La gran desilusión

En la página 84 del programa electoral con el que el Partido Popular concurrió a las pasadas elecciones puede leerse: “El Bachillerato constará de tres cursos, de los cuales el primero tendrá carácter de iniciación”. Mariano Rajoy, en el discurso de investidura y con una frase muy similar, volvió a prometer un Bachillerato de tres cursos. Durante los ocho años de oposición, los responsables de temas educativos del partido han repetido en diversos foros la necesidad de acomodar nuestro Bachillerato a los estándares europeos (de tres o más años en casi todos los países). Un Bachillerato de tres años era, por lo tanto, no sólo una promesa electoral, sino una reforma necesaria de nuestro sistema educativo.

Tras el Consejo de Ministros del día 29 de junio, el ministro Wert anunció las líneas maestras de la reforma educativa que prepara el Gobierno: la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa. De Bachillerato de tres años, nada. La promesa electoral se ha trastocado por esta realidad: “La ESO tendrá cuatro cursos, el último de los cuales será de iniciación al Bachillerato y la FP”. Pero eso no es un Bachillerato de tres años, es una ESO de cuatro cursos con un cuarto similar al que había diseñado el último Gobierno socialista con el ministro Gabilondo.

Las líneas generales del anteproyecto de ley ni tan sólo intentan disimular el abandono de la promesa electoral de un Bachillerato de tres cursos. El punto central de la reforma es la configuración del 4º curso de la ESO con dos vías, una orientada a la Formación Profesional (con materias aplicadas) y otra al Bachillerato (con materias más académicas). Se podría decir que esto es una aproximación a la propuesta electoral, que el 4º curso de la ESO sería, en la práctica, el primer curso de la FP o del Bachillerato. Pero no es ni será así, mientras no se corrija el anteproyecto. Según se lee textualmente en la información suministrada por el Ministerio de Educación, “la elección de itinerario en 4º de ESO no es decisiva: por regla general los alumnos de enseñanzas académicas se presentarán a evaluación de acceso a Bachillerato y los de aplicadas a evaluación de acceso a FP, pero podrán presentarse a una u otra según decidan”. Es decir, se podrá cursar el Bachillerato desde cualquiera de las dos vías, por lo tanto no puede haber una verdadera continuidad curricular entre la vía de orientación al Bachillerato de 4º de la ESO y el primer curso del Bachillerato.

Otro de los elementos estrella del anteproyecto es la introducción de evaluaciones a lo largo de las etapas educativas. A mi juicio, excesivas. Por ejemplo, se contempla una prueba de diagnóstico al terminar 3º de la ESO que tiene carácter orientador hacia a alguna de las dos vías y una evaluación al término de la ESO (al curso siguiente) cuya superación es condición para acceder tanto al Bachillerato como a la FP. Si se pretende acabar con el abandono escolar temprano esta última sobra, ya que sería suficiente con la evaluación de 3º de la ESO. Una vez iniciada una vía u otra, no hay que poner más trabas, sino incentivar que el alumno siga, sin menoscabo de las evaluaciones de cada curso y de la necesidad de superar con un mínimo de suspensos cada curso para acceder al siguiente.

El modelo de reforma de la enseñanza secundaria que hemos venido defendiendo hace muchos años desde la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto se basa en un modelo que funciona bien, el francés. En nuestro vecino país, el equivalente a la ESO dura tres años y a continuación empieza el Bachillerato, con tres modalidades, una de las cuales es el equivalente a la Formación Profesional de Grado Medio español, aunque algo más exigente. Este modelo tiene la virtualidad de convertir la FP, a la que se quiere lógicamente promocionar, en un Bachillerato profesional, de tres cursos de duración como los restantes. En este modelo la FP no es una vía para quienes “no pueden“ hacer el Bachillerato, es otro tipo de Bachillerato. Además, el modelo francés mantiene la escolarización obligatoria hasta los 16 años, por lo tanto, aunque se termine la enseñanza secundaria inferior (ESO) a los 15 años, todos los alumnos han de seguir estudiando hasta cumplir, por lo menos, los 16. Al iniciar algún tipo de Bachillerato, se facilita la continuidad y la reducción del abandono escolar temprano (26,5% en España, 17% en Francia; objetivo de la Unión Europea: sólo el 15%).

El Partido Popular, si sigue adelante con lo anunciado, no sólo está incumpliendo una promesa electoral y de investidura, está abandonando una reforma necesaria, profundamente sentida y demandada por el profesorado. Creo que los profesores que han estado apoyando durante años un Bachillerato de tres cursos y han escuchado de boca de los responsables de política educativa del partido la promesa de esta reforma se merecen alguna explicación pública por parte del ministro el cual pronunció estas palabras ante la Comisión de Educación del Congreso de los Diputados (31-I-2012): “Mantendremos sin variación la escolarización obligatoria hasta los 16 años, pero nos proponemos cambiar la actual estructura de la secundaria de 4 + 2 [4 cursos de secundaria más 2 de bachillerato o formación profesional] a 3 + 3 [3 cursos de secundaria común más 3 de bachillerato o formación profesional de grado medio], dividiéndola en dos etapas de la misma duración”.

Felipe J. de Vicente es presidente de la Asociación Nacional de Catedráticos de Instituto

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