La globalización del miedo

Acabamos de comprobar cómo la globalización no es algo exclusivamente económico. Unos organismos microscópicos se han encargado de recordarnos que ellos también forman parte de la sociedad global. No mueven directamente dinero o bienes. Trafican con algo más poderoso: el miedo.

Es esta una emoción que, fuera de control, puede ocasionar graves daños en todos los órdenes de la vida, incluido el internacional. Por miedo se cierran las fronteras, los mercados se retraen, se ocultan o extienden informaciones, los flujos de turismo se frenan y hasta se declaran guerras. Buena parte del comportamiento del ser humano tiene su origen en sus emociones y en sus percepciones.

Recientemente, la expansión de una mutación del virus de la gripe ha causado una alarma mundial, y la palabra pandemia ha corrido de boca en boca, transmitiendo el miedo a más velocidad de la que se extendía la llamada gripe A. Y ello se ha producido sin entrar en determinadas consideraciones.

¿Qué es una pandemia? Este término alude a una enfermedad que se extiende por una amplia área geográfica y afecta a un alto número de población. Pero, de salida, no significa un elevado índice de mortalidad, ni extrema gravedad de las consecuencias de la enfermedad. Y ahí nuestra mente juega el papel de rellenar los espacios en blanco, de acuerdo con lo que nosotros creemos y esperamos que sea una pandemia.

El principal problema es que la mayoría de la gente no tiene conocimientos científicos suficientes. Y ahí el pánico tiene una gran baza a su favor: nuestra ignorancia y el miedo a lo que no conocemos. No entendemos una palabra de la jerga técnica y médica con la que los expertos ¿comunican? los extremos de la enfermedad. Pero sí sabemos que algo desconocido, gracias a la red de transportes global, se extiende de forma incontenible. Sin embargo, lo que parece que no llega a la opinión pública es la baja mortalidad que la actual cepa de gripe ha causado. Solo en México ha tenido cierta incidencia, pero sin superar el centenar de muertes. Más allá de las fronteras de este país, únicamente ha habido 11 muertos: 9 en Estados Unidos, uno en Canadá y otro en Costa Rica.

Esta pandemia de gripe A, ¿realmente es tan grave? Vayamos por partes. El virus de la gripe está presente en tres especies: humanos, cerdos y aves. Cuando se recombina entre especies, los sistemas de alerta del sistema inmunitario humano se ralentizan y su eficacia disminuye, lo que hace que el virus se infiltre sin levantar sospechas y comience inexorablemente a expandirse. Debido a la enorme red de transportes de la que gozamos, el virus llega a multitud de destinos antes de ser identificado. Y, de repente, emerge, coincidiendo, en este caso, con una serie de muertes en México, lo que no significa, primero, que todas se deban a la gripe nueva y, segundo, que este país sea el origen de la enfermedad. Y es que bien pudo proceder, por ejemplo, de un área rural densamente poblada de otro continente, en la cual sus habitantes conviven, sin protocolos de higiene, con las otras dos especies que albergan el virus de la gripe.

En cualquier caso, cuando la enfermedad surge, está más allá de la posibilidad de contenerse, y la suerte de expectativas que establecemos evita que hagamos un análisis racional sobre su verdadero impacto. Y el pánico, que no entiende de pasaportes, cruza todas las fronteras, gracias a la percepción global de que estamos ante una catástrofe sanitaria. Incluso, cuando el Ministerio de Salud mexicano informaba del control y la extinción de la enfermedad, buena parte de la opinión pública ya pensaba en qué pasará cuando el virus resurja en el futuro.

Al respecto de las pandemias, hay que señalar que el problema no es su detección, pues tarde o temprano esta se produce. El problema es cómo se reacciona ante las pandemias. Cabe señalar dos riesgos. El primero sería reaccionar de forma excesiva, algo que, de producirse en repetidas ocasiones, podría llevar a una quiebra del sistema sanitario global, a la vista de los ingentes medios y recursos que han de activarse ante cada (supuesta) emergencia. Frente a esto, el segundo peligro sería no reaccionar lo suficientemente rápido, lo que nos lleva a hacer unas consideraciones logísticas referentes a la producción y la distribución de los medicamentos necesarios para proteger a la población. Seamos realistas: si estuviéramos ante una seria amenaza, comprobaríamos que nuestros recursos y capacidades, aunque importantes, son limitados.

Sin embargo, es fundamental añadir que no será una pandemia de gripe lo que amenace a la sociedad global, pues, incluso en su peor variante, la llamada gripe española, en 1918, no tuvo lugar un hundimiento del sistema internacional. El principal peligro llegará cuando un virus combine la facilidad de transmisión de la gripe con el alto índice de mortalidad y la falta de tratamiento que, por ejemplo, exhibió en su día el virus del sida.

En cualquiera de los casos, sus efectos siempre serán mucho peores para el orden y el funcionamiento de la sociedad internacional si las pandemias llevan como compañero al miedo, ese veloz Sleepy Hollow. Y, si algo nos enseña el cuento de Washington Irving es que quien cabalga con soldados de caballería del otro mundo acaba muy mal.

Rubén Herrero, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad Complutense.