A finales de marzo, cuando aún no se había firmado ningún documento que bendijera el acuerdo entre PSE y PP para gobernar Euskadi durante los próximos cuatro años, Antonio Basagoiti, líder de los populares vascos, decía en una entrevista a EL MUNDO: «Tengo mis dudas de que Patxi López sea de fiar». La frase se las trae, porque no sólo fue inoportuna sino que, si hubiera sido interpretada con rigor, bien podría haber llegado a imposibilitar el acuerdo que se firmó días después. Requerir ahora rectificaciones ante las desvergüenzas gratuitas tampoco parece oportuno, pero el PP debiera rectificar muchas de sus actitudes puntuales y, sobre todo, debería de una vez por todas demostrar una lealtad real a lo que ha venido pregonando tras las elecciones.
El análisis de aquella entrevista resulta en muchos aspectos inquietante para quien, como yo, va a vivir la nueva realidad vasca en su vida cotidiana (como vasco que soy), y va a vivir y sufrir el funcionamiento y la actitud beligerante del PP en el Congreso de los Diputados (como diputado socialista) hacia el Gobierno. No obstante, comenzaré con la aclaración de que Basagoiti es una persona de trato cercano con quien el ejercicio de ciudadanía en las calles vascas puede estar garantizado y, además, ha cambiado muchas de las expresiones con que premiaba a los vascos su antecesora, realmente hirientes.
Pero la política es otra cosa, y el PP vasco no es el indicado para afirmar quién es y quién no es de fiar. Subrayo también esta otra afirmación de la misma entrevista: «Nosotros [el PP] vamos a ser leales, y espero que eso pueda durar toda la legislatura porque él [Patxi López] cumpla con su palabra». Muy bien, pero es descorazonadora la actitud avizorante que da a entender que su lealtad tiene más valor, porque contrasta con la referida duda sobre la fiabilidad de Patxi, y que por eso está vigilante y cauteloso ante lo que espera.
Los ciudadanos quieren seguridad, pero ésta no se logra si los que pactan o acuerdan la formación de un Gobierno lo hacen sembrando dudas respecto del otro. En el caso del PP vasco, además, las reticencias producen hilaridad, porque cabe recordar que en las últimas elecciones vascas, el PP perdió escaños y votos, y el acuerdo para facilitar la investidura de Patxi López como lehendakari sólo es posible porque el PSE subió nada menos que siete escaños; es decir, que los ciudadanos vascos tienen más confianza en López que en Basagoiti.
No es de recibo que el líder popular recalque tanto que su acuerdo responde a la figura de un «matrimonio de conveniencia» porque jamás ese tipo de casamientos ha sido consistente y duradero. Basagoiti decía, yendo muy lejos: «A Patxi López le interesa ser lehendakari, y a mí que las cosas cambien». No entiendo esa disquisición por la que, al parecer, las dos fuerzas firmantes del acuerdo obedecen a objetivos muy diferentes. Cuando, además, el PP no está dispuesto a responsabilizarse de un posible fracaso.Preguntado por los riesgos que comporta la alianza, habla de la oportunidad única de sustituir al PNV, al que tacha de lastre: «¿Que luego esa puerta se abre y Patxi no es capaz de cerrarla bien? Es un riesgo que existe». Vamos, que atribuye el posible éxito de la operación al PP, mientras que un posible fracaso será culpa de Patxi López.
Nada del PSE ni del PSOE pasa su criba, nadie aprueba. Ni Rubalcaba, del que sus decisiones en materia antiterrorista a él no le gustan «ni un pelo». Ni Zapatero, claro, que en su opinión no ha entendido al PP y se verá abocado a modificar sus actitudes: «Eramos apestados y ahora nos necesitan; aunque no sea por convicción, Zapatero va a tener que cambiar por obligación».
Tampoco dudaba en vilipendiar al PSOE para poner apósitos a los casos de corrupción en el PP: «La posición de mi partido debe ser de máxima dureza frente a los que han utilizado su nombre para enriquecerse, si los hay; nosotros no somos el PSOE de los 90, y esto no es en absoluto otro caso Filesa». Pues no, claro, porque no suelen ser copiados los planes ya fracasados, pero me temo que entonces no hubo, como hay hoy en el PP, espionajes descarados y cazas de brujas, ni caciques regionales hoscos y maleducados, ni extorsionadores de empresarios que compran trajes por docenas, aunque nada de esto deba suavizar las críticas que todas esas artes merecen, antes y ahora.
Para todo esto dio de sí la entrevista. Sus palabras estuvieron en línea con las que Soraya Saenz de Santamaría hacía en el periódico del mismo día, diciendo cosas como que «éste es el peor Gobierno que necesita un país en tiempo de crisis». En vano se empeña Soraya en evadir las interferencias que el pacto vasco pueda producir en beneficio del acuerdo en temas fundamentales del Congreso; tampoco la crispación estratégica del PP en Madrid va a influir en el desarrollo de la alianza vasca. Y todo porque el PP es, para ella, «el partido de la sensatez». Y bien, si tan sensato es el partido no sé por qué ha llegado a acuerdos con un futuro lehendakari que no le ofrece suficiente confianza, porque la sensatez es la cualidad de los hombres y mujeres prudentes.
El resumen no puede ser más descorazonador, precisamente cuando más rigor y lealtad se necesita. Es evidente que el PP está dispuesto a medrar a la sombra del PSE. Se me antoja necesario, casi imprescindible, que la dirección del PP vasco haga profesión de lealtad al nuevo Gobierno vasco. Desgraciadamente, a la vista de declaraciones así, tengo dudas de la lealtad que pregonan, porque la lealtad, para que sea verdadera y valiosa, tiene que ser anterior a la firma de los documentos.
Este acuerdo, con ser importante como garantía de futuro, es mucho menos valioso que al aval que constituyen la personalidad y el carácter del futuro lehendakari Patxi López, o los más de 120 años de existencia del PSOE, en los que ha ejercido el Gobierno o la oposición responsable, ha padecido el exilio, ha soportado intentonas golpistas e intentando hacer una sociedad más justa, más solidaria y más libre.
Bueno será que Basagoiti y sus compañeros copien del compromiso desinteresado que casi siempre hemos enarbolado los socialistas vascos y españoles. ¡Dios nos ampare!
Josu Montalbán, diputado socialista por Vizcaya.