La guerra o la paz balcánicas

Habrá otra guerra en los Balcanes? ¿Se dividirá Bosnia? ¿Empezará la guerra civil en Montenegro y Macedonia? ¿Estallará Kosovo? Son las preguntas que últimamente suenan en los medios de comunicación, en las calles e incluso en las instituciones políticas, científicas y religiosas balcánicas e internacionales. Se calienta la olla que, ya hace casi 20 años, preocupa a los chefs en todos los ámbitos. Últimamente, se han pronunciado algunos de ellos. Mate Granic, exprimer ministro de Croacia y firmante del Tratado de Dayton, dijo: "En Bosnia se está cocinando algo gordo y Croacia debería estar preparada". En un texto firmado por el exalto representante en Sarajevo, Paddy Ashdown, y el artífice del acuerdo de Dayton, Richard Holbrooke, se asegura que Bosnia está al borde del colapso.

El embajador de EEUU en Sarajevo, Charles English, responde que su país no permitirá la división y desaparición de Bosnia. Por su parte, el actual alto representante en Bosnia, Miroslav Lajcak, afirma que ha vivido dos veces una situación parecida a la de la Bosnia actual: en los últimos días de Checoslovaquia y en los días previos al referendo en Montenegro para la separación de Serbia. Recientemente, en Podgorica, la capital de Montenegro, en un mitin accidentado, acompañado de graves disturbios, contra el reconocimiento de la independencia de Kosovo decidido por las autoridades montenegrinas, el metropolitano (arzobispo) de Montenegro, Amfilohije Radovic, un guerrero con hábito (el mismo que durante la agresión contra Bosnia repartía las armas en las iglesias y bendecía a los guerrilleros que iban a la conquista), declaró que, después de lo ocurrido en Kosovo, una nueva guerra en los Balcanes es inevitable.
Consciente de que, por varias razones, la guerra en Kosovo no es posible, su objetivo --y no solo suyo-- ahora es Bosnia, el eslabón más débil del mapa balcánico. Sabiendo que el beligerante clérigo era el guía espiritual de Radovan Karadzic y que es un destacado partidario de la división de Bosnia, es obvio que sus declaraciones tienen como fin calentar los ánimos y preparar a los serbios, en particular a los serbobosnios, para una nueva aventura.

El Estado de Bosnia no funciona. La entidad serbia paraliza su funcionamiento, y con obstáculos, vetos y desobediencia civil e institucional intenta agotar la paciencia de la comunidad internacional e independizarse. Apoyados por los rusos, los serbios piden el fin de la presencia de la comunidad internacional en Bosnia. Paralelamente, preparan un referendo (por supuesto, inconstitucional) para sondear la opinión pública sobre la independencia. El resultado es más que previsible. La entidad es étnicamente limpia y los escasos bosniomusulmanes y croatas que se atreven a volver a los pueblos de su martirio son ciudadanos de segunda.

Popr otro lado, los insensibles políticos bosnios y croatas no hacen lo más mínimo para despertar la confianza perdida. Los musulmanes, apoyándose en la sentencia del Tribunal de La Haya, reabren la cuestión del origen genocida y criminal de la entidad serbia, lo que estos últimos interpretan como el intento de anularla, de establecer un Estado centralizado con la dominación de los musulmanes donde ellos --los serbios-- serían ciudadanos de segunda categoría. El caos se agrava si se añaden las últimas elecciones locales por la victoria de los partidos nacionalistas --los mismos que empezaron la guerra en 1992-- y un entorno nada favorable: Montenegro está hirviendo, Macedonia es un país desesperado, Serbia está frustrada, Croacia y parte de los croatas de Bosnia todavía sueñan con su unificación, Kosovo sigue siendo un barril de pólvora, Albania no encuentra su identidad sin la unificación con Kosovo (lo que no está en la hoja de ruta de la política internacional), etcétera.

La guinda es la crisis económica mundial, que traerá un importante, casi mortal, cese de los créditos que actualmente dan vida a la mayoría de los países de la región. Contemplando el caos económico y político, no es de extrañar que los políticos de toda la región sean corruptos o que piensen más en los símbolos y señas de identidad de su nación que en los estados que representan. El Foro Económico Mundial revela en un informe que, entre 134 estados, solo los ciudadanos de Zimbabue, Venezuela y Paraguay tienen menos confianza en los políticos que los bosnios.

A los europeos no les gustará, pero la mayoría de bosnios piensan que la salvación solo puede llegar de nuevo de EEUU. El embajador estadounidense dice lo que los bosnios quieren oír: con independencia de los resultados de las elecciones del 4 de noviembre, Bosnia continuará siendo un asunto de interés nacional de la política norteamericana.

Por último, ¿cómo tiene que interpretarse la declaración de Olli Rehn, el comisario europeo para la Ampliación, de que el año 2009 será el de los Balcanes? Puede ser que lo aclare la sesión del comité para la aplicación de los acuerdos de paz en la reunión que tendrá lugar al final de este mes, el mismo en que se elegirá al nuevo patriarca de la muy influyente iglesia ortodoxa serbia. El candidato con más posibilidades es el mismo amigo del alma de Karadzic: el metropolitano Amfilohije Radovic.
¿Quiénes ganarán la cruzada que se avecina: los viejos o los nuevos cruzados?

Boban Minic, periodista.