¿La hora de Birmania?

Crece el interés por Birmania. El mes pasado, Thein Sein se convirtió en el primer presidente de Birmania que visitaba la Casa Blanca en un periodo de casi 50 años y varios líderes, del primer ministro británico, David Cameron, al de India, Manmohan Singh o de Japón, Shinzo Abe, han visitado Rangún.

De hecho, después de años de ausencia, los gobiernos extranjeros se apresuran a abrir sus embajadas en el país. Además, organizaciones multilaterales y exministros de todo el mundo se unen para ayudar a las autoridades a impulsar sus ambiciosos programas, desde ampliar el suministro de electricidad a potenciar sus propias aptitudes y funciones de gobierno. Los inversores, asimismo, sondean las oportunidades que ofrece el país.

Esta atención sobre el país no es de extrañar. Después de años de aislamiento económico y crecimiento anémico, Birmania es uno de los últimos mercados sin explotar de Asia. En esta hora de apertura del país, es evidente que los inversores confían en las oportunidades que ofrezca el país para conseguir ventajas competitivas a nivel estructural susceptibles de prolongarse durante años.

Sin embargo, cabe preguntarse si invertir en Birmania puede situarse a la altura de las expectativas en alza de la hora presente. No hay duda de que acechan importantes incertidumbre y riesgos. Los inversores acusan nerviosismo –con razón– por la naturaleza de la futura evolución de la reforma política, por si el Gobierno podrá mantener la frágil paz entre los grupos étnicos y por cómo evolucionarán las normas y el derecho de propiedad. Además, resulta difícil cuantificar el potencial de la economía, dada la escasez de datos fiables; incluso los indicadores básicos como el tamaño de la población y el crecimiento económico histórico están envueltos en la incertidumbre.

No cabe duda de que Birmania inicia su trayecto por la vía del desarrollo desde un punto de partida terriblemente débil, como demuestra un informe reciente del McKinsey Global Institute. De hecho, Birmania es un país al que apenas alcanzó el espectacular crecimiento de la economía mundial durante el siglo XX. Mientras que el PIB per cápita se cuadruplicó en todo el mundo, el de Birmania se mantuvo prácticamente fijo.

Por otra parte, la productividad es baja. Un trabajador en Birmania aportó sólo 1.500 dólares de valor añadido, de promedio, en el 2010: alrededor de un 30% de la media de ocho países similares asiáticos. El PIB de Birmania es ahora sólo un 0,2% del de Asia, equivalente al tamaño de ciudades como Bristol, Delhi, o Sevilla.

Birmania precisa un cambio radical en cuanto a crecimiento de la productividad. Dadas las tendencias demográficas y el crecimiento que se espera de productividad laboral según una apreciación histórica, el crecimiento anual del PIB podría ser inferior al 4%, por debajo del consenso actual. Ahora bien, si Birmania incrementara el crecimiento de la productividad laboral anual de un estimado 2,7% a alrededor del 7% –un índice alcanzado por otros países asiáticos, como China y Tailandia, en las últimas décadas–, sería posible un 8% de crecimiento anual del PIB. Esto podría cuadruplicar el tamaño de la economía hacia el 2030, con lo que el valor de la producción anual podría superar los 200.000 millones de dólares frente a los 45.000 millones del 2010.

Sin embargo, es prácticamente inconcebible que Birmania pueda alcanzar tal aceleración del crecimiento sin grandes cantidades de inversión extranjera. El estudio del citado instituto calcula que se necesitan 170.000 millones de dólares de aquí al 2030, además de la transferencia de formación y conocimientos que normalmente acompañan a este tipo de inversión.

Hasta ahora, gran parte del interés de los inversores se ha centrado en el sector energético y minero de Birmania; no es de extrañar si se tienen en cuenta las grandes reservas de petróleo y gas del país, así como su 90% de la cuota de producción de jade mundial y su buena posición en la extracción de rubí y zafiro. Sin embargo, Birmania no puede depender únicamente del sector energético y minero. Precisa un crecimiento equilibrado en todos los sectores, que ofrezca oportunidades diversas a los inversores extranjeros.

Cinco sectores –energía y minería, agricultura, industria, turismo e infraestructuras– podrían representar más del 90% del potencial total de crecimiento y empleo de Birmania. De estos, la industria –que podría beneficiarse del deseo de muchas empresas de trasladarse desde China y otras economías asiáticas, con salarios al alza– es con diferencia el sector de mayor importancia. Según el informe del instituto, emplea a 7,6 millones de personas y generará casi 70.000 millones de dólares de PIB hacia el 2030, más del triple del tamaño potencial del sector agrícola, actualmente el mayor de Birmania.

Si Birmania genera el crecimiento y el empleo que el mencionado instituto cree posibles, ello ayudaría a aumentar el número de personas con ingresos suficientes para dedicar a gastos discrecionales de los 2,5 millones de la actualidad a 19 millones en el 2030, triplicando así el gasto de consumo a alrededor de 100.000 millones de dólares, lo que ampliaría el mercado de empresas que venden de todo, desde motos y coches a electrónica y servicios financieros.

Debería haber oportunidades de negocio, asimismo, en la vivienda, la energía, el transporte y la infraestructura energética. Se precisan aproximadamente 300.000 millones de dólares en inversión en infraestructuras en estas áreas, la mitad de lo cual debería aplicarse a las grandes ciudades, que crecerán si Birmania diversifica su actividad aparte de la agricultura. Hoy en día, se estima que sólo el 13% de la población de Birmania vive en las grandes ciudades, pero tal porcentaje podría aumentar a un 25% hacia el 2030, es decir un incremento de diez millones de personas.

Otros 50.000 millones de dólares se necesitan en infraestructura de telecomunicaciones para que Birmania pueda hacer uso completo de la tecnología digital a fin de saltar etapas de desarrollo; por ejemplo, mediante el uso de la banca móvil o el comercio electrónico a fin de evitar el coste de construcción de bancos y comercios y extender la salud y los servicios de educación a las aldeas más remotas. Actualmente, Birmania tiene el segundo nivel más bajo de penetración de internet de los países incluidos en los indicadores de desarrollo del Banco Mundial y la penetración del móvil también es la más baja.

Birmania hace frente a enormes desafíos en materia de desarrollo, que abarcan prácticamente todos los aspectos de la economía. Pero eso implica también la gama más amplia de oportunidades para las empresas y los inversores, que deberían proceder con prudencia, pero también con la esperanza de introducirse en un nuevo mercado potencialmente lucrativo.

Martin N. Baily, expresidente del Consejo Presidencial de Asesores Económicos de EE.UU.; titular de la cátedra Bernard L. Schwartz de Política Económica para el Desarrollo de la Brookings Institution; Richard Dobbs, director del Instituto Global McKinsey. Traducción: José María Puig de la Bellacasa © Project Syndicate, 2013.

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