La hoja de ruta americana de la derecha española

Por Alberto Acereda, catedrático en la Universidad del Estado de Arizona y miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua (ABC, 18/03/06):

SI el Partido Popular aspira realmente a ganar las próximas elecciones generales, debe entrar en la batalla ideológica y en el delineamiento de unas políticas claras y ajustadas a las necesidades de los ciudadanos. Nuestro permanente reclamo por un auténtico liberalismo conservador se inscribe en la convicción de que en todo grupo político es conveniente la pluralidad de opiniones, pero siempre dentro de una compartida línea ideológica y como única garantía de unión y avance. Una de las obligaciones de los líderes políticos de la derecha española hacia su ejemplar y fiel base social es la de explicar en qué consisten los principios defendidos por el PP y el modo en que afectarán a la vida de los individuos.

Mariano Rajoy y los líderes de su partido deberían poner mucha atención a la actual situación política en EE.UU. De ella pueden extraer varias enseñanzas al hilo de la actual campaña electoral estadounidense, ya en marcha. El próximo noviembre, coincidiendo con la mitad del segundo mandato presidencial de George W. Bush, los norteamericanos tendrán la oportunidad de votar a sus senadores y congresistas. Dichas elecciones intermedias resultan clave porque para la derecha liberal-conservadora, representada por el Partido Republicano, supondrán o el mantenimiento o la pérdida de la mayoría en ambas cámaras.

Lo que salga de esas urnas constituirá el CX Congreso en la historia de EE.UU. y condicionará no sólo la política interior de Bush, sino también su acción exterior, al depender sus decisiones en gran medida de la aprobación por las cámaras del Congreso y del Senado. La pérdida de la actual mayoría implicaría una difícil gestión para el Partido Republicano y para Bush hasta 2008, al margen del más que posible intento por parte de los sectores más a la izquierda del Partido Demócrata de poner contra las cuerdas al presidente y hasta abrir un proceso de acusación (impeachment) contra él.

El caso norteamericano viene a colación porque antes de dos años los españoles votarán en unas elecciones generales. El modo en que la derecha liberal-conservadora norteamericana lleve a cabo su campaña en estos meses debería servir como modelo y hoja de ruta para el PP. Cierto es que las respectivas coyunturas políticas y sociales son distintas, pero en ambos casos hay un denominador común: el odio innato del Partido Demócrata hacia Bush, equivalente a los similares sentimientos que desde el PSOE y sus aliados nacionalistas existen no sólo ya contra Rajoy y el PP en pleno, sino todavía incluso contra José María Aznar.

Otro de los paralelismos que invita a la comparación es el hecho de que la base social de la derecha norteamericana es, como en buena parte de la española, fiel a unos principios y valores. Es así que, tras el impulso ideológico dado por Reagan, la derecha norteamericana ha ido ganando siete de las últimas diez elecciones presidenciales. En EE.UU. hay una fuerte polarización social que, a nuestro juicio, tiene también semejanzas con el caso español. Si aquella confrontación perjudica la vida política estadounidense, sobre todo en los tiempos actuales de guerra contra el terrorismo yihadista, lo mismo podríamos decir en España respecto al activismo judicial, el intervencionismo económico y la capitulación ante los reclamos del secesionismo y el chantaje terrorista. La diferencia está en que los políticos de la derecha norteamericana son capaces de comunicar sus ideas con claridad y sin medias tintas.

Los congresistas y senadores de la derecha estadounidense, a pesar de su momentáneo y errado distanciamiento de Bush por el reciente caso portuario, saben que tienen ocho meses para explicar a su electorado su programa político. Su compromiso con los votantes se apoya en un mensaje claro de libertad, desde lo individual a lo social y desde lo económico a lo espiritual. De esas propuestas puede y debe tomar nota el PP, adaptándolas cuidadosamente a las necesidades concretas de los españoles.

Podrían mencionarse varias iniciativas de la derecha norteamericana claramente expuestas a sus votantes: la reducción del gasto público para programas gubernamentales que no reviertan directamente en la mejora de la vida del individuo; la aprobación de una enmienda legislativa que fiscalmente obligue al Gobierno a cuadrar anualmente los presupuestos generales; la defensa de la santidad de la vida humana; la ley de Protección del Matrimonio, que asegura que dicho concepto significa estrictamente la unión de un hombre y una mujer como esposo y esposa, vetando cualquier definición arbitraria por parte del activismo judicial; la ley de Ética en la vida política, que requiere transparencia y claridad en los representantes políticos y judiciales; la reforma fiscal que haga permanentes los recortes de impuestos; la ley de Reforma de la Inmigración, con un plan claro y detallado, o la ley Patriótica como medio de acabar con el terrorismo.

Podríamos seguir relatando otras varias iniciativas. Muchas de esas propuestas son modelos válidos para España, cuya adaptación no resulta tan difícil. A eso cabe añadir una reforma urgente de la ley Electoral que termine en España con la dictadura de las minorías. Vale la pena ahondar en el ejemplo de la derecha norteamericana, debatir ideas y desarrollarlas en el contexto real de la vida española para presentarse a las elecciones con garantías de éxito. Los españoles no merecen menos.