La izquierda invertebrada

Hay una percepción generalizada de que, en la orgía globalizadora, los poderes de los estados han sido dominados por los grandes grupos financieros y por esa fuerza oscura que llamamos mercados. De ahí ha nacido el sentimiento de que la democracia está contaminada por un marco económico profundamente injusto, que genera desigualdades cada vez más anchas entre ricos y pobres y, lo que es más grave, que deja a muchos millones fuera de los engranajes del trabajo. Los tira a las desoladas cunetas de la historia. En esta evidente dimisión de los políticos frente a los financieros está una de las razones de su desprestigio, porque el desprestigio de los políticos se ha multiplicado, y no solo aquí, entre nosotros, sino en toda Europa. Se les llega a considerar como un problema.

En una reciente entrevista con Carles Francino en la SER, Felipe González afirmaba: «Esta crisis no nace de la responsabilidad de los políticos, nace de la implosión de un sistema financiero global sin control que vendía productos contaminados y que ha arrastrado a las economías reales. No son los políticos los que quiebran Lehman Brothers, aunque tienen responsabilidad». Creo que sí, que los políticos son responsables del orden económico que se derivó de la desregulación de los mercados y de su privatización en una jungla sin leyes. El resultado fue el nacimiento de la economía dominada por los cisnes negros de la especulación. También creo, y esto lo consulté con varios lingüistas, que el término más adecuado no es el de implosión de un sistema financiero global, más bien fue la explosión de algunos de los más lujosos bungalós de ese sistema. La implosión es la acción de romper hacia adentro con estruendo las paredes de una cavidad, en este caso la del sistema financiero, destruyéndolo todo. No fue así la quiebra de Lehman Brothers y otros bancos de gran renombre. A algunos se los resucitó con respiración asistida, inyectándoles dinero en vena; no voló por los aires el sistema financiero, sino todo lo contrario: contra toda lógica, le dio más fuerza y hoy son los reyes del mambo en el paisaje de la economía.

He dicho que fue una explosión de ciertos bungalós bancarios que produjeron una dramática devastación en la economía real. Hubo declaraciones altisonantes como las de Sarkozy, afirmando que había que refundar el capitalismo sobre otras bases. No fue así, sino todo lo contrario. Las alegrías bancarías las están pagando las tristezas de los más débiles. He leído en varios medios que los directivos de las instituciones financieras habían aumentado sus retribuciones entre salarios y bonos en más de un 30% durante el último año. Pues bien, estos señores no sienten el menor rubor al pedir mayores ajustes salariales.

Nuestro país ha sido y está siendo una de las víctimas propiciatorias de los mercados, aunque hay que decir que también los responsables políticos y los gestores económicos han tenido una buena parte de culpa al propiciar, desde hace años, los monocultivos del cemento. Vivían en la fascinación de la Champions cuando ya estábamos en los subsuelos de la tercera división económica. Zapatero aceptó pagar -no le quedaba otro remedio- la factura de nuestro endeudamiento en los plazos que le marcaron, pero la está cobrando de los sectores más débiles y que menos culpa tuvieron en la crisis. Hay que pagar las deudas, por supuesto, pero el cuadro de los paganos podía elaborarse con otros criterios. La situación, con casi cinco millones de parados, es alarmante. Entre los jóvenes, algunos muy bien preparados, el paro supera el 40%. Creció la indignación y los indignados salieron a la calle, ocuparon plazas y manifestaron su descontento a través de los más diversos eslóganes. A la vista de su éxito y las simpatías que provocan, están indicando los pasos a dar, se hace camino al andar. Gritan que otro mundo es posible, piden unos políticos y unas políticas para impedir que una minoría de mercaderes sojuzgue a la mayoría de los ciudadanos. La asfixia económica impide respirar a la libertad. Nadie es libre sin dinero en un supermercado. La socialdemocracia, que durante un tiempo articuló la mayor libertad con el mayor porcentaje de justicia, se ha desvertebrado y desvertebrado a la izquierda. La culpa fue de algunos líderes progresistas, más entregados al lirismo de los radicalismos a lo Panella que a la construcción de una sociedad más justa y económicamente ordenada.

Estos días he leído que tanto en la izquierda francesa como en la alemana y la italiana, las tres con posibilidades de llegar al poder, hay una apuesta por recuperar las señas de identidad de la socialdemocracia. En su renuncia a la candidatura de primarias, Carme Chacón también habló de la recuperación de una identidad socialdemócrata. Recuperar la socialdemocracia perdida será una forma de vertebrar la izquierda invertebrada. No me cabe la menor duda de que Alfredo Pérez Rubalcaba es el mejor candidato posible dentro del PSOE: tiene capacidad para articular un proyecto de izquierda que se aleje de Zapatero sin las estridencias de la ruptura.

Alfonso S. Palomares, periodista.

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