La historia del PP

Hace tiempo tiempo que no estoy en la política activa, pero cuando se ha dedicado toda una vida al servicio público bajo las siglas del Partido Popular es difícil no sentirse interpelado por la situación actual de nuestro partido. Llevo muchos años de militancia y he vivido en primera persona las muchas dificultades que tuvimos que superar a lo largo de nuestra historia sin perder nunca la fe en nuestro partido. Porque hay algo peor que estar en la oposición, algo peor que unos malos resultados electorales, algo peor que los ataques de los rivales o incluso algo peor que las disputas internas: lo peor es dejar de creer en nosotros, en nuestros compañeros y en nuestra historia.

Yo me niego a aceptar esa derrota autoinfligida; me niego a que todo lo ocurrido en el PP hasta 2018 fue erróneo, mezquino o corrupto. Me niego a que se desprecien tantos años de trabajo silencioso y desinteresado de mucha gente por el bien de su país, de su comunidad autónoma o de su pueblo, por pequeño que pueda ser. Me niego a aceptar el acoso y derribo a tantos cargos públicos que fueron acusados injustamente, que pagaron la consabida pena de telediario y el ostracismo público para acabar siendo absueltos en los tribunales.

La historia del PPY puedo hablar de ello con toda autoridad porque yo he sufrido esa situación en primera persona. He sido diputada regional, diputada nacional y senadora del Partido Popular. Durante 20 años logré, como alcaldesa de Cartagena, los mejores resultados electorales en la historia de la ciudad para el Partido Popular. Y después de todo eso me vi obligada a destinar todos los recursos de mi vida –personales y económicos– a defender mi honorabilidad. Me vi envuelta en 12 procesos de investigación y en dos causas ante el Supremo. Y aunque la Justicia me dio la razón en todas las ocasiones, nada podrá restaurar el enorme sufrimiento personal y familiar que he soportado durante tanto tiempo.

Dado que todas las denuncias partieron de mis rivales políticos, entiendo que el calvario personal que he pasado se debió en gran medida a mi condición de militante del Partido Popular. Por eso entiendo que la confirmación de mi inocencia también suponía un triunfo del Partido Popular. Lo mismo podría decir de tantos otros compañeros cuyo sacrificio no me gustaría que fuera en balde. Hablo, entre otros, de Miguel Ángel Cámara, alcalde de Murcia, Oscar Clavell, alcalde de La Vall d’Uxó o Rita Barberá, la alcaldesa que transformó la ciudad de Valencia y que por desgracia ya nunca podrá hacer gala de su honorabilidad.

Claro que ha habido compañeros cuya conducta nos ha manchado a todos, como en todos los partidos políticos, pero son una minoría y en modo alguno pueden justificar la campaña de demonización que se ha hecho contra nosotros y que contrasta vivamente con la tolerancia que se ha tenido hacia los escándalos de otras formaciones políticas.

Sé que, como en tantos otros casos, se me utilizó como arma arrojadiza contra mi partido. Incluso tuve que renunciar a mi militancia en el PP para que se pudieran aprobar los Presupuestos Generales del Estado del 2018,  porque así lo exigió Cs y Albert Rivera, quien me negó un derecho tan elemental como el de la presunción de inocencia. Lamento que después de tantos sacrificios y después de resultar absueltos de los hechos que se nos imputaban, tantos compañeros hayamos pasado a ser elementos inservibles para la organización. Estamos amortizados, como juguetes rotos, aunque paradójicamente somos el ejemplo más elocuente de todas las acusaciones injustas que nuestro partido ha padecido en estos años.

Cada dirección tiene derecho a hacer sus equipos y esta dirección del Partido Popular ha podido hacer los suyos con total libertad, sin que ningún sector crítico expresara su oposición. Este es un partido definido por la lealtad. Precisamente por ello no puedo dejar de sorprenderme cuando veo que se menosprecia la historia y la trayectoria de una formación política que siempre será un motivo de orgullo para todos.

