La huelga general, un brindis al sol

Mañana, 29 de septiembre de 2010, está convocada una huelga general para protestar contra la Reforma Laboral. Fue anunciada en el mes de junio y en los últimos días se han intensificado las acciones para publicitarla. A destacar, los vídeos protagonizados por Chikilicuatre y otros personajes de la misma ralea, soeces y groseros que pretenden ridiculizar al empresariado y que se convierten en una oportunidad más para atacar al PP y a sus dirigentes, presentes y pasados. Confiemos que no sean el motor para animar la participación en la jornada de protesta, pues diría muy poco de la ciudadanía. Dejando al margen lo que no debiera ser más que una anécdota, cabe plantearse en primer lugar si es oportuno convocar una huelga en un momento como el que vivimos.

Bajo mi punto de vista, no lo es en absoluto. La situación de crisis económica y desempleo que vive nuestro país es gravísima y nos obliga a adoptar medidas que nos hagan ser más competitivos y que generen empleo. Ese es uno de los objetivos de la reforma laboral, la cual, no tiene unos efectos tan perniciosos sobre los trabajadores como nos los están presentando las centrales sindicales. Algunas de las medidas adoptadas, como la posibilidad de extinguir contratos con derecho a una indemnización inferior a los 45 días, ya existía. La diferencia es que se aplica a otros colectivos. Pero, únicamente procederá su abono si el despido por causas objetivas es declarado improcedente.

La huelga, anunciada hace tiempo, es inoportuna e ineficaz para luchar contra la reforma, en la medida que ya ha sido aprobada y la convocatoria no va a hacer cambiar los planteamientos del Gobierno, aprobados en el Senado y en el Congreso el 9 de septiembre, según se anunció y con entrada en vigor el 19 del mismo mes.

Si la huelga es un fracaso, por una escasa participación, el Gobierno saldrá reforzado y no hará más que reafirmar la lejanía de los sindicatos de los trabajadores. Si la huelga es secundada mayoritariamente, será inoperante, reiteramos, para luchar contra esta reforma, que ya ha sido aprobada.

Nos preguntamos, entonces, ¿para qué se hace? Los sindicatos han estado aquietados y silenciosos durante este último año, en el que se ha producido un incremento del paro, que a día de hoy, sigue a un ritmo vertiginoso. A lo sumo, sus críticas, han sido dirigidas a los empresarios, siendo conocedores que han sido altamente dañados por la presente crisis. Eso lo demuestra las miles de empresas, pequeñas y medianas que se han visto obligadas a cerrar sus puertas.

La sociedad española ha contemplado perpleja esta actitud, en una simbiosis de anuencia con el Gobierno, mientras cada vez son más las familias abocadas al paro y a una situación de marginalidad, que hacen temer que será necesario mucho tiempo para superar este desastre.

Cuando en el mes de mayo se anunció una huelga general para el 29 de septiembre sorprendió una convocatoria a tan largo plazo. La fecha no fue escogida al azar. Pretende coincidir con la que tendrá lugar en algunos países europeos y me atrevo a aventurar que con ello justificar que se le organice una huelga a este Gobierno, que tan cercano ha estado a las centrales sindicales convocantes.

La falta de regulación legal de los servicios mínimos, pues la única normativa vigente es un decreto del año 1977, cercenado para adecuarlo a la Constitución por una sentencia del Tribunal Constitucional, da un gran margen de maniobra a los convocantes.

Somos conscientes de que lo que determinará la participación masiva -fundamentalmente al imposibilitar el desplazamiento a los ciudadanos y la asistencia a los puestos de trabajo- radica en el transporte y es en ese sector donde de forma sorprendente, mejor dicho inusualmente, porque no sorprende, los sindicatos han pactado con el Gobierno los servicios mínimos, hecho que se ha producido por primera vez en la historia de nuestra democracia. Esto convierte al pero a todas luces en una huelga pactada para intentar lavar la imagen de los sindicatos ante la sociedad y sus afiliados, dejando al margen que todavía no sabemos contra quién va dirigida la protesta.

En suma, a mi modo de ver, la convocatoria no tiene más peso que un brindis al sol, ya que sólo representará una protesta efectuada a destiempo, con la consiguiente pérdida de horas de trabajo y otro quebranto más a nuestra maltrecha economía.

Eduardo Alemany Zaragoza, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social.