La insoportable liviandad del IMC

Esta es la época del año en que muchas personas le tienen miedo a poner un pie en la balanza del baño. Pero, si bien todo ese festín de fin de año puede haber generado una mayor circunferencia, ¿qué significa en realidad tener más o menos peso corporal?

Durante mucho tiempo se utilizó el índice de masa corporal (IMC) en la epidemiología, la medicina y las ciencias alimenticias. Pero su valor está cada vez más cuestionado, especialmente en la investigación de la obesidad, donde las mediciones de la composición corporal están resultando mucho más relevantes.

El IMC se calcula dividiendo el peso corporal de una persona en kilos por su altura en metros al cuadrado (kg/m2). El índice, que en un principio recibió su nombre por el astrónomo, matemático y estadístico belga Adolphe Quetelet, que demostró en 1835 que el peso adulto normalmente aumenta en proporción a la altura al cuadrado, ofrece una medición del peso corporal, independientemente de la estatura, lo que nos permite comparar el peso de personas bajas y altas.

En 1972, un científico norteamericano, Ancel Keys, que trabajaba en el área de la alimentación humana, la salud pública y la epidemiología, lo renombró IMC después de descubrir que sus valores también eran correlativos a la masa de grasa corporal obtenida a partir de mediciones de los pliegues cutáneos o la densidad corporal.

Sin embargo, hallazgos recientes han arrojado dudas sobre el valor del IMC. Por ejemplo, si bien el IMC está asociado con la masa de grasa en la gente obesa, esa asociación es mínima o inexistente en el caso de individuos normales o de bajo peso. En cualquier medición de IMC, la masa de grasa varía mucho, y otras variables, como el género o la edad, distorsionan aún más los resultados, ya que se registran mayores incrementos en la masa de grasa por unidad de IMC en las mujeres y la gente mayor.

Si bien el IMC es una manera no científica de caracterizar la condición alimenticia de una persona, de todas maneras se usa como una medida de la masa de grasa corporal total en la práctica médica y los estudios epidemiológicos, sobre todo porque es fácil de calcular y documentar de manera regular en las historias clínicas personales. Por lo general, los médicos lo usan para categorizar a los pacientes como de "bajo peso" (un valor de IMC inferior a 18,5), de "peso normal" (entre 18,5 y 25), de "sobrepeso" (entre 25 y 30) u "obeso" (por encima de 30).

Esta categorización está determinada por datos obtenidos de la población general y en base a la presunción de que existe un mayor riesgo de enfermedades metabólicas o cardiovasculares en el extremo superior (y a veces el inferior) de la escala del IMC. Si bien estudios recientes sugieren que resultados altos del IMC no necesariamente aumentan el riesgo de muerte, los médicos encuentran que las categorías del IMC son una base útil para la prevención y el tratamiento.

Este uso, sin embargo, tiene serias limitaciones. Como el índice se calcula a partir de dos mediciones biológicas (peso y altura), el resultado que se obtiene no tiene ningún significado biológico en sí mismo. En consecuencia, los estudios de la genética de la obesidad que se basan en una relación entre ciertos marcadores genéticos y el IMC tampoco tienen sentido.

De hecho, el uso del IMC probablemente nos dificulte entender los efectos genéticos en el peso corporal. Esto es porque el peso corporal es la suma de nuestros órganos y tejidos corporales; y cada órgano o parte del cuerpo tiene su propia base regulatoria (y por ende parcialmente genética). Podemos entender mejor las masas de los órganos y los tejidos, por ejemplo, o las infiltraciones grasas en órganos individuales como el hígado y el páncreas, si nos concentramos en la naturaleza de cada componente del cuerpo, en lugar de basarnos en un resultado corporal general.

Por cierto, la regulación del peso corporal general está determinada por la suma de los resultados regulatorios específicos que afectan los componentes corporales individuales. Como los componentes corporales individuales están interrelacionados, el control del peso corporal parece producirse en las relaciones entre los tejidos y los órganos, en lugar de al interior de los componentes individuales.

Ajustar el peso por la altura al cuadrado probablemente también arroje un resultado diferente en el caso de diferentes órganos. Aunque muchos componentes corporales efectivamente se corresponden a la altura por una potencia cercana a dos, otros no. El cerebro, los huesos y la masa mineral se corresponden a la altura por una potencia superior a dos; mientras que la masa de grasa se corresponde a la altura por una potencia de 1,8 a 2,6, dependiendo de la población que se está estudiando y los métodos de medición que se utilizan.

En resumen, el peso corporal y la masa de grasa corporal tal vez no se correspondan con la altura por la misma potencia. Esta potencia puede variar según la población; y las personas bajas y altas con iguales resultados de IMC, de la misma población, pueden tener una composición corporal diferente.

Una mayor evidencia que respalda el uso de un análisis de la composición corporal, en lugar del IMC, surge de la heterogeneidad metabólica observada dentro de cada categoría del IMC. Por ejemplo, un subgrupo de personas de peso normal puede tener una masa de grasa subcutánea baja pero una masa de grasa visceral elevada ("delgados en el exterior y gordos en el interior"). A pesar de su IMC normal, los individuos metabólicamente obesos -que pueden constituir hasta el 24% de una población de peso normal- pueden ser resistentes a la insulina y sufrir mayores riesgos cardio-metabólicos. De la misma manera, aproximadamente la mitad de las personas con sobrepeso, y el 15-45% de las personas obesas, parecen tener un perfil metabólico favorable (es decir, ninguna complicación metabólica, inflamación, dislipidemia o hipertensión).

Con un IMC superior a 30, estas personas son catalogadas como "obesas metabólicamente saludables". Al igual que los pacientes obesos que sufren de riesgos cardio-metabólicos (los "obesos metabólicamente anormales"), tienen una masa de grasa visceral y subcutánea alta, aunque los pacientes obesos metabólicamente saludables a veces tienen una grasa corporal excesiva pero una baja infiltración grasa en el hígado y en el músculo esquelético.

Sin embargo, las diferencias entre los obesos metabólicamente saludables y los obesos metabólicamente anormales son inconsistentes. Y, aunque la edad, el sexo, la etnicidad, la circunferencia de cintura, la actividad física, el tabaquismo y el consumo de alcohol también están correlacionados con fenotipos metabólicos, el IMC no puede distinguir entre los dos grupos.

Sería injusto decir que el IMC no tiene ningún valor clínico; puede ser un indicador útil de una salud alimenticia en los pacientes, y ayudar a los médicos a tomar decisiones día a día respecto de a quiénes deberían tratar. Pero es necesario recurrir a mediciones de la composición corporal para cualquier estudio epidemiológico y etiológico de la obesidad.

Manfred J. Müller is Professor of Physiology at Christian-Albrechts University in Kiel, Germany,

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