La inclusión financiera y la salud de las mujeres africanas

La inclusión financiera y la salud de las mujeres africanas

A fines de octubre, la Oficina Regional para África de la Organización Mundial de la Salud firmó un acuerdo con la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) de las Naciones Unidas. El objetivo de esta insólita asociación es alentar el uso de servicios digitales “para salvar vidas y mejorar la salud de las personas”. Pero es probable que el aspecto más innovador del pacto sea el compromiso de combinar las estrategias de inclusión financiera con el suministro moderno de atención médica.

La inclusión financiera es un factor comprobado de mejora de la salud, especialmente para las mujeres de los países en desarrollo. Las mujeres que tienen acceso fácil a cuentas bancarias o medios de pago en efectivo tienden a invertir más en sus emprendimientos y familias, y el resultado es que llevan vidas más sanas y satisfactorias.

Pero demasiadas veces, iniciativas como la firmada en octubre se centran en un solo aspecto: la provisión de servicios de salud digitales o la de productos financieros, por ejemplo, seguros. Como en África la capacidad de ganar y ahorrar dinero puede ser la diferencia entre recibir buena atención médica y no recibirla en absoluto, hay aquí una oportunidad desaprovechada de ayudar a las pacientes y crear comunidades más resistentes.

El costo para las mujeres africanas de esta omisión es desproporcionadamente alto. En Nigeria, por ejemplo, 400 000 mujeres viven con fístula obstétrica, una afección incapacitante generalmente causada por complicaciones en el parto. En Tanzania, cada año mueren durante el embarazo o el parto unas 8000 mujeres; esas muertes son en su mayoría evitables. Y la esperanza de vida al nacer de las mujeres africanas es sólo 58 años, en vez de más de 80 como en los países desarrollados.

Pero se están haciendo avances para conectar la provisión de atención médica femenina con la inclusión financiera. En un congreso reciente celebrado en Dar es Salaam, expertos en tecnología y servicios financieros se reunieron con inversores, filántropos y especialistas en desarrollo para idear formas de poner las finanzas al servicio de las mujeres africanas. A través de programas como estos, los expertos en desarrollo pueden promover soluciones digitales como medio de empoderamiento social y financiero.

Por desgracia, ejemplos de cooperación como el pacto firmado en octubre no son la regla sino la excepción. Es común que bancos, reguladores, ministerios de finanzas y empresas de telecomunicaciones se reúnan para analizar la inclusión financiera sin representantes de la comunidad sanitaria local e internacional. Esto debe cambiar, para que sea posible crear plataformas más inclusivas al servicio de pacientes y clientes en África.

El primer paso es identificar las oportunidades desaprovechadas. Una muy grande se relaciona con la falta de coordinación entre la extensión de servicios financieros y la de atención médica digitalizada a las zonas rurales de África. Hay allí bancos y operadores de redes de telefonía móvil que trabajan para llevar servicios bancarios digitales a clientes no bancarizados o sub‑bancarizados; al mismo tiempo, hay trabajadores de salud comunitarios (TSC) dedicados a la prevención y el tratamiento de enfermedades y a la derivación de los pacientes a clínicas para su atención. Resulta lógico combinar las dos iniciativas, porque ambas se basan en gran medida en la confianza.

Usando redes ya instaladas, los TSC podrían ofrecer al mismo tiempo servicios de salud electrónica y productos financieros (por ejemplo sistemas de pago móvil). Añadir a las herramientas digitales de gestión sanitaria y acceso a información médica una oferta de soluciones dirigidas al bienestar financiero crearía sinergias naturales. Si bien se han expresado inquietudes respecto de que sumar responsabilidades a los TSC pueda ir en detrimento de la calidad de la atención médica, intentar promover la prosperidad por medio de una estrategia fragmentaria es todavía más perjudicial.

Pero además de identificar las oportunidades de complementación hay otras cuestiones que resolver antes de poder ampliar los programas de inclusión financiera y salud femenina. Para empezar, la falta de datos desagregados por sexo dificulta la elaboración de políticas que tengan en cuenta la situación en materia de salud y necesidades financieras. Hay algunos países, como Burundi y Senegal, que ya trabajan para mejorar la recolección de datos diferenciada por género, pero se necesita un esfuerzo más amplio y coordinado.

Otro desafío es aumentar el alfabetismo financiero en la región. La capacidad de comprender y manejar cuestiones financieras personales es el eslabón más débil en la mejora de las oportunidades de las mujeres por medio de la inclusión financiera. Además, el alfabetismo financiero es un prerrequisito para el despliegue de iniciativas de financiación, por ejemplo programas en apoyo de pequeños y microemprendimientos dirigidos por mujeres.

Un aumento de los niveles de alfabetismo financiero dará a las mujeres acceso a recursos como la tierra y el crédito, herramientas estas esenciales para el desarrollo empresarial, la movilidad social y el crecimiento personal. Aunque ya hubo mejoras en la eliminación de disparidades de género, es preciso sostenerlas.

El acuerdo entre la OMS y la UIT ayudará a promover la creación de riqueza en zonas de África con un acceso deficiente a atención médica y servicios financieros. Para sostener la transformación, se necesita un mayor compromiso, especialmente de parte de la comunidad sanitaria internacional. Pero como sea que los gobiernos africanos avancen en la digitalización de los servicios sanitarios y financieros, las necesidades de las mujeres deben estar en el centro de toda solución.

Carl Manlan is an economist and Chief Operating Officer of the Ecobank Foundation. He is a 2016 Aspen New Voices Fellow. Traducción: Esteban Flamini.

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