La Iglesia ortodoxa rusa en la guerra

La Unión Europea ha fracasado en incluir al patriarca de Moscú y todas las Rusias, Kirill I, en la lista de las personas sancionadas por su responsabilidad en la guerra en Ucrania, de la que se ha librado gracias a Víktor Orbán. Sin embargo, está exclusión no borra los hechos: desde el comienzo de la invasión rusa de Ucrania, la Iglesia Ortodoxa Rusa (IOR) y su patriarca han tenido un papel muy activo, tanto antes de la invasión, como después. Kirill I no ha condenado los crímenes ampliamente documentados contra civiles ucranianos, muchos de los cuales son sus feligreses; ha bendecido los misiles y a los soldados que ejecutaron la invasión, y en sus sermones afirma que Rusia en Ucrania está luchando contra el Anticristo, instando a los rusos a unirse en torno al Gobierno.

Kirill I no respeta el octavo mandamiento de la Ley de Dios («No levantar falsos testimonios ni mentir»), promueve las ideas contrarias al quinto mandamiento («No matarás») y justifica la invasión rusa de Ucrania con los mismos argumentos que usa Vladímir Putin y el Kremlin, que se basan en la supuesta unidad religiosa de las Iglesias ortodoxas y de «unidad espiritual» ('dukhovnost') entre Rusia, Bielorrusia y Ucrania.

Mientras la Iglesia Ortodoxa de Bielorrusia depende del Patriarcado de Moscú, en Ucrania hay tres Iglesias ortodoxas: una en el exilio, fundada por los emigrados fugitivos de la Revolución rusa (1917); la segunda es la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, que ha conseguido separarse del Patriarcado de Moscú en 2019, y otra, la Iglesia Ortodoxa de Ucrania que sigue dependiendo del Patriarcado de Moscú. Aproximadamente, el 78 por ciento de los ucranianos se identifican como cristianos ortodoxos, de los cuales alrededor del 30 por ciento dependen del Patriarcado de Moscú. Abarca 45 diócesis, con casi 20.000 parroquias. Alrededor de 22 han dejado de pedir por al patriarca Cirilo en sus oraciones. A los párrocos de obediencia moscovita les es imposible justificar ante sus feligreses el respeto debido hacia el patriarca que abiertamente apoya al Kremlin.

La actitud del patriarca Kirill I (a quien, en enero de 2012, 'Nezavismaya Gazeta' puso en sexto lugar de las 100 figuras políticas más influyentes de Rusia) sigue la tradición histórica del papel que la Iglesia ortodoxa tiene en los países donde la mayoría de los creyentes se identifican como 'cristianos ortodoxos' ('ortodoxo' es la traducción de la palabra eslava 'pravoslavie', que significa 'fe auténtica').

En todos los países poscomunistas, la religión sirve como medio para recuperar la identidad perdida y recuperar el patrimonio y la memoria histórica olvidados, todo lo cual forma parte de la identidad nacional. Sin embargo, en los países donde la mayoría de los creyentes pertenecen a la Iglesia ortodoxa, la religión desempeña un papel clave de legitimación política. Esto tiene profundas raíces históricas entre las cuales destacan dos: la autocefalia de las iglesias nacionales y el 'sistema millet'.

En la época medieval, los países de religión cristiana ortodoxa marcaron su independencia respecto al Imperio Bizantino mediante la autocefalia de sus iglesias. Los serbios, por ejemplo, remontan la creación del Estado serbio independiente a la consecución de la autocefalia de la Iglesia Ortodoxa Serbia en 1219, lo que supuso el acto mismo de declaración de independencia frente a Bizancio. La Iglesia Ortodoxa Rusa recibió el estatus de iglesia autocéfala en 1448 y rápidamente se proclamó la 'Tercera Roma'. Desde la caída de Constantinopla en 1453, los rusos creyeron ocupar el papel de protectores de los cristianos ortodoxos y su fe, en parte porque ya en 1472 el zar Iván III se casó con Sofía Paleóloga, heredera del Imperio Bizantino y sobrina del último emperador, Constantino XI. Su ceremonia de matrimonio se presentó como un rito de incorporación de la herencia de Bizancio a Rusia y de la legitimación de Moscú como nueva capital de los cristianos ortodoxos.

