La influyente sombra de Gaddafi

El reciente intento de golpe de Estado en Libia, liderado por el general Khalifa Hiftar, ha hecho que finalmente se horade la ilusión sobre que el disfuncional gobierno central del país, cuyo poder se limitado a la capital, Trípoli, puede gobernar con eficacia. Sin embargo, determinar la forma cómo se puede brindar paz y estabilidad a la sociedad profundamente fragmentada de Libia requerirá mucho más que una evaluación de los errores de este gobierno; se requerirá una cuidadosa consideración de los fracasos – y de los éxitos – de su exlíder, el coronel Muammar al-Gaddafi.

Hiftar cree que la clave para resolver la infinita cantidad de crisis que enfrenta Libia se encuentra en el establecimiento de un fuerte ejército nacional capaz de someter a los islamistas que están desestabilizando el país. Otros continúan abogando por la reconciliación nacional. Pero ninguna de las soluciones aborda lo que realmente está movilizando los acontecimientos en Libia: el legado del gadafismo.

Teniendo en cuenta que Gadafi gobernó Libia durante más de cuatro décadas, su legado no puede ser simplemente ignorado. Eso significa no sólo reconocer el vínculo vital entre sus políticas y los problemas de hoy, sino también cerciorarse que lo que se debe conservar no sea sacrificado por la prisa que se tiene por borra la memoria de Gaddafi.

Gadafi utilizó servicios de seguridad muy fuertes y comités revolucionarios paramilitares para salvaguardar a su gobierno, dejando a las instituciones del Estado en situación disfuncional y fragmentada. De hecho, Gadafi tenía la creencia de que la burocracia impedía la transmisión de su mensaje a las masas, lo que le impulsó a desmantelar periódicamente ministerios de gobierno y a ubicar a las relaciones personales privilegiadas por encima de las jerarquías institucionales. A falta de un liderazgo unificado, los libios reeditaron sus lealtades políticas tribales y regionales, a expensas de una identidad nacional compartida.

Esta atomización del Estado y de la sociedad sigue obstaculizando la capacidad de Libia para establecer un gobierno eficiente y que tenga credibilidad. Con el abordaje adecuado, sin embargo, existe esperanza. El problema es que, hasta el momento, los líderes de Libia han hecho más por perpetuar la fragmentación y la disfunción que por aminorarlas.

En sus dos años en el poder, el parlamento, conocido como el Congreso General de la Nación (CGN), ha conferido poderes a actores no estatales; por ejemplo, los ministerios gubernamentales pasaron por alto al ejército y encargaron operaciones de seguridad a las milicias. Hiftar reconoce el problema con este abordaje – de hecho, esto fue lo que le impulsó a iniciar el golpe de Estado; sin embargo, la solución que él propone es igualmente defectuosa. Después de todo, las fuerzas de seguridad de Libia ya han demostrado ser más propensas a facilitar el amiguismo, en lugar de luchar contra el mismo.

Aún más, sus sucesores en el poder, en lugar de eliminar el altamente politizado sistema judicial de Gadafi – en el cual, por ejemplo, se puede juzgar a cualquier libio en tribunales independientes y administrados por comités revolucionarios sin necesidad de seguir un debido proceso – lo adoptaron. En el año 2012, un informe de las Naciones Unidas  reveló que se mantenían fuera del ámbito de competencia del Estado a “la inmensa mayoría” de las aproximadamente 8.000 personas detenidas por motivos relacionados con el conflicto.

Las milicias se han aprovechado de este sistema para aplicar tácticas intimidatorias a los fiscales con el fin de que ellos emitan órdenes de detención. Y las milicias con base en la ciudad de Zintan continúan negándose a entregar al hijo de Gadafi, Saif al-Islam, a las autoridades del gobierno central.

Por último, la corrupción, que fue endémica en el régimen de Gadafi, perdura durante este nuevo régimen, ya que los funcionarios de los ministerios aceptan sobornos, por ejemplo, a cambio de otorgar contratos. Por su parte, las milicias que derrocaron a Gadafi han liberado a prisioneros a cambio del pago de recompensas.

Si Libia desea escapar de su situación actual, sus líderes deben transformar las estructuras de gobernanza que Gadafi construyó y deben crear un sistema justo y con credibilidad que se base en el imperio de la ley. Primero y ante todo, esto requiere de esfuerzos, guiados por ejemplos occidentales, para fortalecer y modernizar las instituciones.

Simultáneamente, los líderes de Libia deben reconocer y aprovechar los pocos aspectos positivos del gadafismo. Para empezar, Gadafi logró unificar un país que, desde la invasión griega en el siglo VII antes de Cristo, había estado dividido entre una franja costera vinculada a la mayor cuenca del Mediterráneo y un interior aislado que incluso el brutal régimen de Benito Mussolini no pudo dominar.

Por tanto, Gadafi dio el primer paso – intencional o no – hacia la creación de un Estado-nación moderno. Ahora, el reto es superar las divisiones que aún permanecen dentro de la población – esto no es una tarea fácil en un país enorme que tiene un interior habitado por escasa población, la cual está formada, en gran parte, por minorías étnicas y tribus aisladas.

El componente positivo más importante del legado de Gadafi, sin embargo, fue la emancipación parcial de las mujeres. En su posición de modernizador en la búsqueda de movilizar a toda su población, Gadafi promovió la inclusión social y económica de las mujeres mediante la expansión de la educación para las niñas, otorgó a las mujeres el derecho al divorcio, y designó a mujeres como jueces y ministras. A pesar de que las guardias de Gadafi fueron objeto de burla considerándolas como ornamentos de su excentricidad, en los hechos, ellas representaron el deseo que tenía Gadafi por liberar a las mujeres.

También en este ámbito los sucesores de Gadafi fracasaron. En el año 2012, por ejemplo, el jefe del gobierno interino, Mustafa Abdel-Jalil, hizo pública su intención de levantar las restricciones en contra de la poligamia. Posteriormente, él ordenó a Sarah Elmesallati, la anfitriona de la ceremonia en la cual se transfería el poder al CGN, dejar el escenario a mitad de su presentación porque ella no llevaba velo en la cabeza.

Los libios de a pie también han abogado por mantener a las mujeres bastante restringidas. Recientemente, el padre de una mujer libia en edad universitaria le negó la oportunidad de aceptar una beca del Departamento de Estado de EE.UU. para asistir a un taller de capacitación en Washington, D.C., porque él no podía acompañarla en dicho viaje al extranjero.

Los líderes de Libia – y sus benefactores occidentales – no tienen más remedio que considerar y abordar los efectos que la herencia de Gadafi tiene sobre las actitudes del público y la conducta oficial. Sin embargo, ellos también deben aceptar que sólo la modernización del Estado y la sociedad de Libia – la agenda que Gadafi llevaba a cabo, aunque en una forma pervertida – podrá garantizar la supervivencia del país.

Barak Barfi is a research fellow at the New America Foundation. Traducido del inglés por Rocío L. Barrientos.

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