La Inquisición del siglo XXI

El mes pasado tuvieron lugar las celebraciones por el bicentenario de la primera Constitución española, la de 1812. Sin embargo, apenas se ha recordado un tema muy controvertido que ocupó a las Cortes de Cádiz en las semanas posteriores. En abril de aquel año, una violenta polémica estalló y terminó en la abolición de la Inquisición unos meses más tarde. Este año de 2012 se cumple el bicentenario de la publicación de las obras históricas que hicieron posible aquello. Me refiero al trabajo del canónigo Juan Antonio Llorente, quien publicó en Madrid en 1812 sus Anales de la Inquisición de España, en dos volúmenes, y Memoria Histórica sobre cuál ha sido la opinión nacional de España acerca de la Inquisición. Éste último sirvió como principal fuente de información para los diputados en las Cortes cuando llevaron a cabo la abolición.

Pocos hay que estén hoy interesados en el bicentenario de Llorente. Y por desgracia no hay congresos sobre su trabajo. Sin embargo, su paciente investigación, que dio sus frutos cinco años más tarde en París con la publicación de su Historia Critica de la Inquisición de España, fue uno de los logros más importantes de la mente española del siglo XIX. El libro fue aclamado en toda Europa como uno de los grandes pasos que se han hecho contra la era de represión, y a Llorente le valió la hostilidad de las autoridades tanto en París como en Madrid. Se convirtió en el ilustre predecesor del investigador estadounidense Henry C., que en 1906 publicó la historia definitiva en cuatro volúmenes de la Inquisición española.

Llorente y Lea nos proporcionaron una perspectiva exhaustiva y penetrante de la muerte y desaparición de la Inquisición y explicaron con convincente detalle su impacto sobre el pasado de España. ¿Pero murió realmente el monstruo? ¿Pertenece realmente al pasado? En un sentido jurídico, por supuesto que desapareció. Pero en un sentido más amplio, continuó vivo en la imaginación no sólo de los españoles, sino también de otros europeos que consideraban que la Inquisición representaba algo oscuro y terrible del pasado. Crecieron mitos exagerados sobre ello, porque todo el mundo creía que los males de la conducta humana en esa época -persecución, fanatismo, intolerancia y represión del espíritu humano- estaban encarnados en la desaparecida institución.

Y la Inquisición no murió. Despertó a la vida nuevamente en el miedo, la represión y asesinatos del régimen estalinista, luego de nuevo en el miedo, represión y asesinatos de la República española en 1936 y el régimen de Franco que le sucedió. Y se repitió en el régimen nazi en Alemania. Costó sangre y agonía eliminarla. Y una vez más parecíamos ser libres después de la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, otro estadounidense acaba de publicar un libro -un volumen breve, genial en estilo y magníficamente investigado- en el cual el autor nos advierte de que la Inquisición está todavía con nosotros. God's Jury (El jurado de Dios), de Cullen Murphy, es en muchos sentidos una excelente conmemoración del segundo centenario de la obra histórica de Llorente. El tema del libro de Murphy no es simplemente lo que sucedió en el pasado, refleja también lo que está sucediendo ahora y lo que puede suceder en el futuro. Y la historia que cuenta es la que muchos de nosotros no podemos dejar de reconocer.

La amenaza a la libertad que está teniendo lugar en el mundo hoy en día es aún más terrible porque la llevan a cabo no sólo aquellos gobiernos que nos gusta pensar que son malos, sino otros que son nuestros aliados. La represión la ejercen nuestros propios gobernantes democráticos en países como el Reino Unido, Estados Unidos y probablemente España.

