La fuerza de la sociedad civil

Las coordenadas que nos sirven para pensar y trabajar por una sociedad próspera y moderna tienen uno de sus más importantes puntos de apoyo en la sociedad civil organizada. España es uno de los países más solidarios del mundo, primer país en trasplante de órganos y uno de los mayores donantes en situaciones de emergencia.

En España existe una tupida red de fundaciones que atienden una gran variedad de actividades de interés general, dedicando a sus fines más de 8.000 millones de euros anuales y que alcanzan a más de 40 millones de personas. La inmensa mayoría de estas organizaciones están orientadas a una misión concreta que responde al impulso de un fundador individual que en muchos casos va ganando apoyos sociales. La resultante del impacto de todas estas acciones constituye un capital importantísimo al servicio del bien común cuyos efectos se hacen evidentes. Con frecuencia, estas iniciativas filantrópicas están atomizadas, por lo que se hace deseable coordinar diferentes acciones que ocurren en un mismo entorno (urbano o rural) para multiplicar así su impacto y su capacidad de mejorar la vida o las oportunidades en su comunidad.

La fuerza de la sociedad civilPara dar un paso más aglutinando esa capacidad espontánea y poniéndola de forma estratégica al servicio de la sociedad, algunos países que disponen de una sociedad civil madura, han desarrollado con éxito el modelo de Fundación Comunitaria, que parte del convencimiento de que las fundaciones deben tener un papel clave en la consolidación de la sociedad civil, canalizando la voluntad y el compromiso de los ciudadanos para atender los problemas y necesidades sociales de proximidad, aflorando los recursos filantrópicos y de otra índole necesarios para su sostenibilidad y dotando a la fundación de una gobernanza abierta y distribuida entre los grupos de interés.

La Asociación Española de Fundaciones ha puesto en marcha un Programa de apoyo a la creación de Fundaciones Comunitarias en nuestro país, empezando por nuestro entorno más cercano: nuestro barrio, nuestra comarca o nuestra ciudad, de acuerdo con la experiencia contrastada en aquellos países de nuestro entorno en los que esta idea es una realidad consolidada. Es el caso de Alemania, donde funcionan con éxito más de 400, el Reino Unido donde alcanzan el medio centenar de entidades, o Italia que supera las 40. Es un proyecto pionero e innovador pensado para las personas que quieren trabajar por su territorio, que lo quieren hacer de manera colaborativa en el medio y el largo plazo, y que tienen una mirada abierta no sólo a las necesidades sino también a las oportunidades que brinda cualquier entorno. La AEF cuenta, además, con el apoyo técnico y económico, de la Fundación Charles Stewart Mott y de la Fundación Daniel y Nina Carasso, que tienen una larguísima tradición y experiencia en esta materia.

Las fundaciones comunitarias son organizaciones no lucrativas especialmente diseñadas para estimular la solidaridad y la filantropía en distintos territorios. Estudian en profundidad las necesidades y descubren las oportunidades que existen en la comunidad de que se trate, pues toda comunidad dispone de recursos, conexiones y ciudadanos dispuestos a aportar su granito de arena para ayudar a sus vecinos y contribuir a la solución de problemas identificados. Porque, como dice el lema del programa de la AEF, son personas que «aman el lugar donde viven». Las fundaciones comunitarias no tienen un único ámbito de trabajo, sino que sus objetivos son variables en función de las necesidades reales detectadas en cada caso por los miembros de la comunidad. Dicho de otro modo, las FC proporcionan la infraestructura necesaria para que los propios ciudadanos, desde donantes locales y regionales hasta actores comprometidos en la comunidad, movilicen recursos y potencial, se organicen y se gobiernen para abordar los problemas reales de la comunidad, en el momento oportuno, con una visión de conjunto y de largo plazo.

Las fundaciones comunitarias de los países citados movilizan cada año centenares de millones de euros en apoyo de las organizaciones sociales locales, aportando su capacidad de análisis sistémico, escuchando a la comunidad y haciendo convocatorias para aportar los recursos. Son fundaciones de ciudadanos para ciudadanos. Cada una actúa con su propia idiosincrasia y adaptándose a su entorno. Cada una brilla con su propia luz por lo que son difícilmente catalogables. Citemos como ejemplo a la Fondazione San Gennaro, que opera en el humilde barrio de Rione Sanità de Nápoles, involucrada en empoderar a personas, organizaciones e instituciones del barrio y que recibe el apoyo de fundaciones bancarias italianas; o también a la BürgerStiftung de Hamburgo por su capacidad de multiplicar los recursos obtenidos de diferentes fuentes hasta superar los 50 millones de euros de patrimonio que invierten para que Hamburgo «siga siendo una ciudad en la que valga la pena vivir».

En España queda un largo camino por recorrer. No llega a una decena el número de fundaciones que hoy por hoy cumplen los criterios que definen a una fundación comunitaria. La última en constituirse como tal apenas tiene unas semanas de vida. Se trata de la Fundació Comunitària Raimat Lleida, que ha logrado unir a empresas, entidades y personas que aspiran a potenciar e impulsar proyectos económicos, sociales y ambientales para dinamizar su territorio de forma sostenible y resiliente.

Cada nueva iniciativa que se crea es un logro, un avance más en el fortalecimiento de la sociedad civil. El objetivo es expandir y arraigar este modelo en aquellos territorios donde sus habitantes crean que el cambio es posible con la participación social. No es tarea fácil, porque implica un cambio cultural que requiere tiempo. Por eso se plantea como un proyecto a largo plazo con el objetivo de constituir, al menos, 40 fundaciones comunitarias, que nos pongan a la altura de los países de nuestro entorno y permitan cambiar la tendencia. Porque sólo desde el trabajo y la responsabilidad colectiva es posible fortalecer la sociedad civil.

Javier Nadal y Antonio Garrigues son presidentes de la Asociación Española de Fundaciones y de la Fundación Garrigues, respectivamente.

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