La Justicia y su imagen

LA imagen, al constituirse en símbolo, depura y ejemplifica oculta, por mucho la realidad que trate que de representa. enmascararla. Nunca Esto la ellos el de es la verificable Justicia, en en su los más campos amplio más sentido. diversos, En torno entre a ella giran, como reconoce el cristianismo, la otras tres virtudes planza. Por cardinales: eso el buen la prudencia, juez, condición la fortaleza siempre y admira- la temble, misa es moral la síntesis del Derecho, encarnada supera de las así cuatro. al mito, La el virtud, que en pre- este caso de una identifica galería simbólica. el valor representado En ella encontramos por las viejas a Temis diosas (o alternativamente a sus hijas, Astrea y Diké), a quien la mitología griega representaba como mujer impasible con los ojos vendados y provista de balanza y cornucopia. Ella y Zeus fueron padres de las tres Parcas, hilanderas de nuestro oscuro destino.

Los romanos transformarían a Temis en Iustitia, con iguales signos, aunque no siempre vendada, y acompañada a veces de un león, expresión de la fuerza ejecutora que da sentido y plenitud a sus resoluciones.

En el Renacimiento, de entre todas las representaciones, es de gran belleza la alegoría de la Justicia que pintó en 1537 Lucas Cranach el Viejo. En ella se nos muestra desnuda, no vendada, con el pudor en el rostro, armada de espada y sosteniendo una frágil balanza. La mirada íntegra escudriña la realidad. La falta de venda que se la hurte no daña la imparcialidad de juicio, más bien al contrario fortalece la independencia al no necesitar guía o lazarillo que la conduzca. Desde nuestra perspectiva política, la Justicia, por emanar del pueblo que permanentemente la reclama, debe mirar de frente a la realidad social y ubicarse libremente en ella, único paisaje legítimo del juzgador. La venda debe caer definitivamente de sus ojos para que, evocando el famoso cartón de Goya, acabe el juego galante de «la gallina ciega». Sin venda, el joven del cucharón, cabe imaginar a un juez burlado, ocuparía en igualdad de condiciones su lugar en el corro. Frente al símbolo de la venda, tiene más sentido la metáfora del «Ojo de la Ley», que figura en relevantes decoraciones simbólicas y en signos de autoridad como el famoso collar de la Justicia que identifica al presidente del Tribunal Supremo.

Pero la imagen de la Justicia no se agota en esta iconografía clásica de fachadas, salas y despachos de Tribunales. También las sedes de los órganos judiciales configuran el rostro del tercer poder del Estado. Hoy suele rechazarse, como resabio antiguo, la expresión «Palacio de Justicia». Lo que importa, más allá del nombre, es que se mantenga la dignidad del espacio judicial. Como ejemplos de distintos tiempos, ahí están cercanas, ambas en Granada, la Sala de Juicios de la Alhambra y la Real Chancillería, actual sede del Tribunal Superior de Andalucía.

Hoy la imagen del poder judicial se confunde y deteriora en algunas de las nuevas «Ciudades de la Justicia», que por su arquitectura y ubicación tienen más de edificio industrial o frío búnker que de espacio acogedor para el justiciable. En igual medida importa que se garantice su funcionalidad, también su salubridad, pero sin confundir nunca un órgano jurisdiccional con una oficina administrativa ordinaria.

El espacio judicial debería concebirse como un lugar de encuentro de los ciudadanos y el Estado en el que cifran la garantía pronta y eficaz de sus derechos. Esa «móvil roca en medio del mar siempre agitado» de que hablaba Montero Ríos. Inmóvil, porque la solidez y estabilidad institucional del poder judicial es siempre fuente de confianza para juzgadores y justiciables. Así se confirma el valor de la Justicia como presupuesto irremplazable de la paz social, sin margen alguno para la agitación o el arbitrismo.

Claro José Fernández-Carnicero González, vocal del CGPJ

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