La indisimulable inanidad del presidente

Por Andrés de la Oliva Santos (ABC, 03/06/06):

NO hace falta militar en el Partido Popular ni simpatizar con sus actuales dirigentes para comprender que algo anda rematadamente mal cuando, estando en curso un denominado «proceso de paz» relativo al terrorismo de ETA, llega el «debate sobre el Estado de la Nación» en el Congreso de los Diputados, que avaló ese «proceso», y el presidente del Gobierno apenas habla de los contactos y conversaciones encaminados al cese de la violencia de la banda terrorista y al futuro desarrollo de la política en el País Vasco.

Este silencio en el Parlamento ha contrastado con una catarata de declaraciones sobre el mencionado asunto, fuera del Parlamento, nada más terminar el susodicho «debate». Y una de dos: o el presidente del Gobierno y parte de la bien llamada «clase política» han decidido, entre las posibles «reformas en profundidad», emprender la de una máxima devaluación de la democracia parlamentaria o, sencillamente, piensan que los ciudadanos carecen de un cerebro sustancialmente distinto del de las ovejas. Si se tratase de esto último -llevo años diciéndolo públicamente: que los políticos tienden a tomar por tontos a los peatones democráticos-, se explicarían perfectamente tanto los silencios parlamentarios como las verborreas extraparlamentarias, con sus patentes contradicciones en cuestión de horas. Las ovejas, habiendo pasto, estarán pastando y, a lo sumo, balando.

Gusten más o menos la vigente Ley de Partidos y la sentencia firme del Tribunal Supremo, ilegalizadora de Herri Batasuna, han de respetarse y cumplirse por elemental exigencia del Estado social y democrático de Derecho. Eso se vino a decir, con acierto, por altos cargos del partido en el poder, al descartar futuras reuniones de dirigentes socialistas con otros de HB. Pero poco después han dicho lo contrario: que dirigentes del Partido Socialista se reunirán con los de HB, naturalmente, no en cuanto personas para tomar unas copas, sino en cuanto tales dirigentes políticos.

El señor Rajoy, que, en sede parlamentaria, no quiso o no supo generar un debate y, antes que nada, reclamar una información precisa sobre el denominado «proceso de paz», ha puesto el grito en el cielo, anunciando una ruptura. Entonces, el presidente del Gobierno, como si esa ruptura le importase algo, se ha apresurado a aclarar lo siguiente:

  1. Que si el máximo dirigente de los socialistas vascos se reúne con dirigentes de HB, eso «no es diálogo ni negociación política», sino una reunión «para que la izquierda abertzale acepte la legalidad y rechace la violencia».
  2. Que todos debemos comportarnos con «naturalidad», «meditación» y «sosiego» ante esa reunión del señor Patxi López con los dirigentes de HB, porque así lo merece la «hoja de servicios» a la democracia del Partido Socialista de Euskadi.
  3. Que hemos de tener, todos, «un poco de perspectiva».
  4. Que lo importante y lo que hay que juzgar «son los hechos, no las palabras».

Desde el comienzo de su actuación parlamentaria, me he tomado en serio el pensamiento conocido del señor Zapatero, en vez de tratarle despectiva o desdeñosamente. He leído con sosiego sus palabras, que han sido objeto de mi meditación. Y he afrontado con naturalidad no entenderle a la primera y, por supuesto, no compartir bastante de lo que entendía. Desde estas bases, me parecen convenientes algunas consideraciones.

  1. Una reunión encaminada a que un grupo político ilegal rechace la violencia y acepte la legalidad tiene un innegable contenido político. Si los reunidos no hablan, no dialogan, sino que unos instan a los otros, sin más, a no que no se aterrorice ni se incurra en ilegalidades, la reunión es innecesaria y sería suficiente un papel.
  2. La histórica «hoja de servicios» a la democracia del PSE no legitima un acto futuro que desprecie lo legislado y lo juzgado. Y, puesto que el señor Zapatero se ha referido a esa «hoja de servicios», añadiré que los más meritorios los han protagonizado, además de los socialistas vascos asesinados por ETA, personas como Nicolás Redondo Terreros o Rosa Díez, contrarios a la negociación con ETA y al diálogo con HB.
  3. Acerca del pensamiento del señor Zapatero resulta decisiva su tajante contraposición entre «los hechos» y «las palabras». A riesgo de que se me considere injustamente enemigo del señor presidente, la conclusión a que obliga esa contraposición es que este presidente del Gobierno adolece de una inanidad intelectual indisimulable, casi espectacular. Porque cuando alguien habla para pedir que no se juzguen las palabras, no sólo parece no advertir que está aconsejando que nadie le haga caso y que nunca más se le escuche o lea, sino que desconoce que decir palabras es un hecho. Cuando el presidente del Gobierno dice palabras protagoniza un hecho político relevante, que se juzga y se valora según las palabras de que se compone.
  4. Si lo que ha querido decir el Sr. Zapatero es «júzguenme por los resultados», hemos de pensar que el señor Zapatero sugiere que las actuaciones previas a los «resultados» (cuando los haya) están exentas de crítica. Pero eso es tan inaceptable como remitirse al juicio de la Historia y rechazar cualquier otro. La buena intención de lograr unos buenos resultados no hace necesariamente buenos todos los «hechos» y actuaciones intermedias. Entre otras razones, porque esos «hechos» y actuaciones intermedias también generan sus propios «resultados». Y los «resultados» del escarnio del Estado de Derecho, de que se extienda la idea de que las palabras no significan nada y de que la autoridad considere «natural» y «normal» la negociación con terroristas, son resultados indeseables, precios impagables, hipotecas que conducen a la ruina. Pero para ver esto hace falta, claro es, alguna «perspectiva».