La fuerza oculta de la eurozona

Durante años, la eurozona se ha percibido como un área de desastre, y a menudo los debates sobre el futuro de la unión monetaria se han centrado en una posible ruptura. Un factor que en parte motivó a los británicos a votar el año pasado por abandonar la Unión Europea fue la percepción de la eurozona como un proyecto disfuncional y, tal vez, insalvable. Sin embargo, últimamente la eurozona se ha convertido en el favorito de los mercados financieros, y por buenas razones.

Ya era hora de que se descubriera su fuerza latente. De hecho, se ha estado recuperando de la crisis de 2011-2012 durante varios años. Sobre una base per cápita, su crecimiento económico hoy supera al de Estados Unidos. La tasa de desempleo también está disminuyendo, sin duda más lentamente que en EE.UU., pero eso refleja en parte una divergencia en las tendencias de participación en la fuerza de trabajo.
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Mientras que la participación de la fuerza de trabajo en la eurozona va en aumento, en EE.UU. ha ido bajando desde alrededor de 2000. El abandono de los estadounidenses del mercado de trabajo refleja lo que los economistas llaman fenómeno del "trabajador desalentado". Y, de hecho, la tendencia se ha acelerado desde la recesión de 2009.

En principio, la disminución de la participación de la fuerza de trabajo también debería ser un problema en la eurozona, dado el prolongado período de altísimo desempleo al que se han enfrentado muchos trabajadores europeos. Pero, en los últimos cinco años, 2,5 millones de personas en la eurozona se han incorporado a la fuerza laboral, ya que se crearon cinco millones de puestos de trabajo, reduciendo la caída general del paro a la mitad.

Además, se ha mantenido la recuperación de la eurozona, de manera un poco inesperada, ya que no ha habido un estímulo fiscal continuo. Las acaloradas discusiones sobre la austeridad en los últimos años se han equivocado de blanco, pues tanto los críticos como los partidarios oficiales sobreestimaron el nivel de austeridad que se había aplicado. El promedio de déficit fiscal ajustado cíclicamente ha sido aproximadamente constante desde 2014, alrededor del 1% del PIB.

Por supuesto, sigue habiendo grandes diferencias en la situación fiscal de los distintos estados miembros, pero en una unión monetaria tan diversa cabe esperarlas. La verdad es que incluso Francia, país considerado a menudo como un actor débil, tiene niveles de déficit y deuda comparables a los de Estados Unidos.

Una comparación con Estados Unidos, así como con Japón, también socava la percepción que se suele tener de que han sido irrelevantes las reglas fiscales de la eurozona, incluido el famoso Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el "pacto fiscal" de 2012. Es cierto que no se ha reprendido oficialmente a ningún país por superar el déficit o endeudarse en exceso. Pero el clamor por las transgresiones a las reglas en los países de los márgenes no ha permitido ver la amplia tendencia subyacente hacia unas finanzas públicas sanas que han fomentado estas reglas fiscales. Después de todo, esto sugiere que la "austeridad suave" a la que apuntaron muchos países de la eurozona puede haber sido la opción correcta.

Por supuesto, no se debería sobreestimar la fortaleza económica a largo plazo de la eurozona. Si bien la tasa media de crecimiento podría mantenerse por encima del 2% en los próximos años, a medida que se absorba el desempleo restante y continúe la tendencia a largo plazo de los trabajadores de más edad a reincorporarse al mercado laboral, se acabará por agotar la cantidad de trabajadores sin emplear.

Una vez que la eurozona haya alcanzado el llamado "punto de inflexión de Lewis" (cuando se ha agotado el excedente de mano de obra y los salarios comienzan a subir), las tasas de crecimiento bajarán a niveles que reflejen mejor la dinámica demográfica. Y no es una dinámica particularmente deseable: la población de la eurozona en edad de trabajar se reducirá en alrededor de medio punto porcentual por año durante al menos la próxima década.

Sin embargo, incluso entonces, es improbable que la tasa de crecimiento per cápita de la eurozona sea mucho menor que la de los Estados Unidos, ya que la diferencia en sus tasas de crecimiento de la productividad es ahora menor. En este sentido, el futuro de la eurozona puede parecerse más al presente de Japón, caracterizado por un crecimiento anual general de un poco más del 1% y una inflación obstinadamente baja, pero un crecimiento del ingreso per cápita similar al de Estados Unidos o Europa.

Afortunadamente para la eurozona, entrará en este período de alto nivel de empleo y crecimiento lento sobre bases sólidas, en parte gracias a esa polémica austeridad. Por el contrario, tanto Estados Unidos como Japón se enfrentan al pleno empleo con déficits fiscales superiores al 3% del PIB: entre un 2 y 3 puntos porcentuales más que los de la eurozona. Estados Unidos y Japón también están más endeudados: la relación de deuda a PIB se sitúa en 107% en Estados Unidos y más del 200% en Japón, en comparación con el 90% de la eurozona.

Existe evidencia de que tras una crisis financiera, cuando la política monetaria se vuelve ineficaz (por ejemplo, debido a que las tasas de interés nominales están en el límite cero), el gasto deficitario puede tener un efecto estabilizador inusualmente fuerte. Pero sigue habiendo un problema clave sin resolver: una vez que los mercados financieros se han normalizado, ¿supondrá un estímulo continuo mantener el déficit durante mucho tiempo?

El hecho de que la recuperación de la eurozona ahora esté alcanzando a la estadounidense, a pesar de su carencia de estímulos continuos, sugiere que la respuesta es negativa. De hecho, la experiencia de la eurozona apunta a que, si bien un estímulo fiscal concertado puede marcar la diferencia durante la parte aguda de una recesión, retirar ese estímulo cuando ya no es vital es preferible a mantenerlo indefinidamente. Con la austeridad (es decir, la reducción del déficit una vez que la recesión ha terminado), la recuperación podría tardar más en consolidarse. Pero, una vez que lo ha hecho, el desempeño económico es aún más estable porque las cuentas del gobierno están en una posición sólida.
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John Maynard Keynes dijo: "A la larga, todos estamos muertos". Puede que en un marco de tiempo suficientemente largo sea así, pero eso no es excusa para no contemplar consideraciones de mayor plazo. De hecho, para la eurozona, ese plazo parece haber llegado y la economía sigue vivita y coleando.

Daniel Gros is Director of the Brussels-based Center for European Policy Studies. He has worked for the International Monetary Fund, and served as an economic adviser to the European Commission, the European Parliament, and the French prime minister and finance minister. He is the editor of Economie Internationale and International Finance. Traducido del inglés por David Meléndez Tormen.

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