La guerra que viene

Por Manuel Ramírez, catedrático de Derecho Político de la Universidad de Zaragoza (EL PERIÓDICO, 06/04/06):

Hablemos de la guerra que viene, o quizá habría que hablar de las guerras que vienen. Únicamente el horror que produce el evento lleva a singularizar el tema. Pero, en realidad y como ingrediente de su naturaleza, se trata de varios focos de origen, de una gran pluralidad de medios de ataque y de distintos frentes a batir. Los lazos de unión parecen ser una cultura, quizá una raza y, sobre todo, una religión. Hay que decir que en líneas generales esta nueva guerra para el actual siglo se venía apuntando por algunos autores. Desaparecido el enfrentamiento entre Oriente y Occidente, que tenía un fuerte componente ideológico, simbolizado por el muro de Berlín y luego diluido por vía de la globalización, los ahora llamados a la contienda lo serían por razones religiosas, por crueles diferencias económicas o por componentes culturales. En suma, a la dicotomía Este-Oeste sucedería el choque Norte-Sur.
Cuando dos grandes torres caen pulverizadas en el prepotente Nueva York suena la voz de alarma. Que es también el primer aviso. El gran imperio de casi todo ha tambaleado sin previo aviso y sin razón aparente. Así será igualmente la cadena de traumas que le suceden: Madrid, Londres, el mismo Rabat... La guerra ha comenzado. En varios frentes y con diferentes formas de ataque. Las motivaciones religiosas aparecen para cubrir los destrozos.
Unos dibujos ridiculizando la figura de Mahoma en un periódico de Dinamarca han encendido la antorcha. Repárese en el hecho de que se trata del fundador de un credo en el que hasta los mismos musulmanes tienen prohibido reproducir su imagen de la forma que fuere. Y ocurre que, de pronto, uno de los países del Occidente acogedor lo hace y de forma harto grotesca. La antorcha reivindicativa se extiende por gran parte de ese Tercer Mundo. Y la protesta se hace de la forma que las masas tienen en sus manos: fuego, piedras, huevos, pintadas. Toda una ola se levanta contra embajadas y legaciones de la Europa que ha cometido el gran pecado.

EL FENÓMENO bien puede interpretarse como la explosión masiva de la ira contenida durante decenios. Por la colonización de antaño y la explotación de hogaño. Sí. Debajo de los dibujos profanadores, gran parte de los condenados de la Tierra parecen haber encontrado la excusa para encender la mecha contra el siempre perverso infiel. Ellos tienen poco que perder porque a través de esa gran quema se suman puntos válidos para la eternidad. Su sufrimiento es muy pasajero porque tiene inmediata compensación.
Lo peculiar de esta emprendida guerra es que sus milicias son súbditos de jefes portentosos. Que viven bañándose en los beneficios obtenidos precisamente del mercado con los infieles y que, de momento, nada arriesgan en las fanáticas conductas de sus súbditos. Ellos ya tienen su propio paraíso obtenido sin reparos y puede que hasta gocen de un pizco de tranquilidad mientras sus fieles seguidores apunten hacia otros objetivos. Nunca pueden llegar a ser ni dictadores, sencillamente porque representan lo que las dichosas figuras de los malvados diarios de Occidente se han atrevido a poner en solfa. Son jefes religiosos ante quienes bajar la cabeza.
No menor circunstancia constituye el hecho de que, en la mayoría de los casos, los llamados a la venganza habitan ya en las potencias explotadoras. Una generosa política de emigración ha permitido su presencia física y legal. Hay que esperar pocos años para que, como ha ocurrido en la liberal Francia, quienes antes fueron acogidos como pobres hambrientos ahora alcen sus voces en un nuevo tipo de reivindicación igualitaria. Y las pérfidas torres que cuando lo necesitaban abrían puertas para que otros de color distinto hicieran los menesteres que ya ni sus propios pobres querían realizar, ahora no saben qué hacer. Bueno, sí lo saben, pero ni lo confiesan ni están dispuestos a ello. Porque ello se llama mejor reparto de la riqueza. Mayor apoyo económico para que quienes vienen, no tengan que venir. Pero en este punto nadie cede un palmo del escandaloso capitalismo bien globalizado

Y CUANDO la guerra surge o inventamos bellas palabras que aisladas a nada comprometen o nos tranquilizamos remitiendo las soluciones a las vías de una democracia que ellos ni tienen, ni les importa. ¿Estado de derecho o libertad de prensa? ¿Qué es eso ante el veredicto de sus jefes religiosos en la Tierra? Ignoro si esta nueva guerra de nuestro siglo tiene una solución final y feliz para todos. A lo peor es que alguien, por lo que sea, nos quiso hacer a todos diferentes y esto es un valle de lágrimas. Pero pienso que para que no sean siempre los mismos ojos los que lloran, otros debían gastar menos en lo superfluo y adquirir un poco en los mercados en que se venden tolerancia y respeto mutuo. Naturalmente, para convivir sin incendios de ira y venganza.