La huelga de AENA no es cosa de dos

La amenaza de huelga de los trabajadores de AENA durante la Semana Santa evidencia una serie de vicios adquiridos en los últimos tiempos por unos colectivos que anteponen la defensa de sus intereses a los de otros grupos mayoritarios. Sin menoscabo del derecho amparado legalmente a utilizar la huelga contra el patrón en un momento determinado del conflicto laboral, la cuestión exige una reflexión profunda, en concreto sobre tres vicios adquiridos.

El primer vicio consiste en que la posible huelga no se dirime entre un grupo de trabajadores y su patrón, sino que repercute en otro ámbito mucho mayor, el del derecho al descanso y al ocio vacacional de millones de viajeros en Semana Santa. De no ser por este efecto, el impacto sería muy bajo o nulo. No es, por tanto, el patrón el receptor directo del efecto, sino las vacaciones de los europeos. Creíamos que la reflexión colectiva que sobrevino a la actitud salvaje de los controladores en la huelga del puente de la Constitución había inmunizado a los colectivos de este perfil antes de adoptar convocatorias como la que nos compete. De este modo, UGT, CCOO y USO retrotraen la discusión a una etapa anterior de maduración. La huelga, pues, se acaba planteando contra los ciudadanos que desean viajar, mucho más que contra

AENA. Máxime al coincidir con un periodo que se ha consolidado como uno de los tres más viajeros de los europeos, junto con el verano y la Navidad. Diríamos que se trata de la huelga de un colectivo de trabajadores contra otro mucho mayor.

El segundo vicio tiene que ver con el contenido de la reivindicación. Los convocantes aseveran que, si se privatiza una parte del capital de AENA, toda la gestión de los aeropuertos de El Prat y Barajas y 13 torres de control españolas, ellos van a perder «derechos laborales y condiciones laborales». La privatización resulta un «grave error», afirman. No está claro que sea un grave error en sí mismo privatizar un servicio aeroportuario. Ni tampoco que 13.000 funcionarios e interinos garanticen un mejor servicio que esos mismos trabajadores en empresas con presencia de capital privado y de las autonomías. Detrás, pues, de la amenaza de huelga, ese colectivo se posiciona claramente defendiendo una visión funcionarial y centralista a ultranza. Muchos españoles consideramos que la competitividad de los aeropuertos vendrá de la mano de la descentralización y de la privatización. Si se han liberalizado con éxito otros servicios públicos, el aeroportuario no tendría que ser una excepción. Nadie asegura que todos los aeropuertos pervivan, puesto que algunos no se diseñaron desde una óptica sostenible, pero resulta indudable que la competitividad entre ellos incrementará la cantidad y calidad de los puestos de trabajo. ¿O no consideran los funcionarios de

AENA que si los aeropuertos de El Prat y Barajas y los que lo deseen compiten por ser hub internacional no serán capaces de generar más y mejores puestos de trabajo?

La prospectiva de crecimiento de los aeropuertos europeos, y entre ellos los españoles, nos coloca en el 2020 con flujos muy superiores a los actuales gracias al incremento vegetativo de los vuelos intraeuropeos y, sobre todo, los cielos abiertos Europa-América. Este escenario expansivo, si es competitivo, significará el incremento paralelo de las plantillas; su dimensionamiento tendrá que ver más con la capacidad de innovación al servicio de las satisfacciones de los viajeros que con el mantenimiento de la tutela estatal del ente gestor. En la negociación hacia la nueva AENA descentralizada y privatizada es donde los sindicatos deberán defender los derechos laborales de sus representados exigiendo salarios dignos para desempeños bien definidos; formación permanente para la mejor profesionalización; y definición y evaluación de la carrera profesional de cada uno. Diríamos que se trata de una huelga cortoplacista contra la mejora de la competencia.

Y el tercer vicio adquirido se relaciona con el perjuicio económico directo que generará la huelga. El turismo no es solo una actividad productiva de los países: es el sector económico más horizontal que existe. De modo que la huelga repercute en el patrón, pero sobre todo en los establecimientos turísticos, en los intermediadores, en las empresas de alimentación... En fin, en todos los sectores económicos españoles. Hablamos de decenas de millones de euros que se empiezan a volatilizar con un mes de antelación a base de cancelaciones y anulaciones de reservas. Los siete millones de viajeros españoles y extranjeros previstos para esta Semana Santa han adquirido una percepción colectiva de la situación siniestra en los aeropuertos en huelga y sustituyen los destinos.

Tres vicios, tres. El de la patada en culo ajeno. El del freno a la competitividad que generaría más y mejores puestos de trabajo. Y el del perjuicio a la economía en general. Tres vicios que convierten esta amenaza de huelga no en una cosa de dos, trabajadores y AENA, sino en una cosa de tres.

Josep Francesc Valls, catedrático de Esade.

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