La Justicia que un día soñamos

La Justicia que un día soñamos

“Los días corren como caballos salvajes por las montañas”. Ese pensamiento inserto en algún verso de uno de mis Poetas favoritos es cierto, créanme. Recuerdo como si de la semana pasada se tratase a un joven Juez de negro cabello tomando posesión en su primer destino en tierras Extremeñas. Recuerdo aún muchas cosas. Ha transcurrido ya, bastante. Demasiado tiempo.

He de confesar, que cuando ingresé en la Carrera Judicial, no tenía ni la más remota idea de cómo y de qué manera funcionaba la misma. En mi familia, no hubo personas que se dedicasen al ámbito del Derecho y la Justicia. Dentro de mi ignorancia y de ideas preconcebidas, imaginaba a los Jueces como seres huraños, agrios, alejados del Mundo y sus veleidades. Estrictas máquinas frías de aplicar normas sin corazón. Eso evidentemente, chocaba con mi forma de ser. Con la manera de ser de una Juventud que comenzaba a asumir ya de manera mayoritaria puestos de calado. Hablamos de finales de los años ochenta y España se hallaba inmersa en una vorágine de cambios. Yo no hice oposiciones a Judicatura para ser una persona seria, de bigote, apartada de la sociedad. Yo entré, como entramos muchos en la Carrera Judicial, para tener un porvenir estable e intentar desde la responsabilidad, conseguir que la Justicia llegase a todos sin sobresaltos ni exabruptos. De manera sencilla. Acorde con los nuevos tiempos.

Nadie de nuestras promociones se planteaba la distinción entre mujer y hombre a efectos profesionales. Era afortunadamente, algo ya caduco, cosas de la prehistoria. Los Jueces éramos personas e íbamos a juzgar a personas. Cada ocasión en que dictábamos una Sentencia, nosotros también y en abstracto seríamos destinatarios de la misma. A mí en particular, siempre me ha servido mucho eso de "no hagas a los demás lo que no quieras que te hagan a ti y viceversa". Desde determinados sectores se nos criticó por esa rabiosa Juventud que portábamos, por esas ideas frescas y que sin embargo, no eran como más tarde se demostró, sinónimo ni de falta de preparación ni tampoco de madurez. El futuro de una Justicia, de un Poder Judicial mejor y más independiente nos esperaba.

Ha pasado ya mucho, mucho tiempo. Demasiado. Treinta años. En ocasiones, reflexiono sobre lo sucedido. ¿Qué se ha hecho mal? ¿Quiénes somos los culpables que exista en España un Poder Judicial subordinado a los otros dos? ¿Por qué la Carrera Judicial ha perdido Derechos estatutarios? ¿De dónde viene esa sensación ciudadana de ausencia de independencia? ¿Por qué una mayoría de Jueces, se consideran indignados, o peor aún desalentados y escépticos, apáticos y mecánicos en el sentido peyorativo del término? ¿Por qué aquel futuro esperanzador no salió a nuestro encuentro? Se me ocurren muchas cosas.

En realidad todos las sabemos, pese a que algunos políticos aún sigan negándolo de manera tozuda, acogiéndose a la piedra filosofal del voto cuatrienal. Puede decirse modificando la frase de Lord Acton que si el Poder Legislativo fagocita, el Ejecutivo fagocita absolutamente. De manera más popular y sin citas rebuscadas, la Justicia y los Jueces, importamos un pimiento a determinados sectores. Nunca en citas preelectorales se alude a esa Diosa de la balanza y a quienes la servimos. No da votos. Somos sólo la Sumisa Guardia Pretoriana de la estabilidad y la legalidad. Realmente ellos saben que somos responsables, discretos en nuestra función. Que no molestaremos. Que cada cuatro años seremos defensores de la ecuanimidad en las citas electorales y con eso casi basta. Se transmite a los ciudadanos una visión translúcida y desabrida de nuestro trabajo. Se nos agarra por un sueldo que aparenta suficiencia pero que esconde incompatibilidades y carencias. Se nos atormenta con prohibiciones. Se juega a las prebendas y cargos. Ha habido compañeros por unas y otras cuestiones recalaron en la inercia. Entraron en el juego. Sobrevivieron a la aparente mediocridad dándole más valor a lo ajeno que a lo suyo propio. El Consejo del Poder Judicial, ha sido sentido como algo ajeno. Distante. Se tiene la impresión que bastante de sus Vocales se han servido de él para fines personales. Son tantas y tantas causas. Tantos y tantos efectos, que aburren.

Cambiemos. Estamos en un marco diferente y no lo digo en estricto sentido político. Las Asociaciones han optado por una remodelación. La nuestra la Asociación de Jueces Francisco de Vitoria (AJFV) y perdón por la arrogancia, ha tenido claro desde el principio la solución, pero no la Voz. La sociedad comienza a saber el importante papel de la Judicatura en España. Comienza a saber que un Juez, no es una persona rica, adinerada y sumisa al Poder. La Sociedad, no quiere atisbos de dependencia partidista de los Magistrados. Los quiere libres. Sólo pedimos que nuestra función se dignifique. Que no seamos de segunda. Que no seamos veletas indirectas de cambios de viento. Que la Justicia sea un Poder más. Que elijamos a quienes nos representan.

No es difícil de comprenderlo, pese a que a algunos les cueste asimilarlo porque saben lo que se juegan. Que la Justicia no sea tardía. Que los españoles sientan con respeto y acaten el sistema judicial, sin menosprecio o ideas tendenciosas vertidas desde contornos interesados. Que los Jueces no seamos más, pero tampoco menos que los representantes de otros Poderes. Que los Jueces no nos dividamos en discordias estériles. En definitiva, que la Justicia sea lo que un día imaginó un joven ignorante e idealista ya de cabello gris, que lleva más de su media vida, en esta maravillosa, humana, complicada y hermosa función, que es la de Juzgar. Cambiemos. Lo contrario nos hundirá en la mediocridad y en el desaliento. Nos convertirá en un país más pobre en todos los sentidos y las buenas gentes no pueden desear eso.

Raimundo Prado Bernabéu es magistrado y portavoz nacional de la Asociación de Jueces Francisco de Vitoria.

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