La humanidad, ante una prueba histórica

La humanidad, ante una prueba histórica

Un creciente «nacionalismo vacunatorio» está poniendo en riesgo el esfuerzo mundial contra la pandemia de COVID‑19. Hasta mediados de marzo el coronavirus había infectado a unos 120 millones de personas en todo el mundo y causado la muerte de alrededor de 2,6 millones. Son cifras inmensas, pero representan una pequeña proporción de la población mundial, de modo que a la pandemia todavía le queda mucho camino por recorrer.

La buena noticia es la respuesta inédita a la crisis. El proceso normal de desarrollo y aprobación de vacunas suele llevar hasta diez años, pero en este caso las empresas farmacéuticas lo completaron en menos de un año. La Organización Mundial de la Salud ya aprobó cuatro vacunas contra la COVID‑19 para uso de emergencia, y es probable que pronto se sumen otras. Además, se han creado ambiciosos mecanismos globales para facilitar una distribución mundial rápida y equitativa de las vacunas.

Por ejemplo, en abril de 2020 la OMS creó un «Acelerador del acceso a herramientas contra la COVID‑19», que abarca todos los aspectos de la lucha contra la pandemia y ha facilitado uno de los esfuerzos mundiales coordinados de salud pública más veloces de la historia. Y ahora, el programa COVAX ha comenzado a enviar vacunas a por lo menos 50 países de ingresos bajos y medios de todo el mundo (aunque en las primeras etapas de producción el suministro fue limitado).

Pero dejando a un lado estas iniciativas, lo cierto es que la mayoría de los países sólo están pensando en sí mismos, y no prestan atención a la interconexión global, por la cual todos seremos vulnerables hasta que se pueda eliminar el virus en todas partes. Como la OMS no deja de recalcar, nadie estará a salvo mientras no lo estén todos.

Ya tenemos experiencia directa del alto riesgo de que nuevas variantes del virus dificulten o incluso echen por tierra todo el esfuerzo vacunatorio. Estamos enfrentando las nuevas cepas británica (B.1.1.7), sudafricana (B.1.351) y brasileña (P.1), y no hay modo de saber dónde aparecerá la próxima. Cuanto más dure la pandemia, más oportunidades tendrá el virus de adquirir peligrosas mutaciones nuevas que le permitan eludir las vacunas actuales. La pregunta no es si sucederá, sino cuándo.

Además, cuando surjan variantes nuevas es de prever que tarde o temprano se extenderán por el mundo. Ya deberíamos saber que las fronteras nacionales y la distancia física no ofrecen sino una protección limitada.

Pero una respuesta global integral y coordinada no sólo nos protegerá contra la amenaza biológica, sino que también tiene una clara justificación económica. En una economía global tan integrada como la nuestra, lo que suceda en una región afectará necesariamente a otras. Un estudio que encargó hace poco la Cámara Internacional de Comercio y que arrojó resultados sorprendentes nos advierte de que «la economía global puede perder hasta 9,2 billones de dólares si los gobiernos no aseguran el acceso de las economías en desarrollo a vacunas contra la COVID‑19, y de esa pérdida hasta la mitad caerá sobre las economías avanzadas». Informes de RAND Europe y del Eurasia Group presentan conclusiones similares.

El costo de combatir la pandemia se debe mirar en esta perspectiva. El presupuesto inicial del Acelerador de la OMS para 2020‑21 se estimó en 38 000 millones de dólares. Una inédita movilización de recursos públicos y privados, junto con aportes de organismos multilaterales y donantes, redujo el faltante de financiación a 22 000 millones. Pero es migajas en comparación con la estimación de pérdidas antes dada (por no hablar de los billones de dólares que ya se gastaron en ayudar a familias y empresas durante el año que pasó).

Sin embargo, la amenaza del nacionalismo vacunatorio sigue estando presente. Los gobiernos enfrentan intensas presiones políticas internas para vacunar a sus poblaciones antes de permitir el envío de dosis a otros países. Y algunas naciones, por ejemplo China, la India y Rusia, han comenzado a usar los suministros y envíos de vacunas como un instrumento de política exterior.

Pero aunque el nacionalismo vacunatorio pueda parecer políticamente oportuno, es contraproducente. Cada nueva restricción al envío de vacunas dificulta todavía más su distribución general y aumenta el riesgo de que no lleguen allí donde se las necesita con más urgencia. Hoy más que nunca necesitamos una economía mundial abierta, transparente y funcional. Y más que nunca, necesitamos políticos con visión de estadistas en vez de cálculos tácticos.

Que nadie se llame a engaño: enfrentamos una prueba histórica de nuestra capacidad de unirnos contra una amenaza compartida. Por supuesto que los viejos conflictos, rivalidades y fuentes de tensiones geopolíticas siguen estando; pero la situación actual exige que seamos capaces de trascenderlos.

Es «nosotros contra ellos»: la humanidad contra el virus y sus muchas mutaciones. Si no nos unimos para la batalla, estaremos unidos para la derrota.

Carl Bildt was Sweden’s foreign minister from 2006 to 2014 and Prime Minister from 1991 to 1994, when he negotiated Sweden’s EU accession. A renowned international diplomat, he served as EU Special Envoy to the Former Yugoslavia, High Representative for Bosnia and Herzegovina, UN Special Envoy to the Balkans, and Co-Chairman of the Dayton Peace Conference. He is Co-Chair of the European Council on Foreign Relations. Traducción: Esteban Flamini.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *