La gran cuarentena y el comercio internacional

La gran cuarentena y el comercio internacional

Las subas de los indicadores de crecimiento en las grandes economías están siendo acompañadas por una firme recuperación del comercio internacional. Es una buena noticia que merece más atención. Hace menos de doce meses, muchos observadores predecían el fin de la globalización. La pandemia interrumpió cadenas de suministro, y las vulnerabilidades y dependencias resultantes llevaron a muchos gobiernos a alentar una «repatriación» de la producción de bienes esenciales.

Hoy el panorama es mucho mejor. Hay pocos indicios de que se esté produciendo un abandono sostenido de las cadenas globales de suministro. Y muchos gobiernos se han dado cuenta de que el comercio internacional es una oportunidad, antes que una amenaza a la soberanía nacional. Por eso la Organización Mundial del Comercio prevé que en 2021 el volumen del comercio internacional crecerá un 8%, aumento superior a la caída del 5,3% registrada el año pasado.

Es verdad que la inversión extranjera directa (IED) sigue rezagada, tras un derrumbe del 42% en 2020 (Europa incluso registró un flujo negativo). Pero el impacto diferencial de la pandemia sobre el comercio y la inversión no es extraño. El transporte internacional de bienes no demanda mucha interacción física entre personas. Los contenedores se cargan y descargan con enormes grúas, que a menudo se operan a distancia, así como se bombea el petróleo a la costa desde los supertanques.

En cambio, para comprar una empresa o establecer un nuevo centro de producción en otro país hay que viajar a reunirse con posibles socios, y en muchos casos también se necesita contacto cercano con representantes de gobiernos extranjeros para la obtención de permisos. Obviamente, los cierres de frontera y las restricciones a los viajes volvieron todo esto mucho más difícil.

Pero la IED se caracteriza por la volatilidad: puede hundirse un año y recuperarse al siguiente, de modo que todavía hay margen para un rebote en 2021. De hecho, la OCDE ya detecta signos de recuperación.

Además, las cadenas globales de suministro no resultaron tan vulnerables como muchos temían. La noción de «cadena de suministro» evoca la imagen de un ordenamiento frágil, donde cada empresa depende de insumos procedentes del eslabón adyacente. Y una cadena se corta por el eslabón más débil.

En marzo pareció que ese riesgo para el sistema global de comercio había quedado finalmente demostrado, cuando un único carguero de gran tamaño, afectado por tormentas de arena que limitaron la visibilidad y convirtieron en velas las enormes pilas de contenedores que transportaba, bloqueó el Canal de Suez. Pero este incidente (que se resolvió en poco tiempo) no es representativo del funcionamiento del comercio internacional.

En vez de cadenas de suministro, sería más exacto hablar de redes de proveedores interrelacionadas. La mayoría de las empresas tienen más de un proveedor para los componentes clave, y las multinacionales, así como operan en muchos países, también obtienen de muchos otros sus suministros. La pandemia, más que iniciar un abandono de la división del trabajo, alentó a las empresas a ampliar la base de proveedores.

Es verdad que casi todos los gobiernos restringieron el comercio internacional para resolver graves faltantes de productos esenciales, por ejemplo equipos de protección individual en 2020 y vacunas contra la COVID‑19 en los primeros meses de 2021. Pero ambos productos, aunque vitales en un contexto de pandemia, tienen un papel marginal en la economía general. Los países ricos podrían vacunar a la población mundial gastando menos de un dólar semanal por ciudadano.

El principal peligro es que el temor a una dependencia similar en el caso de una variedad de otros productos esenciales lleve a los gobiernos a dictar medidas proteccionistas. En la Unión Europea ese temor se da en conexión con la posibilidad de que el bloque quede a merced de presiones políticas de gobiernos hostiles, lo que motivó a la Comisión Europea a elaborar un estudio fascinante de sus dependencias y capacidades estratégicas.

La Comisión estudió más de 5000 productos y halló una dependencia importante respecto de proveedores extranjeros para apenas 137 productos pertenecientes a los sectores más «sensibles» (cerca de un 6% del total de importaciones de la UE por valor). Y sólo 34 de esos productos (0,6 % del total de importaciones) suponen una vulnerabilidad mayor (por haber dificultad para diversificar las importaciones o sustituirlas con producción europea).

Es decir, para una economía de gran tamaño como la UE, la diversificación de la base de suministro es suficiente, en la mayoría de los productos, para no depender de un único proveedor. Y allí donde exista esa dependencia, medidas proteccionistas generales (como aranceles o cuotas) tendrían un impacto limitado.

Además, la mayoría de los 137 productos de carácter sensible que identificó la Comisión son materias primas y otros commodities relacionados, fáciles de almacenar; es decir, a la UE no le costaría demasiado armarse de una reserva estratégica de esos bienes.

Al final, no parece que los gobiernos hayan recurrido al proteccionismo en respuesta a la crisis de la COVID‑19. Si bien no hay todavía datos precisos sobre la imposición de nuevas barreras comerciales durante el año pasado, el crecimiento sostenido del comercio internacional en 2021 implica que debe haber sido limitada.

De hecho, algunos gobiernos se han mostrado interesados en crear más oportunidades para el comercio internacional, que los ayuden a impulsar la recuperación. Quince países de Asia y el Pacífico, que representan un 30% de la economía mundial, firmaron un nuevo acuerdo de libre comercio: la Asociación Económica Integral Regional. En tanto, la UE suscribió dos pactos importantes: el Acuerdo Integral sobre Inversiones con China y un acuerdo de libre comercio con el bloque latinoamericano Mercosur. Aunque la ratificación de ambos acuerdos está en duda, los motivos no son económicos.

Se forma pues una imagen general que muestra que las cadenas globales de suministro salieron indemnes de la pandemia, y que la recesión, pese a su magnitud, no desató una andanada proteccionista. Eso es bueno para el comercio internacional (y probablemente para la IED) y da motivos para pensar que los pronósticos del final de la globalización fueron prematuros.

Daniel Gros is a member of the board and a distinguished fellow at the Centre for European Policy Studies. Traducción: Esteban Flamini.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *