La hora de la I+D biomédica

Nuestra relación con la salud encierra una paradoja. Cuando estamos sanos no solemos reparar en ella, pero si sufrimos algún trastorno la salud pasa a ser nuestra principal preocupación. Y si tenemos la desgracia de que nos diagnostiquen una enfermedad grave, esa falta de salud será el aspecto más determinante para nuestro día a día. En esos casos, contar con medicamentos eficaces y precisos, en el marco de una asistencia sanitaria de calidad, es crucial. Esto da idea de la importancia de disponer de un entorno favorable al desarrollo de terapias que podrán curarnos, controlar nuestra enfermedad o, al menos, ralentizarla.

La investigación y desarrollo de medicamentos es la razón de ser de la industria farmacéutica. Y es una responsabilidad grande, porque operamos en un ámbito de extrema sensibilidad, tratando de dar con soluciones adecuadas a esas situaciones que condicionan la vida de las personas.

Esta responsabilidad, delicada desde el punto de vista humano y social, está condicionada también por el alto riesgo y costes que implica, debidos a la dificultad de dar con nuevos tratamientos efectivos. El proceso de I+D de un medicamento precisa de unos 2.400 millones de euros de inversión y entre diez y doce años de trabajo, y sólo una de cada 10.000 moléculas que inician el camino de la investigación preclínica acaba convirtiéndose en un medicamento aprobado por las autoridades sanitarias. Así, la industria invierte al año en el mundo más de 130.000 millones de euros en I+D, y eso se traduce cada año en 40 o 45 fármacos con mecanismos de acción nuevos.

Este esfuerzo investigador ha transformado el cuidado de la salud. Hoy el cáncer no es sinónimo de muerte, los pacientes con enfermedades inmunológicas llevan en muchos casos una vida normalizada, hemos controlado el sida, curamos la hepatitis C, cada vez tratamos más enfermedades raras…, y están llegando terapias génicas y celulares que transformarán el tratamiento de muchas enfermedades. Dos tercios del aumento de la esperanza de vida en la primera década del siglo se deben a los nuevos medicamentos.

Por supuesto, sigue habiendo grandes desafíos, como determinados tipos de cáncer, el alzhéimer o muchas enfermedades raras. Pero la lista de logros es estimulante; muestra el valor de la inversión en investigación biomédica y el impacto que tiene en la vida de pacientes y familiares. No sólo pueden curarse o controlar su enfermedad, sino retomar sus vidas, recuperar los proyectos e ilusiones que habían tenido que aparcar.

A estos beneficios en salud se suma el económico. Los nuevos medicamentos evitan otros costes sanitarios (hospitalizaciones…): entre dos y ocho euros de ahorro por cada euro invertido. Y hay que añadir el impacto económico a medio y largo plazo de la reducción de bajas laborales y la mayor productividad, entre otros aspectos.

Junto a esto, el farmacéutico es un sector de gran interés para toda economía moderna. En España es líder en I+D industrial, ya que genera más del 20 por ciento del total; produce y exporta el 25 por ciento de la alta tecnología, y genera empleo de calidad: indefinido, igualitario y cualificado. Por otro lado, el modelo de investigación biomédica es cada vez más abierto, colaborativo e internacional. Es decir, se apoya en la cooperación entre industria y universidades, hospitales, pequeñas empresas y otros centros públicos y privados. Así, el liderazgo y capacidad financiera de la industria estimulan y dinamizan el tejido investigador de los países, generando conocimiento y riqueza. Este escenario demuestra hasta qué punto es estratégico para cualquier país apostar por la I+D biomédica y por un sistema sanitario sólido, sustentado en la asistencia de calidad y el acceso a la innovación.

De hecho, la solidez y homogeneidad del sistema sanitario español, la alta cualificación de sus profesionales, la participación de los pacientes, la implicación de la Administración y la apuesta de la industria han hecho de España referencia internacional en investigación clínica. Ya participamos en tres de cada diez ensayos clínicos en Europa, y para algunas grandes farmacéuticas somos el segundo país, tras Estados Unidos, con más ensayos en marcha. A eso se suma la creciente experiencia de colaboración público-privada en preclínica. Estamos en disposición de convertirnos en un líder mundial en investigación biomédica.

Para eso estamos llamados a trabajar administraciones y agentes implicados (organizaciones y profesionales sanitarios, pacientes e industria). Debemos apostar por la colaboración público-privada, reforzar nuestro sistema sanitario (cronicidad, envejecimiento e innovación exigen una revisión del modelo y de los recursos que se invierten, hoy un 5,9 por ciento del PIB, un punto por debajo de la media europea) y definir un marco a largo plazo que dé estabilidad a un sector de ciclo largo como el farmacéutico y que proteja de forma adecuada los derechos de propiedad industrial.

En ese entorno la industria puede desarrollar plenamente su liderazgo como agente investigador y cumplir con otras dos responsabilidades: facilitar el acceso del paciente a medicamentos innovadores en un entorno de sostenibilidad del sistema, con fórmulas de financiación innovadoras, y atraer el máximo de inversiones posible. Estos objetivos conforman nuestra razón de ser, y son la base de nuestro compromiso con los pacientes, el sistema sanitario y la sociedad.

Martín Sellés, presidente de Farmaindustria.

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