¿La izquierda portuguesa es burra?

El autor de la frase «la izquierda es burra» es Fernando Henrique Cardoso (FHC), sociólogo de renombre internacional y presidente del Gobierno de Brasil entre 1995 y 2003. Se hizo famosa por el simplismo con el que descalificaba a los adversarios de las políticas neoliberales de su Gobierno. Curiosamente, estas políticas descalificaban todo lo que él había escrito como sociólogo, lo que le llevó a pronunciar otra frase que se hizo igualmente famosa: «Olviden todo lo que escribí».

Tuve ocasión de discutir con él el significado de la frase sobre la izquierda. Discrepaba de su sentido más obvio y me intrigaba su arrogancia. Para FHC, la frase tenía varios significados: la izquierda todavía no había entendido que el neoliberalismo era la única solución para la economía mundial y la mejor garantía contra las propagadas crisis del capitalismo; el principal líder de la izquierda, Luiz Inácio Lula da Silva, era un obrero ignorante sin preparación para gobernar el país; la izquierda estaba minada por el fraccionalismo y nunca se uniría —al contrario que la derecha— para asumir el poder. Trágicamente, para FHC y sus aliados la frase resultó ser errónea en todos sus significados, desde la elección de Lula hasta la crisis del por ahora difunto neoliberalismo (¿resucitará?).

La frase, sin embargo, quedó como uno de los fantasmas de la izquierda brasileña, como si esta tuviera que demostrar a cada momento que no era burra y como si la misma losa no pesara, por otras razones aunque con la misma justificación, sobre la derecha, finalmente la perdedora. Es sabido que los fantasmas, al igual que los espíritus, atraviesan tiempos y fronteras. De la misma manera que discrepé de la caracterización simplista de la izquierda brasileña, discreparía de ella si se aplica a la izquierda portuguesa. No obstante, ante las elecciones del domingo me pregunto si, a título preventivo y como duda metódica, no tiene sentido plantear la cuestión: ¿la izquierda portuguesa es burra? O mejor, en la cita del domingo, ¿quién acabará por ser menos burra: la izquierda o la derecha?
Al contrario que los confusionistas habituales, no tengo dudas de que hay izquierda y derecha. Tanto la una como la otra son plurales, están divididas en varios partidos y en varias tendencias dentro de cada partido. Si tomamos como referencia las últimas elecciones al Parlamento Europeo, y tal vez la mayoría de los actos electorales celebrados desde el 25 de abril de 1974, los portugueses votan mayoritariamente a la izquierda.

De algún modo, la idea de solidaridad social se ha superpuesto a la de darwinismo social; la idea de un Estado protector, a la de un Estado depredador; la idea del bien público, a la del interés privado. Y si es verdad que la izquierda gobernante ha frustrado consistentemente las expectativas que derivan de estas ideas, no es menos cierto que los portugueses se han empeñado en creer que esto no es una fatalidad ineludible y que la derecha no ofrece una alternativa excepto como último recurso.
De ahí que las frustraciones con la izquierda gobernante se hayan traducido menos en el crecimiento de la derecha que en el crecimiento de las opciones por la izquierda hasta ahora no gobernante, un fenómeno inédito en la Europa de hoy. A la luz de esto, a menos que los portugueses se sientan en una situación desesperada, podemos concluir que, si en las elecciones del domingo gana la derecha, la izquierda es más burra que la derecha.
En las condiciones portuguesas, la izquierda corre el riesgo de ser más burra que la derecha por dos razones principales. Por un lado, por confundirse con la derecha; por dividirse hasta el punto de no poder unirse en lo principal: impedir la elección de un nuevo Gobierno de derechas. Teniendo en cuenta lo dicho arriba, cuando la derecha trata de confundirse con la izquierda —lo que ha pasado con frecuencia— corre siempre menos riegos que cuando la izquierda se confunde con la derecha. Por otro lado, la derecha tiene una historia unitaria mucho más consistente que la izquierda.

Para que estos riesgos no se concreten, las izquierdas tienen que mostrar a los portugueses que el corazón de la esperanza sigue latiendo más fuerte que el corazón del desespero. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible. Y esto, que es válido para las elecciones legislativas, es igualmente válido para las elecciones municipales. En lo que respecta a estas últimas, el caso de Lisboa será paradigmático. Parece obvio que solo por desespero se puede votar al candidato de la derecha. A su vez, el candidato principal de la izquierda es uno de los políticos más brillantes de la nueva generación de líderes de izquierda, solo comparable al líder de la izquierda más innovadora de la última década. Si él saliera derrotado en los próximos comicios, obviamente la izquierda es burra. Espero vivamente que no sea el caso.

Boaventura De Sousa Santos, sociólogo y catedrático de la Facultad de Economía de la Universidad de Coimbra (Portugal). Traducción: Antoni Jesús Aguiló.