La historia de la Conquista que López Obrador ignora

Se ha cumplido el 500 aniversario de la caída del Imperio azteca en el año 1521, rendida su capital, la mítica Tenochtitlán, por la coalición de soldados españoles y un gran conglomerado de etnias indias, que aprovecharon la llegada de aquellos extraños hombres barbados a las costas de su país tres años antes para intentar sacudirse al fin el opresivo yugo de los aztecas.

Sorprendentemente la efeméride ha sido aprovechada por un burgués criollo, el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, populista de manual, para ofrecer perdón a las víctimas de la catástrofe y enmarcar el año bajo el lema 500 años de resistencia indígena. Llama la atención que él, como digo un blanco de pura cepa, que preside un país que aún hoy sigue discriminando de manera flagrante a decenas de etnias indígenas, se permita liderar una reivindicación a favor de los nativos del Anáhuac utilizando para ello la crítica a España. ¡Y a una España de hace 500 años!

Cae este político en la falacia de juzgar con los parámetros morales actuales los hechos acaecidos hace cinco siglos, y posiblemente lo hace de manera maliciosa para intentar ocultar las carencias y desigualdades sociales del México actual.

Llama también la atención que el Gobierno español no haya salido al quite de la tergiversación histórica, como es llamativo que a los españolitos de a pie apenas se nos hablara en el colegio (y hablo de cuando existía el BUP... no quiero ni imaginarme qué se les contará ahora a nuestros escolares) de los hechos históricos de los que fueron protagonistas aquellos compatriotas, muchos de ellos nacidos en La Mancha, que cruzaron el mar y se enfrentaron a peligros ignotos.

La Leyenda Negra ha impuesto la opinión de que aquellos hombres lo hacían porque aquí eran pobres y bellacos, y les movía el afán de oro. Pero cuando uno lee (y algo he leído yo sobre aquellos años y aquellas gentes) averigua que, por ejemplo, en la expedición primigenia de Hernán Cortés un porcentaje muy importante de sus hombres eran hidalgos que habían sido soldados en Nápoles o habían combatido contra el moro en Granada.

Y que siempre hubo acompañando a todos los conquistadores un padre Olmedo y un notario real, porque más allá del enriquecimiento personal, el origen último y principal de la Conquista fue añadir tierras al Imperio español y, sobre todo, añadir almas a la fe verdadera, que para ellos obviamente era la católica.

Se olvida que aquellas gentes habían nacido y se habían criado en un mundo dominado por el conflicto religioso entre el Islam y la Cristiandad, y venían del punto de querella principal en aquellos años entre esas dos creencias. Que la reina Isabel dictara leyes que obligaban a ofrecer siempre a los nativos americanos la posibilidad de integrarse voluntaria y pacíficamente en la Corona de Castilla y en la fe católica, y que impedían de manera tajante someterlos a ningún tipo de esclavitud, es algo que la Leyenda Negra ha querido ocultar y que el presidente López Obrador nunca mencionará.

Como no menciona que la hazaña de Cortés sólo pudo realizarse por la crueldad sin límite y el expolio al que los aztecas tenían sometidos a todos los pueblos de la meseta mexica, obligados a entregar tributo de sangre para cada fiesta que se organizaba en la capital. Fiestas, varias cada año, que habitualmente terminaban con el sacrificio de cientos de personas en el altar del dios al que se homenajeaba, y el posterior festín antropófago ritual de la carne de las víctimas.

Lo que debería explicarse en nuestros colegios es de qué pasta estaban hechos aquellos hombres que, vestidos de manera inapropiada para un clima tórrido, sin conocimiento de la flora y la fauna que los rodeaba, sometidos al castigo de la malaria y el resto de fiebres tropicales, atónitos ante el descubrimiento de templos inmensos rodeados de restos humanos e ídolos representados por sus propios feligreses con forma de monstruos indescriptibles, fueron capaces de vencer su temor y seguir avanzando desde la costa hasta la capital, escasos cientos de soldados rodeados por decenas de miles de guerreros.

Una marcha que debería pasar a la historia por su atrevimiento, obstinación y genialidad táctica, y sin duda como uno de los grandes hitos de la exploración del ser humano, posiblemente al nivel del que, quizá algún día, nos llevará a conocer otros planetas habitados.

En mi opinión no hay oro ni ningún afán material que pudiera mover a nadie a arrostrar semejantes riesgos casi suicidas, sino el espíritu mismo del Medievo, que llevaba a los hombres a considerarse una herramienta de Dios en la tierra y hacer de la expansión de su religión el principal objetivo de sus vidas y la salvaguarda definitiva de sus almas.

Terminaré diciendo que un solo mes de la primitiva expedición de Hernán Cortés en el año 1519 contiene más hechos de armas heroicos y más pruebas de genialidad política (realizada, además, con pueblos que hablaban otro idioma y que tenían costumbres completamente diferentes) que la historia completa de muchas naciones que en el mundo son hoy día.

Que nuestro país haya olvidado todo eso o, peor aún, lo critique sin conocerlo es uno de los grandes fracasos actuales de nuestra nación. Bien harían nuestros responsables educativos en procurar solventar esta carencia porque un país que se precie sólo podrá seguir siéndolo si conoce de verdad, bien, su historia.

Tomás Segura es profesor titular de la Universidad de Castilla-La Mancha y miembro de la Academia de Medicina de Castilla-La Mancha

1 comentario


  1. Soy seguidor de AMLO y estoy convencido de que es el hombre que México esperaba. Pero en este tema se equivoca rotundamente, debe rectificar su interpretación simple sobre la conquista, pues está creando un ambiente desagradable, no solo de rechazo entre entre los dos países, sino incluso de odio.

    El camino que propone el Presidente, es un camino ya andado. Sería muy saludable emplearse con voluntad reconciliadora, en analizar el Tratado de Paz y Amistad entre la República Mexicana y España, llamado de Calatrava, concluido y firmado en Madrid con fecha veintiocho de diciembre -día de los inocentes- de 1838.

    España y su pueblo no son IBERDROLA y socios.

    De acuerdo, profesor Tomas Segura

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