La gallina ciega

Los cuatro se juegan demasiado. Lo que en un principio parecía un ensayo electoral fallido, por el relativo equilibrio entre los principales competidores, listo para resolverse en una segunda vuelta, ahora va tomando acentos dramáticos. El PP ha descubierto una nueva jugada de mus, el órdago a la nada, fiándolo todo a una propuesta repetida mil veces y que nadie atendió. Y en esto se le cayó Valencia encima. De tener sentido del humor, Rajoy hubiese añadido a la frase “hemos ganado las elecciones” cinco palabras más: “y en Valencia hemos arrasado”. No es ya la corrupción en un partido, sino un partido hecho corrupción. Su ceguera es ya un insulto. A pesar de eso clama por su derecho a gobernar. Por su parte, Pedro Sánchez ha sido capaz de dar formalmente la vuelta a la tortilla, convirtiéndose en el eje de una situación política endemoniada, y en apariencia por lo menos, dando a la crisis un sano aspecto democrático, al presentar su programa readaptado, con el fin de facilitar un amplio diálogo, base de la investidura, trabajada con otros partidos a su derecha y a su izquierda. Solo que en el texto hay agujeros alarmantes. Pablo Iglesias, por una vez está tranquilo, y no es buena señal, después de plantear su propio órdago, con la rotundidad que exhibieran antaño los partidos comunistas. En fin, Ciudadanos ha hecho suya una figura hasta ahora inédita en política, la del buen samaritano dispuesto incluso a ejercer de casamentera en los momentos más difíciles.

Cada uno arriesgaba mucho en esta partida. En vez de esperar acontecimientos y pensar en una operación quirúrgica imprescindible sobre un cuerpo con miembros gangrenados, Rajoy se ha lanzado hacia adelante, y con él la maquinaria de propaganda del partido, exhibiendo su irritación ante una injusticia que solo él ve, hasta comprometer decisivamente la imagen de lo que hubiera debido ser un gran partido conservador. Por su parte, Pedro Sánchez y sus dirigentes críticos saben de sobra que un fracaso ahora, tras buscar una nueva fórmula de gobierno de la que sean cabeza, les aboca a unas elecciones con el alto riesgo de ser claramente superados por Podemos y seguir la triste suerte de otros partidos socialdemócratas europeos. Algo parecido le sucede, desde otro ángulo, a Ciudadanos. De triunfar su imposible mediación, alcanzarían un merecido prestigio. Unas nuevas elecciones a cara de perro entre el PP y Podemos/PSOE, les lleva en cambio al hundimiento. Y Podemos, en la medida que responde a un movimiento político de aluvión, necesita llegar al poder, dejar claro que su prepotencia está bien justificada. Puestos a citar historias de tigres, recordando una de Rudyard Kipling, lo suyo es invitar a Sánchez, como a la dama de Riga para dar un paseo, que terminaría con la dama en la tripa y una sonrisa en la cara el tigre. Pero si no toca poder, y una alianza de PSOE y Ciudadanos, con abstenciones exteriores, funcionase, el globo populista podría estallar.

Lo más probable es que esto no suceda, a la vista del documento presentado por el PSOE, y no por la presencia de concesiones sensibles a Podemos, sino porque cabe apreciar vacíos significativos. El más inexplicable, en principio, el de la ausencia de Cataluña, el principal problema que tiene hoy nuestro Estado. Cualquier precisión al respecto, atendiendo a las palabras de Sánchez sobre la unidad territorial, hubiese chocado con la reivindicación, que Iglesias no puede abandonar, del referéndum de autodeterminación. Sabiendo como actúa Iglesias, es posible pensar en la trampa de una consulta, no un referéndum, pero que cumpliría las mismas funciones prácticas que el referéndum, siendo más digerible jurídicamente, y además como solución grata para los independentistas catalanes. Tampoco existen razones para aplazar la propuesta de una reforma federal, verdaderamente urgente, si se quiere abordar el caso catalán desde otro ángulo. Y en otros temas, la cercanía entre PSOE y Podemos es solo aparente, pero puede ser potenciada por llegar al Gobierno. Ayudados por un PNV listo para pasar la gorra, llevándose la Seguridad Social, más su “derecho a decidir”.

Para que otra cosa funcionase, el desistimiento de Rajoy resultaba imprescindible. Pero en vez de atenerse a los deseos de los empresarios, y probablemente de Europa, posibilitando el Gobierno Sánchez, apoyado en Ciudadanos, su no fue rotundo e indignamente grosero. Así que el PSOE se desliza hacia Podemos. Y los participantes en el debate plural sobre el programa, no habrían sido más que comparsas vendados en el círculo de la gallina ciega.

Antonio Elorza es catedrático de Ciencia Política.

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