Tiempos difíciles e inciertos como estos alientan el pesimismo. La inestabilidad está en aumento y vemos conflictos desarrollarse cada día en nuestras pantallas. La recuperación económica después de la COVID está resultando desigual e inequitativa: las mujeres y las personas más pobres son las menos beneficiadas por las últimas mejoras en los indicadores. Aunque para este año es posible esperar una ligera caída del promedio mundial de desempleo (de 5% en 2023 a un 4,9% proyectado), persisten deficiencias en la provisión de trabajo digno.
Por ejemplo, sólo el 45,6% de las mujeres en edad de trabajar (entre 15 y 64 años) tienen empleo formal,contra 69,2% en el caso de los hombres. En los países de altos ingresos, las mujeres todavía ganan, en promedio, 73 centavos por cada dólar que ganan los hombres; en los de ingresos bajos, la cifra cae a 44 centavos.
Al mismo tiempo, la crisis climática sigue haciendo estragos en el planeta y en las comunidades vulnerables. Los últimos doce meses han sido los más cálidos registrados; esto tiene importantes repercusiones sobre la vida, los medios de sustento y la salud de miles de millones de personas. El calor excesivo afecta a 2400 millones de personas (el 70% de la fuerza laboral mundial) y mata a unos 19 000 trabajadores cada año.
Además, sequías y otros factores provocan una creciente extensión del hambre y necesidades básicas insatisfechas. Resulta cada vez más visible que las recompensas del desarrollo han sido monopolizadas por unos pocos privilegiados. Y por si fuera poco, guerras y conflictos que ya se han cobrado las vidas de millones de inocentes se muestran cada vez más arraigados.
Pero no tiene por qué ser así. Es posible encarar el desarrollo, la acción climática y la gobernanza global con un enfoque mucho mejor centrado en la justicia social. Este principio es la clave de un mundo mejor y más equitativo y el hilo conductor de la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030 de Naciones Unidas. Pero se lo suele presentar en forma abstracta, en vez de como un objetivo de políticas concreto.
Eso debe cambiar. Hay que perseguir la justicia social con la misma urgencia y el mismo nivel de compromiso que una transición energética justa y un comercio internacional más equitativo. De hecho, son objetivos interdependientes, porque los avances en cada uno de ellos nos ayudarán a avanzar en los otros.
No tendremos justicia social sin proteger a los trabajadores y a las empresas de los efectos destructivos del cambio climático. No habrá un comercio internacional sostenible sin puestos de trabajo dignos en las fábricas y en las cadenas de suministro, con protecciones ocupacionales básicas y salarios vitales. No podremos garantizar la paz social si las personas no pueden mantenerse y mantener a sus familias con su trabajo. Tampoco puede haber prosperidad sin paz; y muchas guerras son resultado de la pobreza, del deterioro medioambiental y de otras manifestaciones de injusticia.
Pero para hacer avances en cualquiera de estas áreas, necesitamos políticas más firmes para la promoción de la igualdad, de los derechos y de la inclusión en los mercados de trabajo y en otros ámbitos de la vida. Esto implica acceso igualitario a empleo digno, provisión de atención de la salud y educación de alta calidad, capacitación y aprendizaje permanente y un entorno seguro y saludable.
Para convertir la demanda de justicia social en una realidad es necesario movilizar a todas las personas que creen en el poder de la colaboración, la cooperación, el diálogo social y el multilateralismo. Un ejemplo perfecto es la Coalición Mundial para la Justicia Social, que en junio celebró su foro inaugural en Ginebra. Ya hay más de 300 entidades unidas en esta iniciativa que reúne a gobiernos, asociaciones empresariales y de los trabajadores, organizaciones internacionales de la ONU y regionales, bancos de desarrollo regionales, empresas, ONG e instituciones académicas, convencidos de la necesidad de implementar políticas realmente inclusivas en todos los niveles de gobernanza (mundial, regional, nacional y local).
Estamos en una encrucijada histórica. El año próximo, la comunidad internacional tendrá una oportunidad de promover el objetivo de la justicia social cuando la ONU convoque a la Segunda Cumbre Mundial para el Desarrollo Social. El objetivo es ayudar a todos los países a alinear sus esfuerzos con los compromisos internacionales, incluidos aquellos que están consagrados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Líderes gubernamentales y de la sociedad civil tendrán una ocasión para trabajar en pos de poner mecanismos de protección social adecuados y universales al alcance de todos, y de proveer a todas las personas y comunidades las habilidades, la educación y el conocimiento que necesitan para hacer frente a grandes transiciones económicas y perturbaciones mundiales.
Estamos decididos a hacer nuestra parte y actuar como un vehículo del progreso a través de la Coalición Mundial para la Justicia Social, en la Cumbre Mundial y después, e invitamos a que nos acompañen. El futuro no tiene por qué ser como el presente; pero lo será si no adoptamos otro modo de pensar orientado a priorizar políticas que encarnen la búsqueda de la justicia social.
Gilbert F. Houngbo is Director-General of the International Labour Organization. Luiz Inácio Lula da Silva is President of Brazil.