La investigación del cáncer de todos los días

Escribí mi primer artículo científico a los 17 años. Salió publicado en la revista Ciència que hacíamos en mi instituto, el Llor de Sant Boi de Llobregat, inspirados por un inquieto profesor de Química, Jordi Carvajal. La publicación fue premiada dos años seguidos por la Comissió Interdepartamental per la Recerca i la Innovació Tecnològica (CIRIT) por fomentar el espíritu científico entre la juventud, una excelente iniciativa de la Generalitat que se mantiene casi 25 años después. El artículo se titulaba El càncer. Lo he reencontrado en una visita a la vieja casa familiar, y me he dado cuenta de cómo ha cambiado el conocimiento de esta enfermedad, pero también de cuánto nos queda por hacer. Estas dos últimas décadas han visto la obtención de los primeros genomas completos de los tumores humanos y la aparición de fármacos específicos contra las mutaciones que contribuyen a su desarrollo. Hemos visto cómo la supervivencia del cáncer de mama pasaba de ser casi nula a incrementarse radicalmente. Los mismos logros hemos alcanzado con las leucemias infantiles. Pero no hemos conseguido mejorar significativamente el pronóstico del tumor de cerebro (glioma) o del cáncer de páncreas. Los adelantos han sido también claves en salud pública, como la vacuna contra la hepatitis B y ciertos tumores de hígado y los programas de detección precoz de cáncer de mama y cuello de útero.

Sí, ya sé que hablar de estadística es algo frío y que deberíamos hablar de cada caso en particular, de cada persona, de cada historia. Pero la mejora numérica es magnífica: si en 1945 curábamos solo un 5% de los tumores, ahora somos capaces de hacerlo en el 55% de los casos. Hemos dado la vuelta a la tortilla. No ha sido fruto del azar. Se debe a la investigación constante de médicos clínicos, cirujanos y radiólogos, biólogos, bioquímicos, farmacéuticos, químicos¿ Pero aún nos queda mucho por hacer. Muchísimo. Cada vez que sé de una historia que no termina bien, pienso que podríamos hacer más.

Nuestra población tiene más cáncer que generaciones anteriores, en buena parte porque vivimos más tiempo que otras olas demográficas que fueron heridas de muerte por otras afecciones, como las infecciones en la infancia. El precio de nuestra longevidad es tener más probabilidades de desarrollar un tumor (igual que una enfermedad cardiovascular o un trastorno degenerativo como el alzhéimer). La buena noticia es que no nos acostamos sanos y nos despertamos con un tumor grande y agresivo, sino que el proceso requiere meses para su desarrollo. Un tiempo precioso en el que podemos intervenir decididamente para interrumpir la caída de este dominó de células alteradas. En este sentido, debemos tener siempre presente que un pequeño tumor puede extirparse quirúrgicamente, y entonces las posibilidades de curación son muy altas.

El diagnóstico genético del cáncer hereditario nos plantea una cuestión más compleja que no entraré a discutir: el derecho del enfermo a saber y a decidir hasta dónde quiere recibir información. Los medios de comunicación, como altavoces de la sociedad, deben contribuir a dar a conocer los últimos adelantos en la investigación del cáncer y a hacer entender que una sociedad mejor informada es una sociedad más libre y con más capacidad de elección. Cuando leo en los periódicos o la web la frase «después de una larga enfermedad» me parece retroceder a la edad media. Tenemos que llamar a las cosas por su nombre: cáncer de páncreas, cáncer de pulmón, cáncer de próstata. Solo conociendo a nuestro enemigo podremos vencerlo. Las asociaciones de pacientes americanas contra determinados tumores, como la Susan G. Komen for the Cure (cáncer de mama) o la Lance Armstrong Foundation (cáncer de testículo) han hecho más por luchar contra estas formas tumorales que muchos programas de investigación pública. Aquí, el ejemplo de la Fundación Josep Carreras contra la leucemia es magnífico. No podremos vencer esta enfermedad si nos escondemos tras las trincheras de los seudónimos. El cáncer es una enfermedad como cualquier otra y si se destinan los suficientes recursos públicos y privados para investigarla puede ser detenida en una generación.

Muchas veces me preguntan cuándo llegará la curación del cáncer. Más de una vez suelo dar esta respuesta: «Yo sé cómo eliminar una tercera parte de los tumores del mundo». Entonces, al periodista se le abren las pupilas de los ojos para cerrarlas casi inmediatamente cuando añado: «Simplemente, la población debe dejar de fumar». El tabaco causa no solo el cáncer de pulmón (el 90% del mismo aparece en fumadores), sino que también origina el cáncer de cabeza y cuello y el de vejiga. Por eso las medidas restrictivas de su uso como las actualmente aprobadas son siempre bienvenidas. Es mejor prevenir una enfermedad que curarla. Un pequeño paso más en la lucha contra el cáncer, que requiere concienciación y apoyo social, financiero y político decidido. Pero de esto ya hablaré otro día.

Por Manel Esteller, médico. Institut d'Investigació Biomèdica de Bellvitge.

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