Lo que ahora es España no se entendería sin la labor abnegada de cientos de miles de políticos, concejales, alcaldes y consejeros de este partido que trabajaron incansablemente por sus pueblos y ciudades pisando sus calles y hablando con sus gentes. Ellos hicieron del PP la organización política más grande de nuestro país con casi 11 millones de votantes que en 2011 que nos otorgaron los mejores resultados de la historia. Rajoy supo convocar a muchos votantes moderados que siguieron confiando en el PP en todas las elecciones a las que se presentó. Existía Vox, existía Cs y existían los casos de corrupción, pero con Rajoy el Partido Popular ganaba las elecciones: las generales, las municipales y las autonómicas.

Desde luego yo me niego a borrar de un plumazo la gestión de un hombre sencillo que hizo cosas muy importantes: asumió el gobierno de un país hundido en una profunda crisis y con sus 186 diputados supo dar la vuelta a la situación. Con templanza, serenidad y capacidad de gestión consiguió evitar un rescate que se veía inevitable, garantizó el poder adquisitivo de los pensionistas, dejó un millón doscientos mil parados menos de los que encontró.Y en la crisis catalana aplicó la ley, destituyó al Gobierno sedicioso y supo articular el gran consenso político que España necesitaba en ese momento. Habrá quien considere que no es suficiente, pero yo sé que es mucho más de lo que hizo ningún presidente de Gobierno hasta entonces.

Me resulta muy difícil de entender que en este momento de enorme dificultad la única solución que se haya encontrado para devolver al Partido Popular su prestigio sea cambiar las piezas de lugar como si de un monopoly se tratara e intentar dar carpetazo a toda la etapa anterior.  Entiendo que en todas partes, especialmente en los partidos políticos, hay que hacer limpieza a menudo y no permitir que se nos acumulen rincones que acaben ensuciando toda la habitación, pero me parece un error que en esa tarea tiremos a la basura auténticos tesoros que por su trabajo discreto y silencioso no han sido detectados por los expertos del ruidoso mundo de las redes sociales.

Me niego a creer que la organización con más implantación y capilaridad en el territorio no sea capaz de encontrar la fórmula para recuperar al votante moderado que confió en nuestras siglas para mejorar su bienestar y su calidad de vida.

Estoy segura que es posible aglutinar este centro derecha atomizado en el que nos movemos, pero para ello tenemos que despertar del letargo y la resignación. El PP ha crecido cuando ha sumado, cuando ha sido capaz de recoger las sensibilidades de todos aquellos que ideológicamente transitan por una vía ancha. Hoy la representación de la moderación  debe unirse, abandonando aventuras de partidos personalistas que al carecer de base ideológica se derrumban cuando desaparece el líder, cuyos votantes bien podrían sentirse cómodos y representados poniendo su confianza en un PP que sabe a dónde va.

Tampoco debemos olvidar a muchos votantes socialistas que no se ven reflejados en el PSOE actual, que están tan alejados de Sanchez y de esta nociva coalición que antes de darles su confianza, prefieren no votar. A todos ellos debemos abrirles las puertas de un partido moderado y respetuoso, que se preocupe de verdad por las cosas serias que no son otras que el empleo, el desarrollo económico, el bienestar social y la convivencia en paz.

Así que empecemos a trabajar para salir de esta absurda autoinculpación porque millones de ciudadanos asisten perplejos a lo que está ocurriendo en España y la única alternativa a este espectáculo de ira y sinrazón solo puede venir de un partido de centro derecha, moderado, reformista y con sentido de Estado.  Esos ciudadanos que en alguna ocasión votaron al PP tienen que vernos y reconocernos como el gran partido que siempre hemos sido. Yo creo que esto no solo es posible sino necesario y que todos los militantes – jóvenes y no tan jóvenes– estaríamos encantados de ponernos a trabajar.

Pilar Barreiro Álvarez fue alcaldesa de Cartagena, diputada nacional y senadora del PP.

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