La antigua Inquisición controlaba y censuraba libros tal y como han hecho muchos estados modernos. Pero con el crecimiento de la tecnología e internet, hemos logrado liberarnos de la brutal represión de la palabra impresa. Las revoluciones árabes del año pasado fueron poderosamente ayudadas por internet. Ahora estados como Siria e Irán temen a la Red por su extraordinaria capacidad para comunicar información e imágenes al mundo exterior. ¿Significa eso que hemos dado un paso hacia la libertad? De ninguna manera. Internet en sí mismo está siendo utilizado contra sus usuarios. Irán permite que funcionen Facebook y Twitter para que el Gobierno pueda recopilar información acerca de los activistas. En China las autoridades simplemente cierran los sitios web que no le gustan. En Estados Unidos, el Gobierno federal o sus agentes persuaden a empresas financieras para que retiren su apoyo a las páginas que no le gustan (como Wikileaks) y las cierra para siempre. La Inquisición no podría haberlo hecho mejor. Internet ya no es el instrumento de la libertad que muchos pensaron al principio que podría ser.

Cuando la Inquisición tenía que llevar a cabo medidas extremas contra sus sospechosos, normalmente solía entregarlos a amigos de la autoridad civil. Hoy, cuando un Gobierno desea torturar a sospechosos, los envía a países amigos. Una fuente dice que Estados Unidos (por citar sólo un país) ha tratado a 150 sospechosos de esta manera. Algunos han muerto, a otros los han dejado libres después de meses de encierro. En un pasaje escalofriante, Murphy explica: «Tres principales formas de tortura fueron empleadas por la Inquisición española. Todas siguen en uso hoy en día, como las investigaciones realizadas por los gobiernos y organizaciones de derechos humanos atestiguan». La forma más conocida de tortura utilizada por la Inquisición es, por supuesto, todavía el principal sistema de tortura utilizada por Estados Unidos, conocida como waterboarding.

Y el largo brazo brazo de la moderna Inquisición democrática no tiene límites. Gracias a la tecnología online, los inquisidores pueden reunir información de alrededor del mundo en segundos. Y se puede obtener información acerca de cualquier cosa. O sobre nada. Y todos podemos ser víctimas. Un amigo relata cómo en una de sus visitas a Estados Unidos un par de años atrás, estuvo durante una hora en una pequeña habitación que Homeland Security tiene en el aeropuerto, donde detiene a personas sospechosas o peligrosas. Después de una hora de consultar toda la documentación sobre él, le dejaron entrar sin más en el país, pero se negaron a darle explicaciones de por qué le habían retenido. Para escapar del control, pensamos que sólo es necesario coger el teléfono móvil y comunicar libremente, utilizando la libertad que nos da el aire y el cielo. ¡Estamos equivocados! Con los sistemas modernos, cada palabra que proferimos en el teléfono puede ser rastreada y grabada. Con CCC (cámaras de circuito cerrado) instaladas en cada esquina de la calle, ya no podemos movernos alrededor de nuestras ciudades libremente.

Es evidente que gran parte de la represión en nuestro mundo la ha provocado el aumento del terrorismo ideológico. Hay que estar vigilantes y también restringir la libertad a fin de protegernos, se nos dice. Es un argumento convincente, pero es idéntico al que el Gobierno español y el francés y el inglés... dieron en el siglo XVI cuando intentaron justificar las actividades de sus inquisiciones. La nueva Inquisición protectora dispone de dinero sin límites que puede gastar en restringir la libertad. Al Qaeda gastó aproximadamente medio millón de dólares para destruir el World Trade Center y paralizar el Pentágono. ¿Cuánto ha gastado Estados Unidos sobre seguridad? En una información realizada por The New York Times, la respuesta es 3,3 billones de dólares, o unos siete millones de dólares por cada dólar que Al Qaeda gastó en la planificación y ejecución de los ataques.

Murphy hace una observación de que una característica esencial de la Inquisición es la convicción de que sólo los inquisidores tienen la razón, y todos los demás están equivocados. De la misma manera, los inquisidores modernos nos quieren hacer creer que lo que ellos llaman democracia es la única verdadera religión. El terrorismo, la tortura, la censura, la represión... están bien si una democracia los lleva a cabo. Y son intolerables si los desarrollan estados no democráticos.

Lo terrible es que en un momento u otro todos somos víctimas de la nueva tecnología insidiosa que controla nuestras vidas, limita nuestras libertades, nos niega la elección y nos castiga cuando menos lo esperamos.

Henry Kamen es historiador británico. Su nueva obra, Inquisición, será publica en 2013 por Yale University Press.

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