El 'sistema millet' fue creado por el Imperio otomano que dominó a los países de religión ortodoxa entre los siglos XV y XIX. El término 'millet' fue utilizado para referirse a grupos religiosos minoritarios legalmente protegidos, en forma similar a la forma que en otros países se utiliza la palabra nación. (La palabra 'millet' proviene de la palabra árabe 'millah' y literalmente significa 'nación'). De esta manera la identidad nacional y la identidad religiosa aparecían ya como idénticas aun antes de la creación de estados nación independientes de los imperios. Los rusos tuvieron una experiencia similar durante el siglo XIII y XIV, cuando los mongoles los dominaron.

Desde el comienzo de su primer mandato presidencial en 2000, Putin ha intentado fortalecer el uso de la religión en la política exterior, a través de la Fundación Ruskii Mir ('el mundo ruso') y 'sootechestveniki' ('compatriotas', literalmente «los que están con la patria»), pero sobre todo a través de IOR, con objetivo de fortalecer los lazos religiosos, históricos y culturales entre los rusos étnicos o rusohablantes en el espacio postsoviético.

En Rusia, la diplomacia religiosa forma parte de la diplomacia pública, entendida como el conjunto de mecanismos para la cooperación estatal con las asociaciones religiosas y el uso de instituciones religiosas, ideas y símbolos religiosos. El papel de la IOR está definido en los documentos oficiales de la Federación de Rusia: los Conceptos de Política Exterior de 2014 y de Seguridad Nacional de 2015 describen una situación en la que «los valores espirituales y morales tradicionales rusos están 'renaciendo'», pero también en grave peligro. Para hacer realidad los intereses de Rusia como 'gran potencia' y aumentar su 'potencial político, económico, intelectual y espiritual', el Gobierno y la población tendrían que reforzar estos valores como piedra angular de la vida rusa. La Estrategia de Seguridad Nacional de 2021, sostiene que la «soberanía cultural» de Rusia se enfrenta a una amenaza existencial por parte de Occidente: que «los valores espirituales, morales e histórico-culturales tradicionales de Rusia están siendo atacados activamente por EE.UU. y sus aliados». Según este documento, Rusia está predestinada a liderar la defensa de la «verdadera» Europa, los valores tradicionales y la «soberanía cultural». Entre los instrumentos que propone la Estrategia de Seguridad Nacional para garantizar la seguridad y defensa de Rusia destaca la promoción de la Iglesia Ortodoxa Rusa y de la religión cristiana y la promesa de defender al pueblo ruso de ideas y valores ajenos.

Desde que, a principios de mayo, Kirill I, durante un sermón en la Iglesia del Arcángel en el Kremlin de Moscú, afirmó que «Rusia nunca ha atacado a nadie», Onufriy, el metropolitano de Kiev, y toda la Iglesia Ortodoxa Ucraniana que depende del patriarcado de Moscú, pidió al patriarca ecuménico Bartolomeo y a los líderes de las Iglesias ortodoxas autocéfalas que condenasen los «crímenes espirituales» cometidos por el patriarca de Moscú.

La exigencia del metropolitano de Kiev de condenar públicamente a Kirill I por «crímenes espirituales», difícilmente obtendrá satisfacción porque la Iglesia Ortodoxa Rusa, así como Rosatom, la corporación estatal rusa de energía nuclear, financian las Iglesias ortodoxas en todo el mundo. Estas, probablemente, no irán en contra de su principal benefactor. Pero el patriarca de Moscú tiene las manos sucias de la sangre de las víctimas del Ejército ruso, cuyos asesinatos bendijo, y aunque no le condene el clero de las Iglesias ortodoxas, lo hará la Historia.

Mira Milosevich-Juaristi, investigadora principal del Real Instituto Elcano y escritora.

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