La huelga de internet

Alan Solomont, embajador de Estados Unidos en España, tuvo la osadía de enviar, el pasado 12 de diciembre, una durísima carta de reprobación política al entonces aún presidente José Luis Rodríguez Zapatero. El motivo de la misma era quejarse por la debilidad y el incumplimiento de los «compromisos adquiridos por España ante los dueños de los derechos y ante el Gobierno de Estados Unidos». Se fundamentaba en que el último Consejo de Ministros del Gobierno en funciones no aprobó, tras un fuerte debate sobre su rechazo social en internet, la llamada ley Sinde. El embajador se atrevió a afirmar: «El Gobierno, por desgracia, ha fracasado a la hora de terminar el trabajo debido a razones políticas, en detrimento de la reputación y la economía de España».

El tono amenazador y descalificador de la misiva se tornó en felicitaciones públicas, por parte del mismo diplomático, cuando ¿unos días después¿ el Gobierno de Mariano Rajoy aprobaba (a propuesta del ministro José Ignacio Wert) la misma norma sin modificación alguna.

Mientras esto sucedía, el Gobierno del presidente Barack Obama presentaba públicamente su propuesta de ley antipiratería (la denominada ley SOPA, Stop Online Piracy Act). Pero lo que en España fue, fundamentalmente, una masiva reacción de usuarios de internet contra la ley Sinde ¿con el apoyo de algunas populares páginas de descargas de películas que cerraron para expresar su rechazo¿, en EEUU ha tenido otro tipo de respuesta. A mediados de noviembre, Facebook, Google y Twitter (Net Coalition), junto a otros gigantes de internet como Amazon, Yahoo o PayPal, mostraban su oposición a la iniciativa con un contundente anuncio en The New York Times y una estudiada y eficaz campaña en las redes. En diciembre anunciaban su disposición a «cerrar» sus servicios globales como muestra del profundo rechazo a una ley que regula mal lo que dice proteger e ignora la profunda transformación de creación de valor y, con ello, la evolución de los legítimos derechos de creadores y de la industria cultural en la nueva sociedad del conocimiento.

La amenaza de apagón digital por parte de Net Coalition, prevista inicialmente para el 23 de enero, no fue un gesto táctico. La unidad de sus promotores y la amenaza de huelga en internet eran reales, y sus consecuencias, imprevisibles y con altísimo impacto social y económico.
Finalmente, el pasado fin de semana el Congreso de EEUU anunció la congelación de la votación de la ley, prevista para el día 24, hasta «alcanzar un alto grado de consenso». La Casa Blanca hizo pública una nota en la que, tras defender la necesidad de combatir la piratería, se criticaba que «determinados aspectos de la ley» pudieran «dañar la libertad de expresión e introducir inseguridad en los negocios sobre internet». Mientras aquí el embajador Solomont nos daba un repaso sin pudor ni respeto, tirándonos de las orejas y aplaudiendo según sucedían los acontecimientos, allí su Gobierno ha cedido, buscando consensos para evitar fracturas.

Siendo candidato presidencial, Obama dijo con solemnidad y ambición durante una visita a la sede central de Google en el 2007: «Ayúdenme a cambiar el mundo, de la misma forma en que Google lo ha cambiado». Cinco años después, es discutible si él ha cambiado el mundo, pero nadie duda de cómo lo ha hecho Google y todo el ecosistema de internet. De las 10 empresas más innovadoras en el mundo en el 2011¿según la selección y análisis de la publicación Fast Company¿ (Apple, Twitter, Facebook, Nissan, Groupon, Google, Dawning Information Industry, Netflix, Zynga y Epocrates), ¡ocho no existían hace 10 años! La lista, además, está copada casi totalmente por empresas tecnológicas que desarrollan el núcleo principal de operaciones a través de internet, y la mayoría son norteamericanas.

La tecnología social (que construye relaciones, comunidades e intereses en base a una fuerte emancipación personal y profesional) nutre el ecosistema de internet y es mucho más que mera tecnología. Se trata de una nueva cultura que cambia grandes ecuaciones, como, por ejemplo, la percepción entre valor y precio, o las relaciones con los productos y servicios entre propietarios o usuarios.

Wikipedia, que sigue financiándose y desarrollándose sin publicidad y con la aportación de unos 100.000 redactores, es el paradigma de la nueva sociedad, según Don Tapscott y Anthony Williams, autores del libro Wikinomics.La popular web cerró ayer sus puertas digitales en inglés, junto a 10.000 portales más que se sumaron a la protesta a pesar del paso atrás del Gobierno y el Congreso de EEUU, para seguir con la presión cívica y global sobre una política miope y equivocada. El anuncio de la huelga tenía un mensaje muy elocuente: «¡Aviso para estudiantes! Terminad vuestros deberes pronto. ¡Wikipedia cerrará el miércoles contra una ley maligna!». La primera gran huelga de internet cambiará la relación de fuerzas entre usuarios y propietarios. Los segundos deberán aprender a hacer negocios con los primeros sin que estos sean clientes. Todo un reto. Un cambio histórico.

Por Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación.

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