La guerra de Putin y el modelo económico alemán

¿Logrará sobrevivir el modelo económico alemán a la guerra del presidente Vladímir Putin contra Ucrania? Como mencioné en una charla reciente en la Universidad de Harvard, para responder a esa pregunta tenemos que repasar la historia económica reciente.

La economía de Alemania se transformó después de la caída del comunismo en 1989. La liberalización del comercio con sus vecinos orientales tuvo tres profundas consecuencias internas. En primer lugar, llevó a la negociación salarial descentralizada. En segundo lugar, acható la estructura jerárquica administrativa de las empresas alemanas. Y, en tercer lugar, amplió las redes productivas alemanas hacia Europa Central y Oriental.

En cuanto a la primera situación, la apertura de la Europa excomunista —donde el precio de la mano de obra era menor— cambió el equilibrio de poder entre los sindicatos y la federación de empleadores alemanes. Cuando los sindicatos perdieron capacidad de negociación, las tratativas salariales pasaron del nivel nacional al de las empresas individuales.

Debido a esta nueva restricción salarial estructural (llamada Lohnzurückhaltung), el costo laboral unitario cayó el 30 % en Alemania entre 1995 y 2012. Alemania fue el único país europeo que experimentó esas reducciones. Aunque por lo general se culpa a las reformas de Hartz al mercado laboral entre 2002 y 2005, los datos indican que no incidieron sobre esta cuestión.

La apertura de los países excomunistas también introdujo la gestión descentralizada. Con la internacionalización y el aumento de la competencia en el comercio aumentó la importancia de la innovación y de la generación de nuevas ideas. Para alentar la creatividad entre los trabajadores, las empresas alemanas delegaron el poder de toma de decisiones a los niveles gerenciales inferiores.

Este enfoque resultó muy eficaz. La cultura empresarial alemana alentó cada vez más la calidad y permitió que los niveles gerenciales inferiores de las empresas tuvieran la capacidad de incorporar más productos que fueron apreciados por los clientes. La empresa alemana típica que adoptó la gestión descentralizada (tomando la mediana como referencia) triplicó su participación en el mercado de exportaciones, mientras que las empresas que mantuvieron la gestión centralizada por lo general no lograron esas mejoras.

Finalmente, la apertura de la Europa excomunista llevó a la ampliación de las redes de producción, lo que redujo los costos y ayudó a Alemania a lidiar con una grave escasez de mano de obra calificada. Sus vecinos orientales le proporcionaron una gran cantidad de trabajadores capacitados (especialmente de ingenieros). En 1998, el 16 % de la población de esos países contaba con títulos universitarios, frente al 15 % de los alemanes.

Además, el aumento de la disponibilidad de capital humano en Alemania (según indicadores en cinco categorías de logros educativos) se redujo a una tasa anual del 0,18 % en la década de 1990, cuando en los 80 había sido del 0,75 %. Entonces, cuando las empresas alemanas invirtieron en Europa Central y Oriental, emplearon al triple de personas con títulos académicos y un 11 % más de personal para investigación en sus subsidiarias que en las empresas controlantes.

Para fines de la década de 2000, las cadenas de aprovisionamiento resultantes habían reducido los costos y aumentado la productividad de las empresas multinacionales alemanas en más del 20 %. Alemania pasó de ser el país enfermo de Europa en la década de 1990 a la potencia económica que conocemos hoy.

¿Será capaz de sobrevivir esta situación económica a la invasión rusa de Ucrania? Para responder a eso es útil repasar el período posterior a la crisis financiera mundial de 2008. Si bien las cadenas de aprovisionamiento transnacionales fueron uno de los principales impulsores de la globalización después de la caída del comunismo —especialmente después del ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001—, su expansión se detuvo después de 2008. El aumento de la incertidumbre en el mundo llevó a una tendencia cada vez más acelerada de reversión de la deslocalización para regresar la producción a los países con altos ingresos, entre ellos, Alemania. El riesgo de problemas en las entregas de los insumos clave hizo que las empresas de los países con altos ingresos reevaluaran sus redes de producción.

Aunque la crisis financiera mundial puso fin a la hiperglobalización, parece que la pandemia de la COVID-19 desató la desglobalización. El coronavirus introdujo un nivel de incertidumbre mundial sin precedentes, que aumentó los efectos heredados del impacto de 2008. Con Kemal Kilic, de la Universidad de Múnich (LMU), estimamos que la COVID-19 redujo las cadenas de aprovisionamiento mundial un 35 % (tomando como indicador la participación de los insumos importados desde países en vías de desarrollo en los insumos totales).

Ahora la guerra de Putin está acelerando la desglobalización que comenzó con la COVID-19. El conflicto conmocionó a la economía mundial y aumentó aún más la incertidumbre en el planeta. Para peor, parece que la agresión rusa es tan solo una de las manifestaciones de una tendencia autoritaria más amplia.

Un mundo con autocracias cada vez más asertivas no favorece al comercio, las cadenas de aprovisionamiento mundial ni a la inversión directa extranjera. Las acciones recientes de China son especialmente preocupantes. China aplicó sanciones a las importaciones desde Lituania en represalia, debido a que ese país alberga a un Departamento para la Representación de Taiwán, e impuso aranceles a las importaciones desde Australia luego de que los funcionarios australianos criticaran el bloqueo chino de la investigación sobre el origen de la pandemia.

Desafortunadamente, el uso del comercio como arma se ha tornado demasiado frecuente y, junto con el impacto de la guerra de Putin y la sostenida incertidumbre por la pandemia, prolongarán las perturbaciones en las cadenas de aprovisionamiento. Cuanto más duren esas perturbaciones, más probable será la reorganización completa de las cadenas de aprovisionamiento de las empresas. La secretaria del Tesoro de EE. UU., Janet Yellen, ya sugirió que se debiera agregar la «localización en sitios amistosos» de la producción a la lista de opciones estratégicas, junto con la relocalización dentro del país. En Alemania, la localización en sitios amistosos ya comenzó. Según una encuesta del Instituto Ifo, el 50 % de las empresas alemanas con cadenas de aprovisionamiento en China están reevaluando sus operaciones.

El modelo económico alemán aún sigue vivo. Pero su elevada dependencia del comercio internacional implica que, debido al cambiante entorno económico y geopolítico actual, Alemania tendrá que enfrentar mayores desafíos que la mayoría de los demás países desarrollados. La mejor forma en que Alemania puede mantener su modelo económico pos Guerra Fría es diversificar sus relaciones comerciales para evitar la exposición excesiva a la inestabilidad en un país o una región específicos.

Dalia Marin, Professor of International Economics at the School of Management of the Technical University of Munich, is a research fellow at the Centre for Economic Policy Research and non-resident fellow at Bruegel. Traducción al español por Ant-Translation.

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