La interacción física en época de coronavirus

Es inevitable hablar de la pandemia de covid-19 en estos días, hecho que afecta a todos los ámbitos de la sociedad y la economía. Está claro que el coronavirus se debe afrontar de manera científica, solo de esta forma entenderemos su comportamiento y podremos combatirlo. En esta situación es muy importante apoyar la medicina, las ciencias de la salud y la ciencia en general. La prevención, a través de la inmunológica y la virología, y los comportamientos estadísticos con ayuda de modelos matemáticos y sistemas de aprendizaje de la Inteligencia Artificial, son las claves del éxito.

Pero, llegando a esta situación donde la pandemia está desbordándonos, lo único eficaz es el aislamiento, la cuarentena, la no-interacción física entre personas. ¿Cómo aislar a los pacientes y al personal sanitario para garantizar la cuarentena? ¿Cómo repartir medicamentos y comida sin interaccionar con los usuarios? Está claro que la robótica inteligente es la única solución a muchas de estas, y otras, preguntas. Tienen movilidad, pueden manipular objetos y realizar tareas médicas. El software por sí solo no nos vale ahora, hace falta una fuerte interacción física entre humanos y robots que aíslen a las personas.

Numerosos ejemplos de esta interacción se han implementado recientemente en todo el mundo, la inmensa mayoría de manera experimental. China está usando robots de reparto en hospitales para minimizar el contacto humano-humano. La empresa Shenzhen Pudu Technology hace un reparto robotizado en las plantas del hospital de Hangzhou, al sureste de Shanghái. Transitando por los pasillos desiertos del hospital, lleva a los pacientes pedidos personalizados de comida, medicinas y pruebas médicas. Además, mantiene un diálogo natural con el paciente recordándole: “aquí está tu medicina, tómatela” ó “lávate las manos antes de comer”. Asimismo, las plataformas robóticas españolas de las empresas PAL Robotics y Robotnik también están listas para el reparto en hospitales.

La compañía CloudMinds ha enviado 14 robots para luchar contra la pandemia en el hospital de campaña instalado en el Hong Shan Sport Center de Wuhan. Nada más entrar al complejo son los robots quienes controlan el acceso tomándote la temperatura, verificando tu identidad y controlando si llevas puesto la mascarilla protectora, convirtiendo, de esta manera, el espacio en seguro y limpio; cómo dice su CEO Bill Huang: “los robots no se infectan y pueden trabajar 24/7, solo necesitan una limpieza al final de las tareas”. Un buen ejemplo de todo ello es el sistema de AiThermometer del IIT.

Para llevar a cabo labores de desinfección, se utilizan robots de la start-up irlandesa Akara Robotics que con sus sensores ultravioleta (UVC) desinfectan, no solamente a los robots, sino también las habitaciones de un hospital en Dublín. De una manera similar, los robots de la spin-off danesa UVD Robots, han demostrado desinfectar una habitación hospitalaria en 10 minutos con una eficacia mucho mayor que la humana eliminando las bacterias del virus sin exponer a los operarios. Su eficacia es tal, que China ha firmado un acuerdo con esta empresa para poder así instalar sus robots en 2.000 hospitales asiáticos.

Otro de los problemas importantes es la entrega de medicamentos y comida. La empresa japonesa Terra Drones ha conseguido la primera licencia urbana de vuelo para el traslado de las muestras de pacientes del hospital Xianchang al centro de control de infecciones, disminuyendo en un 50% el tiempo de transporte en relación con el tráfico rodado. Por otro lado, la empresa californiana Starship Technologies suministra robots autónomos para el reparto de pequeños paquetes por tierra para la población. Ya tienen contactos con las ciudades de Nueva York y San Francisco para la distribución robótica de la compra en los barrios más afectados.

Pero, también está la vigilancia de las ciudades y carreteras en dónde se están utilizando robots aéreos. Por ejemplo, la empresa MicroMultiCopter patrulla las ciudades chinas con más de 100 drones para que se cumplan las ordenanzas de la cuarentena. En España varias empresas ya han puesto a disposición de las autoridades su flota de drones para este tipo de vigilancia; por ejemplo, la policía municipal de Madrid está usando drones para pedir a la gente que cumpla con las normas de la cuarentena.

Otro aspecto, al que se presta menos atención, es el social. Miles de familias están confinadas y con ellos niños y ancianos. Las pantallas de los televisores y de los ordenadores pueden ser un buen entretenimiento, pero no se debería abusar de ello, se necesita también una buena interacción física social. Los robots, como Nao, Kaspar y Maggie, permiten realizar juegos (escondite, rayuela, jenga o twister) que permiten movimiento, desarrollo intelectual y social, y sensación de tacto. Al mismo tiempo, los niños y las niñas pueden entretenerse aprendiendo a programas los robots contribuyendo, de esta manera, a su formación STEM.

Se podrían citar otros ejemplos, pero lo que está claro es que en la situación actual hay que minimizar la interacción física, tarea que puede corresponder de manera exitosa a los robots inteligentes. Todos estamos sufriendo el confinamiento en nuestras casas y como investigador robótico puedo afirmar que el lema “yo me quedo en casa” se podría cambiar por “yo me quedo en casa con ayuda de los robots”.

Por último, me gustaría señalar que la ciencia necesita de un recorrido, no desarrollándose de un día para otro o de manera cortoplacista. Por ello, la inversión en ciencia debe empezar en épocas “de paz” para que pueda, así, ser útil en épocas difíciles como la que estamos atravesando. El mejor ejemplo es la central nuclear de Fukushima, en dónde varios robots fallaron y “murieron” dentro de la central. En España, igual que en otros países, seguimos con el patrón de acordarnos de la ciencia cuando ya no hay remedio, siendo por ello urgente aumentar la inversión en I+D y focalizar su desarrollo en tecnologías útiles a la sociedad. Nuestro país cuenta con un potencial en robótica inteligente, altamente demostrado tanto en universidades y centros de I+D como en empresas. Por todo ello, el apoyo de las administraciones y del sector privado debería ser constante para afrontar mejor los futuros desafíos de la sociedad.

Carlos Balaguer es catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid.

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