La ignorancia y Colón

No solo la ignorancia se ha cebado con Colón, también la estupidez, lo inane de lo «políticamente correcto», adobado en el más despreciable sectarismo político. Este cóctel explosivo de gentes e intereses oscuros pretende reescribir la Historia, creando un nuevo relato histórico que es pura falsedad. ¿Sabremos algún día quién o quiénes mueven estos hilos? Por sus obras los conoceréis.

Por hoy, hablemos solo del Colón navegante. Hasta el siglo XIX fue un personaje casi olvidado. A mediados de ese siglo, con el nacionalismo italiano en auge, fue creciendo su popularidad, primero en Italia y después en España, hasta el punto de iniciarse en Roma un proceso de beatificación que no cuajó. Por otro lado, el naciente Estado italiano necesitaba héroes reconocidos, y el nauta genovés se convirtió en una gloria nacional e internacional hasta el punto de que Génova, Colón y el Descubrimiento de América para ellos era lo mismo. De ahí que el IV Centenario del Descubrimiento de América en 1892 fuera en la práctica el centenario de Colón. Así fue como en torno a esas fechas y posteriores, y con el protagonismo indiscutible de los italianos, sobre todo en EE.UU., se desató una fiebre general que fue cuajando en infinidad de estatuas y monumentos del genial navegante repartidas por el mundo. Esta glorificación colombina propició, a su vez, múltiples investigaciones y una gran labor de archivo, tanto en Italia como en España, para esclarecer la vida y obra del Descubridor.

La ignorancia y ColónDurante el V Centenario de 1992, sin embargo, empezaron ya a surgir algunas voces que no aceptaban como antaño ni el término y significado de Descubrimiento ni la figura de Colón. Y desde entonces el falso relato histórico ha ido creciendo gracias a la ignorancia, a la estupidez y al sectarismo político que no cesa.

Sirva un ejemplo casi insultante: un concejal de Los Ángeles, Mitch O’Farrell, de apellido irlandés, que se proclama indígena, además de haber impulsado la eliminación de la estatua de Colón de uno de sus parques, ha llegado a decir: «Colón fue responsable de atrocidades y sus acciones pusieron en marcha el mayor genocidio de la Historia conocida. Su imagen no debería celebrarse en ningún sitio». No se pueden decir más falsedades en tan poco espacio.

Las protestas, que todos los bien nacidos lamentamos, por la muerte de un hombre de raza negra en Mineápolis, George Floyd, han aventado los odios a todo lo que suene a racismo, esclavismo y colonialismo. Y en esa coctelera han metido sin más a Colón, ignorando que fue uno de los más grandes navegantes de la Historia y al que España y el Mundo deben tanto.

Los partidarios de destruir su recuerdo ignoran, con la estupidez por bandera, que a finales del siglo XV el océano Atlántico o mar Tenebroso era un espacio lleno de misterios y envuelto en leyendas monstruosas que aterrorizaban a los marinos. Nadie se atrevía a navegar más allá de los archipiélagos cercanos a Europa (Azores, Madeira, Canarias). Sin embargo, Colón fue por delante de la ciencia del momento y de los expertos, se enfrentó a todos esos miedos y los venció, convirtiendo al océano Atlántico en un mar navegable. Tras siete años de dura negociación con los Reyes Católicos, pudo hacerse a la mar, siguiendo la ruta de poniente para llegar a las Indias, pero se topó con el Nuevo Mundo.

En su primer viaje, Colón, aprovechando los vientos alisios que soplaban casi invariablemente del este, llegó a las actuales Bahamas, a Cuba y a La Española (Rep. Dominicana). Si importante fue saber llegar, no menos trascendental fue saber volver. Cuando decidió el regreso, puso rumbo hacia el norte hasta alcanzar el paralelo de las Azores y una vez en él «mudó el camino y fue al este», para aprovechar los vientos y corrientes del oeste o Corriente del Golfo que circula desde el Caribe hasta Europa. Esta decisión fue trascendental para la época. En el segundo estableció con precisión las latitudes por las que debía navegar cualquier velero en su ruta de ida y vuelta a América, además de descubrir las Pequeñas Antillas (puerta de entrada a América) y Puerto Rico. En el tercero, recorrió la costa norte de Venezuela donde situó los Jardines del Edén, y al comprobar la grandeza y extensión de esa tierra continental la dibujó en los mapas como Terra Incógnita o Nuevo Mundo. Esperemos que en este embrollo descomunal a nadie se le ocurra cambiar el nombre que lo recuerda: Colombia. Por último, en el cuarto, sufrió la fuerza de un huracán del que salió airoso, dejándonos observaciones muy atinadas de nauta experimentado, y descubrió la costa de Centroamérica buscando un Estrecho que le permitiera llegar al Cipango (Japón) y al Catay (China). Durante estos cuatro viajes el genial navegante atisbó una globalización que más tarde culminaría Magallanes-Elcano dando la vuelta al mundo.

Cristóbal Colón fracasó como gobernante, pero no así en la faceta de navegante y descubridor excepcional, por lo que es merecedor de monumentos y estatuas que lo recuerden. La Historia se lo ha reconocido hasta hoy y se lo debe seguir reconociendo, pese a las algarabías del momento. A los ignorantes hay que convencerles de que leer no es nada malo sino todo lo contrario; a los estúpidos hay que demostrarles que no vale que «desprecien cuanto ignoran», como dice el poeta; a los políticamente correctos hay que animarles a ser valientes con el saber y con la Historia; y a los sectarios, en fase creciente, hay que ir arrinconándolos en su propia miopía para que hagan el menor daño posible.

Luís Arranz Márquez es catedrático emérito de la Universidad Complutense.

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