La insolidaria Andalucía

La presidenta de la Junta de Andalucía ha decidido que no reconoce la soberanía de Catalunya. Era lo previsible en una personaja improvisada, incompetente e indocumentada como Susana Díaz, colocada a dedo por el califato andaluz del PSOE.

Su solución para el problema catalán consiste en: “Ir a un modelo de convivencia que permita diseñar un país atractivo para los próximos treinta años, y lo tenemos que hacer entre todos”. Se niega a que se produzca un diálogo bilateral entre Mas y Rajoy en el que se busquen soluciones particulares que “no respeten la igualdad de todos los ciudadanos” y nada de federalismo asimétrico “porque asimetría suena a desigualdad”. Esta señora no percibe, por lo visto, desigualdad entre que en Andalucía haya el 36% de parados y en Catalunya el 18% o que durante la crisis las exportaciones industriales de Catalunya crecieran el 8% y las de Andalucía, si las hubiere, nada. No somos iguales por más que se empeñen los buenistas y los interesados. Ni Dios ni Darwin nos ha hecho iguales, y por eso la invocación de la igualdad suena a señuelo para obtener dinero que no se gana.

El dinero para pagar ERE, peonadas y subsidios de paro a un tercio de la población andaluza ha de salir de algún sitio, y si no es de Europa, es de España, y en España sólo puede ser de la autonomía de Madrid, Catalunya, Valencia y Mallorca, que los vascos y navarros “no respetan la igualdad de todos los ciudadanos” para cobrar lo que no han trabajado y no les quieren mandar dinero.

Su propuesta de ir a un modelo de convivencia que permita diseñar un país atractivo para los próximos treinta años suena cínica dicha desde Andalucía. ¿Hemos de convivir treinta años más con una región que tiene un 36% de parados, en Cádiz un 47%? No, lo que debe hacerse es acabar con esta situación anómala de Andalucía que lleva décadas vendiendo sus votos al PSOE andaluz a cambio de subvenciones, ERE y falsos parados. Hasta la llegada del PSOE, en Andalucía eran los caciques quienes compraban el voto, desde 1982 son los socialistas los que compran el voto andaluz, pero la diferencia es que el cacique compraba votos con su dinero y el PSOE los compra con el dinero público que, por cierto, dijo una de esas ministras del PSOE, no es de nadie.

Quien debe arreglar este desaguisado es el Gobierno central de Madrid: eliminando los PER y ERE falsos, revisando los censos de inscritos al paro y controlando el dinero público que llega a Andalucía. Es chocante que con esos niveles de paro, los viveros de Almería los trabajen marroquíes y subsaharianos y que los aceituneros de Jaén no sean todos “altivos”, como los cantaba García Lorca, sino inmigrantes. El Gobierno de Madrid debe intervenir en Andalucía para acabar con estas anomalías basadas en el engaño.

La famosa deuda histórica ha caducado, bien amortizada, desde que en 1982, el felipismo subió al poder. No hay razón para seguirle regalando dinero a Andalucía, pero sí para invertirlo allí. Pero para invertir se necesitan empresarios emprendedores e innovadores, gente que quiera trabajar y crear puestos de trabajo. Carlos III hizo una importación de alemanes en Sierra Morena para cultivar fincas nuevas: no sé qué habría que importar para que en Andalucía se impulse la actividad económica y se reduzca el paro. Chinos, a lo mejor. No puede seguir esta situación insana en la que muchos están a gusto pero que es el gran desequilibrio estructural de España. Andalucía es el granero de votos socialistas, comprados con malas artes, pero que han decidido más de una vez las elecciones y el Gobierno de España, a favor del PSOE. Es el PP quien puede y debe fiscalizar la anómala situación; no con jueces sino con censo y estadísticas y control de paro.

Tras la retórica de igualdad y solidaridad de la señora Díaz se ocultan los ERE, PER y subsidios de paro fraudulentos. Para que ellos los reciban, otros los deben entregar. Catalunya representa el 21% del PIB español, pero recibe del Gobierno el 9% del presupuesto: la diferencia va a la solidaridad y la igualdad que Díaz reclama para ellos pero no ejerce con los demás. ¿Quién es más solidario, el que paga o el que lo gasta? ¿Quién es más socialista, el que da o el que toma? De joven fui admirador de Andalucía y su ideal vegetativo, como lo teorizó Ortega en un gran ensayo suyo, ahora ya no me hace ninguna gracia, menos aún Cádiz que, como son los más graciosos tienen un 47% de parados, supongo que para darles tiempo de componer chirigotas. Nadie más partidario que yo de una cultura dedicada al ocio, de repartir el trabajo para que todos trabajemos menos horas y de dejar el esfuerzo a las máquinas. Pero, igual que se deben repartir los tiempos, se deben repartir los espacios, y no es solidario que unas regiones se dediquen al ocio y otras al trabajo: han de ser todas iguales, como le gusta a la señora Díaz.

Luis Racionero, escritor.

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