La izquierda y Catalunya

Javier Cercas se ha ido convirtiendo a golpe de acierto literario, que culminó en el magnífico Anatomía de un instante (2009), un relato sobre el frustrado golpe de Estado el 23-F de 1981, también en un analista político con gran capacidad de referencia para la izquierda española en general y la catalana en particular. En la actual diatriba sobre el PSC, se hace necesario recordar la pieza que escribió al respecto en el diario El País el 15 de enero del 2011 bajo el contundente título de “El fracaso de la izquierda en Cataluña”. Según nuestro autor la izquierda catalana habría entregado la hegemonía al nacionalismo “de tal manera que a veces se diría que en Catalunya no es posible no ser nacionalista: o se es nacionalista catalán o se es nacionalista español. También puede resumirse así: asombrosamente, en Catalunya es posible ser nacionalista y de izquierdas”. Cercas considera que se trata de dos “disparates complementarios” porque el nacionalismo es una “ideología reaccionaria, incompatible con los principios más elementales de la izquierda”. Yendo al fondo del asunto, el escritor define el reto de la izquierda de Catalunya: “Debe romper con su discurso tradicional construyendo a cambio un discurso que, antes que catalán o español, sea un discurso de izquierdas, un discurso capaz de enfrentarse sin ambigüedades a la hegemonía del discurso nacionalista”.

Y la verdad es que, depurando una cierta intensidad provocadora en esas afirmaciones taxativas, los hechos están dando la razón a Cercas. Porque el PSC –la genuina izquierda catalana– se sitúa como escribía el profesor De Carreras el pasado miércoles en estas páginas “en el terreno de nadie”. Efectivamente, con su apuesta federal –a la que el respetado sociólogo de la izquierda Ignacio Sotelo se adhiere pero no cree viable por el desafecto federalista del PP y de los nacionalistas– el PSC se sale del terreno de juego. De una parte, se remite ad calendas graecas a un improbable proceso constituyente federal. Y de otra, hace suyo el derecho a decidir, cobijándose así bajo el paraguas de la política estandarizada mayoritaria en Catalunya. Su gran tragedia es que ni su federalismo se considera creíble, ni su adhesión al derecho a decidir, sincera. Así, su comparecencia electoral el día 25 está abocada a un fracaso, sin que se comprendiese que, caso de que CiU no obtenga la mayoría absoluta, se convirtiera en la apoyatura del nacionalismo, ayudándole a recomponer los daños de su mal calculada cabalgada independentista.

Después de transcurridos muchos años desde la fase fundacional del autogobierno catalán, el PSC –con sus dos almas desequilibradas– ha ido anteponiendo los factores de identidad nacional de Catalunya sobre las connotaciones de sus criterios ideológicos. Si era entendible en aquel periodo histórico por la fusión de varios afluentes del catalanismo de izquierdas, la fosilización de su discurso –alternativo pero no superador en el ámbito identitario al de CiU como se demostró con los tripartitos con ERC e ICV–, le ha llevado a un fracaso ideológico. Los nacionalismos vasco y catalán son ambos burgueses, con modelos sociales que intentan la transversalidad en las clases medias centrales en Euskadi y Catalunya, con una pulsión confesional en los dos, y una gama de valores sociales de naturaleza liberal-conservadora. Pero todo ese acervo se supedita, tanto a la nación catalana y vasca (que ambas lo son en términos sociológicos y culturales, aunque sin el atributo de la soberanía residenciada en el conjunto de los ciudadanos españoles), como –antes o después– al logro de la estatalidad propia, muy por delante de la dogmática socialista que antepone valores bien diferentes.

No se pueden desconocer –ni socialistas ni conservadores pueden tampoco hacerlo– las aspiraciones de los catalanes pero, ¿son estas unívocas?, ¿se satisfacen irremisiblemente con la independencia de Catalunya?, ¿las colma un Estado propio?, ¿no es la Catalunya real, a la que se ha referido Carme Chacón, sometida a estrecheces y penurias, la que se ha persuadido de que la independencia es un remedio taumatúrgico para superar la crisis actuando esta como detonante de la marea soberanista, según la encuesta de este diario del pasado domingo? Sobre el análisis de estos interrogantes de carácter social e ideológico, hubiese sido posible ofrecer una réplica desde el PSC al planteamiento según el cual Catalunya, para mantener su identidad y resolver sus carencias socioeconómicas, debe, sí o sí, acometer un proceso secesionista. En la dialéctica entre el nacionalismo burgués y la izquierda social el PSC hubiese tenido discurso propio y mejores posibilidades electorales.

José Antonio Zarzalejos.

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