La iniciativa privada en la investigación biomédica

El avance de la medicina es evidente tanto en sus facetas de aliviar el sufrimiento humano como de ofrecer tratamientos que hace unos años eran impensables. Este progreso solo ha sido posible por el esfuerzo personal y colectivo de los investigadores. Tras cada historia de éxito subyacen muchas otras historias de fracaso e infinitas horas de sacrificio en el rastreo, el descubrimiento, la invención y el desarrollo. La investigación médica es cara. El costo de la instrumentación, reactivos, modelos animales y personal cualificado crece en la medida en que se sofistica progresivamente el nivel de evidencia requerido en los experimentos y el progreso de la biotecnología.

La fuente principal de recursos económicos es, y debe ser, la financiación pública que sufragan nuestros impuestos. Los ciudadanos tenemos todo el derecho a exigir que se seleccionen y financien adecuadamente los proyectos de investigación más interesantes y se priorice con criterios objetivos a los científicos con mayor talento y productividad. Debemos también exigir a los gobernantes que el nivel de inversión en investigación y desarrollo en medicina crezca porque, si se orienta adecuadamente, es inversión y no gasto. Cabe destacar que la investigación biomédica es la principal esperanza para que se alargue y mejore la calidad de nuestra vida o al menos la de nuestros descendientes.

¿Qué hace el sector privado en todo esto? Un día paseando en bicicleta entre los edificios gubernamentales de Washington, leí un lema sobre una de sus fachadas: «El sistema de patentes añade el combustible del interés al fuego del ingenio». Las compañías farmacéuticas asumen un riesgo considerable en el desarrollo de nuevos fármacos e instrumentación médica con la perspectiva de un beneficio que no sucede en todos los casos.

Con frecuencia la industria busca alianzas y colaboraciones con investigadores académicos tanto en las fases de descubrimiento como la de prueba de campo de los nuevos tratamientos y prototipos. La alianza entre industria y academia se debe favorecer e incentivar desde los gobiernos, con especial cuidado en el control de las subvenciones, para que de verdad se plasmen en conocimiento y riqueza.

El capital privado fomenta también la investigación de modo filantrópico y sin intereses. No solo hablo de fundaciones de grandes fortunas, sino de organizaciones que canalizan donativos de clases medias hacia entidades benéficas de suficiente envergadura capaces de dar apoyo decisivo a un centro o a un área científica. Estas organizaciones que operan con frecuencia en el ámbito supranacional desempeñan un papel excelente, con eficiencia en la gestión, con criterios objetivos y gran altura de miras. En muchas instituciones académicas de gran prestigio existen departamentos de captación de donaciones (fundraising) cuya misión es comunicar a potenciales donantes las actividades que precisan de apoyo financiero y los resultados de la contribución una vez producidos. En la cultura anglosajona es común que parte de la captación de financiación consista en galas benéficas, conciertos, eventos deportivos u otras actividades con afluencia de público en las que artistas, deportistas o personajes famosos aportan su imagen y buen hacer.

Dedicado como estoy a la inmunoterapia del cáncer, he sido testigo de la rápida adaptación de la iniciativa privada de muchos países a un campo en fase de progreso revolucionario por sus excelentes resultados. De este modo, en los países occidentales avanzados la inversión industrial y la financiación filantrópica han convergido con envidiable agilidad y rapidez ante el rápido progreso de las investigaciones en Inmunoterapia.

Investigar es conocer y debe ser, también, convertir el conocimiento en riqueza para todos, transformando los descubrimientos en productos y servicios para la sociedad. Un antibiótico o un nuevo producto antitumoral es conocimiento encapsulado, no es otra cosa. La experiencia pone de manifiesto que el fuerte crecimiento de algunos países ha estado precedido siempre de una mejora en innovación tecnológica fruto de la investigación.

La política de imposición fiscal cumple un papel capital en aquellos entornos que deseen avanzar con el apoyo del mecenazgo y la investigación en I+D. En España, donde todavía persiste una inveterada desconfianza a las donaciones filantrópicas en beneficio de la investigación –también en otros campos, como el arte–, su desgravación nos beneficiaría no poco hacia una apertura equiparable a las políticas de otros países. Este artículo pretende hacer un elogio de la financiación privada en investigación biomédica y fomentar su crecimiento. En la frontera del gasto y la inversión, necesitamos del capital privado, que en último extremo representa el esfuerzo, la libertad y la riqueza de la sociedad civil.

Ignacio Melero es catedrático de Inmunología y académico correspondiente de la Real Academia de Medicina.

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