La guerra de Rusia contra la economía de Ucrania

La economía de Ucrania puede no encontrarse ya en caída libre, pero sigue teniendo problemas graves. Su PIB se contrajo un 6,8 por ciento en el año pasado y se prevé que se reduzca otro nueve por ciento en este año: una pérdida total del 16 por ciento, aproximadamente, en dos años. Aunque la situación parece, en cierta medida, estar estabilizándose –la depreciación del hryvnia ha eliminado su déficit por cuenta corriente y un ajuste fiscal en gran escala ha propiciado el equilibrio del saldo de caja en el segundo trimestre de este año–, sigue siendo precaria.

Las dificultades económicas primordiales de Ucrania no son de origen interno, sino consecuencia de la agresión rusa. El beligerante vecino oriental se ha anexionado a Crimea, ha subvencionado a los rebeldes de la Ucrania oriental, ha aplicado una guerra comercial, al interrumpir intermitentemente su suministro de gas natural, y amenaza con un ataque financiero. Hasta ahora, Ucrania ha logrado milagrosamente soportar esos asaltos con poco apoyo internacional, pero necesita asistencia urgentemente.

La anexión de Crimea por Rusia en marzo de 2014 arrebató a Ucrania el cuatro por ciento de su PIB. Desde entonces, las fuerzas armadas apoyadas por Rusia han ocupado territorios de la Ucrania oriental que representaron el diez por ciento de su PIB en 2013. Como la producción en la región de Donbas se ha desplomado un 70 por ciento desde entonces, el costo para Ucrania ha sido de un siete por ciento, aproximadamente, de su PIB de 2013.

Desde 2013, las sanciones comerciales a Rusia han reducido las exportaciones de Ucrania a ese país en un 70 por ciento, lo que representa una disminución del 18 por ciento de las exportaciones totales de Ucrania. Tan sólo el año pasado, las exportaciones de Ucrania a Rusia, que comprendían, entre otras cosas, maquinaria, acero, productos agrícolas y productos químicos, se redujeron a la mitad. Por razones logísticas, la falta de vínculos comerciales y la especialización de algunos productos, no se pudo reorientarlas a corto plazo. Según mis cálculos, la pérdida probablemente corresponderá a una reducción del seis por ciento del PIB de Ucrania.

Los hombres de negocios de todo el mundo están al corriente del asalto de Rusia a Ucrania y no es de extrañar que pocos de ellos quieran invertir en una zona de guerra. A consecuencia de ello, la inversión extranjera directa y neta en Ucrania, que ascendía a un poco más del tres por ciento del PIB antes del comienzo de las hostilidades, ha desaparecido. Ese porcentaje equivale a una reducción correspondiente del tres por ciento del PIB. Además, Ucrania ha afrontado una guerra intermitente del gas. Aún está por llegar el asalto final.

Dejando a Crimea de lado, podemos intentar sumar por lo bajo las pérdidas económicas de Ucrania debidas a la agresión de Rusia. Aproximadamente, el siete por ciento de pérdida de producción en la Ucrania oriental ocupada, el seis por ciento de pérdidas debidas a las sanciones comerciales, más el tres por ciento de pérdida de la inversión extranjera directa, equivalen al 16 por ciento del PIB: ésa es la cantidad total que, según se calcula, ha perdido Ucrania desde el comienzo de 2014 hasta el fin este año.

El objetivo aparente, pero no declarado, de Rusia es el de procurar que la Ucrania democrática quiebre, sin parecer enteramente culpable de haberlo causado, de lo que se desprende una importante conclusión: Ucrania no es la culpable, sino la víctima y, como tal, se debe tratarla. Para contrarrestar una agresión militar no bastan los créditos con miras a la estabilización, sino que hace falta también apoyo militar.

Los países europeos deben tener en cuenta que, en vista de la actitud amenazadora del Kremlin en las zonas del Báltico y de los Balcanes, pocas son las razones para creer que la amenaza rusa vaya a limitarse a Ucrania. La entrega de armas a Ucrania antes de los ataques rusos, a las claras o a escondidas, debe ser una prioridad.

El 1 de julio, Rusia abrió un nuevo frente en la guerra económica contra Ucrania, cuando la gigantesca empresa energética Gazprom, cuyo accionista mayoritario es el Estado ruso y que aplica ampliamente los objetivos de la política exterior rusa, decidió unilateralmente interrumpir el suministro de gas a ese país. En vista del superávit de gas mundial, Europa está en condiciones de decir a Rusia sin vacilar que sus métodos corruptos ya no son aceptables. En particular, la Comisión Europea debe insistir en que Ucrania pueda seguir importando gas de Grazprom para aumentar los suministros europeos.

Además, la guerra económica está haciendo que resulte casi imposible a Ucrania abordar la emergencia en materia humanitaria que ha causado la agresión rusa: más de 6.000 ciudadanos muertos, decenas de miles heridos y 1,3 millones de personas internamente desplazadas. La comunidad internacional, también encabezada por la UE, debe prestar una importante asistencia humanitaria.

El programa de estabilización de Ucrania con el Fondo Monetario Internacional es correcto, pero no está financiado suficientemente. Un crédito suplementario de unos 10.000 millones de dólares es necesario para aumentar las reservas internacionales de Ucrania y estabilizar su divisa a fin de que se puedan levantar los controles. Esos fondos deberían llegar de la UE y de los Estados Unidos. Entretanto, la UE debe hacer que la guerra comercial de Rusia contra Ucrania sea el elemento fundamental de cualesquiera negociaciones comerciales con el Kremlin y debe abolir los estrictos cupos de importación que aún aplica a los productos ucranianos.

Por ultimo, se debe recurrir a todas las vías para obligar a Rusia a rendir cuentas. No sólo se deben prolongar las sanciones contra los amiguetes del Presidente Vladimir Putin, sino también incrementarlas y los EE.UU., después de su éxito al enfrentarse a la FIFA, deben exponer a la luz pública a los delincuentes del régimen del ex Presidente Viktor Yanukovych y al círculo de Putín. Como muchos de ellos tienen cuentas en dólares de los EE.UU. de bancos internacionales, están sujetos a procesamiento por los tribunales americanos. No se debe dejar a Ucrania sola para que haga frente a Rusia.

Anders Åslund is a senior fellow at the Atlantic Council in Washington, DC, and the author, most recently, of Ukraine: What Went Wrong and How to Fix It. Traducido del inglés por Carlos Manzano.

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