La hora de Palestina

El pasado septiembre, Mahmoud Abbas, presidente de la Autoridad Palestina, dio un paso audaz al pedir directamente ante las Naciones Unidas el reconocimiento oficial del Estado palestino. Los 193 miembros de la ONU parecen estar listos para votar sobre esa petición en el transcurso de los próximos meses. La atención mundial está puesta en Palestina.

Pasaron casi dos décadas desde que el “cuarteto” (la ONU, los Estados Unidos, la Unión Europea y Rusia) acordó que la Autoridad Palestina y el gobierno israelí lograran la paz mediante su coexistencia como dos Estados separados. Pero aunque el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, dijo que la decisión del cuarteto es el principio por el que se guía para la acción diplomática en torno al conflicto palestino-israelí, la situación es tan desesperante como siempre, porque, como suele decirse, el diablo está en los detalles.

Los palestinos quieren un Estado independiente, pero con la condición de que incluya a Jerusalén como capital y de que Israel deje de ampliar los asentamientos en el territorio que tiene ocupado desde la Guerra de los Seis Días, en 1967. Sin embargo, Israel jamás tuvo intenciones de ceder Jerusalén a Palestina, aunque muchos esperan que tendrá en cuenta esa solución bajo la presión de la reforma de los límites municipales.

La cuestión de los asentamientos es todavía más difícil de resolver. A pesar de la presión de la comunidad internacional y, sobre todo, de los Estados Unidos, Israel se negó sistemáticamente a frenar la expansión de sus asentamientos en Cisjordania.

Por desgracia, la firme resistencia de Israel y de la diáspora judía llevó a que Obama reconociera abiertamente su impotencia en este conflicto y que, por consiguiente, cesara la presión política estadounidense sobre Israel. Esto dio vía libre a un pequeño grupo de congresistas proisraelíes para amenazar y presionar a los países que probablemente voten a favor del reconocimiento del Estado palestino.

En cualquier caso, los líderes de Israel no tienen un interés auténtico en lograr la paz con condiciones realistas. Por el contrario, parece que desean una solución con reminiscencias de Irlanda en el siglo XIX, una situación que condujo a un siglo de pérdidas humanas en ambos bandos del conflicto. En definitiva, lo que Israel pretende es la desaparición de la identidad palestina.

El resto del mundo no puede quedarse de brazos cruzados ante esa pretensión, incluso si Estados Unidos lo hace. Todos los países saben lo difícil y costoso que es un conflicto explícito con los Estados Unidos. Pero si la fragilidad de su situación política interna impide a Estados Unidos asumir el liderazgo internacional, no por ello otros países deberían imitar su ejemplo.

Abbas sabe muy bien que su estrategia es arriesgada: puede haber represalias brutales por parte de Israel. Pero la perseverancia con que busca esta última oportunidad para la paz le ha valido un claro aumento de la popularidad entre los suyos y un mayor respeto de la comunidad internacional.

Es indudable que Hamas, el rival de la Autoridad Palestina en Gaza, procurará empequeñecer el intento de Abbas. Una organización como Hamas, que apoya un estado de guerra permanente y que obligó a Israel a negociar durante cinco años para lograr la liberación de un único soldado israelí secuestrado, Gilad Shalit, a cambio de más de mil prisioneros palestinos, es exactamente el enemigo que necesita Israel para justificar su postura inflexible.

Los líderes israelíes han procurado durante mucho tiempo el apoyo de simpatizantes que, como yo, a partir del Holocausto defendemos el derecho del pueblo judío a la seguridad y la soberanía. Pero con sus tácticas en relación con Palestina, Israel se extralimitó: fortaleció a Hamas, un actor hostil que se opone a la paz; empujó a los Estados Unidos a votar contra el Estado palestino por cuyo nacimiento abogan; y se negó de plano a cualquier aceptación de condiciones que pudieran destrabar el conflicto.

Ningún país civilizado puede admitir este comportamiento. Palestina debe obtener reconocimiento legal para que, por lo menos, su pueblo tenga acceso a los tribunales internacionales, dándose por entendido que se necesitará el respaldo internacional para asistir y defender a este joven Estado.

Los estadounidenses han perdido el derecho moral al liderazgo en la solución del conflicto palestino-israelí. Ya es hora de que Europa tome cartas en el asunto.

Por Michel Rocard, ex primer ministro de Francia y dirigente del Partido Socialista. Traducción: Esteban Flamini.

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