas del todo. Y no nos olvidemos de que la economía global de hoy en día origina muchas ocasiones para cometer fraudes muy audaces. E Israel, en los últimos años, es un país muy ligado a la economía mundial, entre otras formas, a través de las comunidades judías de la diáspora. Así pues, no sólo es necesario un sistema judicial y policial fuerte que vele para evitar la corrupción, sino también un considerable apoyo por parte de la sociedad.

Me parece que los tremendos casos de corrupción que últimamente han salido a la luz ya han logrado despertar a la sociedad israelí, que exige con firmeza que la ley y la justicia constituyan el centro de interés nacional.

Abraham B. Yehoshúa, escritor israelí e inspirador del movimiento Paz Ahora. Traducción: Sonia de Pedro.