La ineficacia del Gobierno

Adivina adivinanza: ¿en qué se parecen Azerbaiyán, Qatar, Botsuana, Armenia, Perú, Mongolia y la isla de Tonga? Antes de revelar la solución, déjenme comentar que a lo largo de las últimas semanas se han publicado algunos índices que permiten comparar la competitividad de la mayoría de las economías del mundo y España no sale demasiado bien parada. Según el Índice de Competitividad Global (ICG) presentado por el Foro Económico Mundial (el foro de Davos), España se sitúa en la posición 42 de entre los 139 países analizados. ¡Sí! ¡Lo han leído bien!: no sólo España no está en la Champions League de la economía mundial como vaticinaba el presidente Zapatero hace menos de dos años, sino que se sitúa en la posición 42. De hecho, ha bajado 9 posiciones en el último año (en el 2009 estaba en el 33) y 13 posiciones desde el 2004.

Medir los determinantes de la competitividad económica es harto complicado. Al fin y al cabo, son muchos los factores que afectan a la productividad de trabajadores y empresas a la hora de producir bienes y servicios. Desde (1) la estabilidad macroeconómica hasta (2) la capacidad de innovar e investigar pasando por (3) la calidad institucional (como la independencia y eficiencia del poder judicial, la corrupción del sector público o la eficiencia de la regulación), (4) la calidad y cantidad de infraestructuras, (5) la formación de los trabajadores (que depende de la educación primaria, secundaria y universitaria, así como la formación profesional y la formación de trabajadores en activo y en el paro), (6) la salud de los trabajadores, (7) la eficiencia del mercado laboral, (8) la eficacia de los mercados de bienes y servicios, (9) la eficiencia y la fiabilidad de los mercados financieros, (10) la accesibilidad a las nuevas tecnologías, (11) el tamaño de los mercados interno y la capacidad exportadora y (12) la sofisticación de las empresas a la hora de administrar sus negocios. Todos estos factores son combinados según una fórmula diseñada por la profesora Elsa Artadi y yo mismo en el año 2004 para construir el ICG. El índice de este año fue presentado en Pekín (China) la semana pasada y sitúa a España en la 42. ª posición en el mundo.

Pero, aun siendo la falta de competitividad en general el principal problema de la economía española, hoy me querría concentrar en uno de sus componentes más importantes: la regulación. En los dos últimos años, no pocos economistas y políticos han culpado a la desregulación de causar la recesión más importante desde la gran depresión de los años treinta del siglo XX. La supuesta falta de control del sistema financiero ha sido utilizada como excusa para pedir una mayor intervención del Estado en la economía.

Vayamos por pasos: nadie duda de que la actividad económica en el siglo XXI necesita reglas. Es imperativo que los derechos de propiedad sean garantizados, que las disputas entre agentes económicos se resuelvan rápida y eficientemente, que los contratos se respeten, que exista competencia que evite el abuso de monopolios o que el comportamiento de legisladores y funcionarios sea predecible para que las empresas puedan calcular sus efectos sobre las cuentas de resultados.

Ahora bien, que las normas sean necesarias no quiere decir que todas las normas sean buenas o que más regulación siempre sea mejor que menos regulación. Lo importante no es si hay demasiadas reglas o demasiado pocas. Lo importante es que la regulación sea eficiente y no perjudique a la economía. La pregunta es: ¿y cómo se sabe si un país tiene una regulación eficiente? La primera pista nos la dio el brillante economista peruano Hernando de Soto en 1986. En un famosísimo libro llamado El otro sendero, De Soto intentó estimar el coste de la regulación a base de montar una empresa textil en Lima y calcular los días que se tardaba en poder hacerlo, el número de permisos que tuvo que pedir y el dinero que tuvo que gastar para conseguirlos, incluidos los sobornos que tuvo que pagar a los funcionarios que no tramitaban sus papeles sin una propina obligatoria. De Soto concluyó que "el otro sendero" (referido al exceso de regulación y de burocracia) era tan perjudicial para los peruanos como el tristemente famoso grupo terrorista llamado Sendero Luminoso.

Esa creativa manera de calcular los costes de la regulación en términos de tiempo, dinero y dolores de cabeza que un emprendedor tiene que pagar a la hora de desarrollar su negocio fue adoptada por el Banco Mundial en el 2003. Desde entonces, el banco publica anualmente un documento llamado Doing business que recoge los resultados para 183 países. Pues bien, el Doing business del 2010 también acaba de salir y eso nos lleva a la pregunta inicial: ¿en qué se parecen Azerbaiyán, Qatar, Botsuana, Armenia, Perú, Mongolia y la isla de Tonga? La respuesta es bien curiosa: ¡todos son países situados por encima de España en el ranking de este año! Y es que si España quedaba mal parada en el ICG de Davos, en el índice del Banco Mundial queda todavía peor, ya que ocupa la posición 62. ª . Yno sólo eso, sino que ha perdido 10 posiciones respecto del año pasado.

Como ya es habitual, el entorno del Gobierno ha reaccionado a las malas noticias a base de atacar al mensajero. Pero no. Ni el Foro Económico Mundial ni el Banco Mundial son responsables de los problemas de la economía española. Ellos sólo coleccionan y evalúan datos, y los datos son claros: la economía española es poco competitiva por muchas razones. Una de las principales es... la ineficacia del Gobierno.

Xavier Sala i Martín, Columbia University, UPF y Fundació Umbele.