La Historia se repite

Tras la muerte de Salomón, el 931 a. C., las tribus del norte instan al Estado a bajar la fiscalidad y al final deciden no admitir a Roboam en el trono. Nacen dos países enfrentados, Israel y Judá. Primaron los intereses particulares y foráneos, pero en Israel ya se habían olvidado de su historia común. Nos preguntamos incrédulos: pero ¿cómo se iban a fragmentar las doce tribus, si todas ellas tenían la paternidad de Jacob?, ¿no descendían todos de los hebreos que habían huido de la esclavitud en Egipto?, ¿no habían cruzado sus antepasados juntos el mar Rojo y caminado durante años por el desierto?, ¿no habían conquistado en nombre de Yahvé la tierra prometida?, ¿no habían luchado todos recientemente con el rey David?...

Tras la ruptura se fomentó el hecho diferencial, así, el rey de Israel instaura el culto a Baal y crea una casta de sacerdotes ajena a la tribu de Leví, estos se exiliaron en Judá. Más adelante, también huyeron hacia el sur gentes de las tribus de Efraím, Manasés y Simeón. Hubo exiliados y refugiados. Los nuevos países, empobrecidos y con el poderío militar fragmentado, fueron atacados por pueblos vecinos: sirios, moabitas, filisteos y otros. También hubo hambrunas, inestabilidad, y muchos de sus reyes murieron violentamente.

Solo la Historia permite ver el carácter cíclico de los errores y esto debería tenerse en cuenta ahora en Cataluña. La región está unida a España por historia, cultura, sangre y economía, pero parece que ya nadie se da cuenta de ello, que pertenecemos a entes ajenos y enfrentados, que no nos acordamos de las raíces compartidas...

Soy catalán, estoy casado con una castellana y nunca hemos apreciado que existiesen diferencias culturales entre nosotros. Más de 3.500.000 catalanes tenemos lazos de sangre con el resto de los españoles, mis hijos son madrileños y tienen una abuela murciana. ¿Cómo no nos va a querer España si somos de los suyos? Pero se ha sembrado la desconfianza, hay gente que piensa que se odia a Cataluña y se vende la imagen de pueblo oprimido. No cabe duda de que el nacionalismo está ganado la batalla de la educación y la propaganda, tienen unos objetivos claros y ponen dinero público en ello. Nosotros, mientras, estamos esperando que escampe el temporal.

El nacionalismo ha generado desinformación. Nos preguntamos incrédulos: pero ¿no luchamos juntos en las Navas de Tolosa, Lepanto o la Guerra de la Independencia?, ¿no fue Tarragona capital de la Hispania Citerior o Barcelona de la Hispania visigótica?, ¿no dijo Jaime I al abandonar el Concilio de Avignon: «Dejemos sentado nuestro honor de españoles»?, ¿no se llamaba la nave capitana de los almogávares La Española?, ¿no hay decenas de municipios de Hispanoamérica que se llaman Barcelona?, ¿no nos hemos sentido muchos catalanes españoles, como Manuel Amat, Baltasar de Portalá, Pi i Margall, Prim, Joan Maragall, Dalí, Montserrat Caballé, Albert Boadella…? Si no conseguimos parar esta sinrazón, la ruina y los males nos llegarán, como ocurrió a los israelitas.

Según datos de 2011, Cataluña vende al resto de España el 47 por ciento de lo que exporta; total, 49.389 millones de euros. Cataluña compra en España 26.705 millones ¿Quién garantiza, con la ruptura territorial, este comercio con un balance favorable de 22.000 millones para Cataluña? Y no se incluyen en estas cifras los servicios: bancos, energía, turismo…, que perderían parte sustancial de sus clientes españoles.

La independencia supondrá la salida de la UE, por ley, según han recordado autoridades europeas. Francia vetaría entrar a un nuevo estado que aspira hacerse con parte de su territorio. En Cataluña se oculta esta información y se dice que estarían en Europa por derecho y que el nuevo estado sería el sexto o séptimo más rico de la eurozona. Pero la realidad es tozuda, lo más inmediato sería la pérdida de ayudas comunitarias, por ejemplo: 400 millones anuales en la agricultura. No habría dinero para infraestructuras, como hasta ahora ha ocurrido con el AVE a Gerona, el aeropuerto del Prat, el puerto de Barcelona y tantas otras obras que han recibido suculentas aportaciones. También se perderían importantes partidas en proyectos de I+D. Cataluña obtuvo, en 2010, 1.726 millones de fondos europeos. Por otro lado, cerca del 75 por ciento de las exportaciones catalanas van hacia Europa, por eso la salida del área de libre comercio llevaría a pagar aranceles, por tanto mermarían las ventas. Lo poco que se comerciase al resto de España pagaría el IVA fuera de Cataluña, no como ocurre hasta ahora. Habría sectores de Cataluña que mermarían productivamente un 20 o 30 por ciento, caería el PIB más del 20 por ciento y se perderían miles de puestos de trabajo. También hubo avisos de deslocalizaciones industriales. Existiría una gran hambruna e inestabilidad social, y la mitad de la población seguiríamos mirando hacia España.

Tengamos «seny», la catástrofe aún no está consumada.

Octavio Puche i Riart, profesor de Historia de la Geología y de la MInería en la Universidad Politécnica de Madrid.

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