La inflación frena la innovación en Europa

La inflación es un problema económico de primera magnitud para nuestras economías, empresas y hogares. Sin embargo, y a pesar de su carácter transversal, sus efectos no son iguales para todos, como tampoco lo son las políticas que se ponen en marcha para combatirla. No en vano, las causas que la provocan pueden ser de muy distinta naturaleza, y es evidente que se requieren remedios adaptados al origen particular de la subida de precios en cada caso.

Es muy importante acertar con el diagnóstico y las políticas que aplicamos, porque determinarán en gran medida el reparto del coste entre las y los asalariados, las empresas, el erario público y los distintos territorios o Estados. En particular si, como ocurre en la Unión Europea y especialmente en la zona euro, solo disponemos de la política monetaria como herramienta para afrontarla. O, lo que es lo mismo, si carecemos de una verdadera política fiscal común que, de existir, permitiría el desarrollo y aplicación de alternativas a las medidas antinflacionistas, que suelen tener efectos muy dolorosos sobre el empleo y muy desiguales entre los Estados miembros.

De igual modo, es importante descender a la realidad sectorial —que en muchos casos es también territorial—, y estudiar el impacto que la inflación provoca sobre los distintos ámbitos de las cadenas de valor o los procesos de producción, como en el caso de la innovación. La capacidad de los distintos sectores económicos para repercutir la subida de precios en el precio final y, como consecuencia, en los consumidores varía enormemente y lo hace por distintas causas, que van desde la elasticidad de la demanda hasta la mayor o menor competencia en los diferentes mercados o el plazo medio de vencimiento de los contratos en cada sector. Precisamente, los tiempos son claves en los procesos de innovación.

Mientras que algunos sectores pueden repercutir el incremento del precio de sus inputs en el precio al consumidor final con relativa rapidez, en las empresas que invierten fuertemente en innovación esta repercusión es más complicada, sobre todo si son pymes que se mueven en entornos cargados de incertidumbre y fuertemente competitivos, o que participan en procesos productivos que responden a lógicas empresariales globales alejadas de la especialización de sus territorios, o cuya labor está fragmentada en distintos procesos y proveedores que incurren de manera diferenciada en la imputación de costes.

Si además tenemos en cuenta que, como bien ha demostrado Mariana Mazzucato, la innovación tiene un importante componente público y, cuando está bien dirigida, es la base de una auténtica política industrial, acertar con las políticas cobra aún más importancia. Muchos de los desarrollos actuales en lo que a energías renovables o tecnologías digitales se refiere, incluido prácticamente todo cuanto hace del iPhone un iPhone, no se entienden sin la inversión previa y arriesgada del Estado. Por tanto, es fundamental que estos programas de incentivación y financiación de la innovación funcionen correctamente, también en medio de procesos inflacionistas.

Desde 1983, la UE desarrolla los llamados programas marco de investigación, que han ido evolucionando para, entre otras cosas, convertirse en palanca de la innovación, un ámbito en el que Europa aparece rezagada respecto a otras regiones del mundo, como puede comprobarse en los rankings internacionales. El último de los programas marco europeos, el Horizonte Europa (2021-2027), pretende consolidar a la UE como líder en conocimiento y avanzar en innovación para recuperar el liderazgo tecnológico y progresar en lo que se ha convertido en la política industrial central de la Europa comunitaria: la autonomía estratégica abierta. Con la adecuada visión estratégica, dicho plan podría compensar parcialmente la ausencia de una auténtica política fiscal comunitaria.

Los proyectos dentro del programa marco se asignan mediante procesos competitivos basados en la excelencia. Normalmente, los proyectos seleccionados reciben, de acuerdo con un presupuesto inicial, una subvención a fondo perdido por un porcentaje del total del gasto demostrado. Eso quiere decir que, a la hora de realizar la selección, además de la excelencia, se toman en consideración los costes del proyecto calculados en el momento de elaboración de la propuesta, es decir, con bastante antelación respecto al desarrollo efectivo del proyecto. Por ese motivo, cualquier aumento del precio de los materiales o de otros inputs similar al que estamos viviendo actualmente se traduce en un incremento de los costes que dificulta o compromete seriamente la ejecución del proyecto seleccionado.

Muchas entidades y pymes dedicadas a la investigación y la innovación se encuentran en esa situación ahora mismo sin que la Comisión Europea articule ningún mecanismo de revisión o ayuda. Utilizando como ejemplo un proyecto que fue diseñado en 2016, presentado en 2017, aprobado en 2018 y que se encuentra actualmente en desarrollo, aunque sujeto al anterior programa marco de investigación, el H2020, nos encontramos que tendrían que haber previsto, ya en 2016, el estallido de una pandemia global, el decoupling o desvinculación de Estados Unidos y China que tanto ha alterado las cadenas globales de producción, los actuales procesos de concentración empresarial con su gran poder de mercado y su capacidad para imponer precios, y la guerra en Ucrania, que ha servido como excusa para la subida de los precios de la energía y otros productos básicos.

Ni los servicios de la Comisión con todos sus efectivos y recursos, ni los del Banco Central Europeo con su capacidad no solo para predecir el curso de la economía, sino para intervenir en ella, pudieron prever en 2016 o en los años posteriores la subida de precios que estamos viviendo. No se explica, por tanto, que se reclame a las pymes innovadoras precisamente esa habilidad para vaticinar grandes cambios macroeconómicos que ellos mismos no previeron. Más bien se las aboca a que abandonen su vocación.

Esta situación nos debe llevar a pensar en alternativas que permitan suavizar el impacto de la inflación en sectores de alto interés para el futuro de la UE. De no actuar a tiempo, puede suponer un retroceso en innovación, lo que ensanchará la brecha ya existente con otras zonas del mundo, lastrará aún más nuestra posición en la carrera digital y tecnológica, y obligará a nuestras pymes y startups, que son el corazón de la innovación en Europa, a renunciar al desarrollo de proyectos europeos y a buscar soluciones en entornos más receptivos.

Es extremadamente importante que Europa apueste por sus empresas y por los sectores más innovadores, sobre todo cuando otras regiones del mundo están utilizando muy decididamente la innovación como motor de sus políticas industriales. Sin ir más lejos, Estados Unidos ha aprobado una inversión de 80.000 millones de dólares en empresas que produzcan en su territorio, en particular en las regiones que más han sufrido los procesos de desindustrialización vinculados al fenómeno de la globalización neoliberal. Esta política puede tener como resultado una desviación del esfuerzo, inversión y talentos europeos vinculados con la innovación verde y digital hacia Estados Unidos.

Europa no puede seguir perdiendo protagonismo industrial ni potencial innovador, especialmente en un momento tan delicado desde el punto de vista geopolítico como el actual, cuando la globalización tal cual la conocíamos hasta ahora ha dejado de funcionar y estamos transitando hacia un modelo más segmentado, donde el lugar en el que se producen las cosas importa… y mucho.

Lina Gálvez Muñoz es catedrática de Historia Económica y eurodiputada socialista.

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