La lección de Nepal

Sucede un desastre. Se promete ayuda bilateral. Empieza la espera. Es un patrón demasiado común y que lamentablemente se está repitiendo en Nepal. Más de una semana después de que murieran más de 7,000 personas y la capital Katmandú quedara destrozada después del terremoto y las réplicas, y a pesar de la movilización de cantidades enormes de ayuda de agencias internacionales, el ministro de finanzas del país no había recibido ninguna de las contribuciones prometidas por los países extranjeros.

En esas circunstancias, la ayuda en caso de desastres para la Nepal las consecuencias son doblemente devastadoras. Más de 1.7 millones de niños necesitan ayuda según UNICEF Australia. Más de 16,000 escuelas han sufrido daños, incluidas 5,000 que quedaron destruidas por completo. De las 500 en el distrito de Gorkha, uno de los más afectados, 450 están en ruinas o han sido abandonadas.

Las Naciones Unidas están haciendo lo que pueden. Según el coordinador local de la ONU, se han establecido rápidamente puentes aéreos para el suministro de materiales – como la conocida “Escuela en una caja” un paquete de materiales educativos que sirve para dar clases a hasta 40  niños, el paquete de recursos para el desarrollo del niño en la primera infancia y paquetes recreativos – para los niños y niñas desplazados. Mientras tanto, lo mejor que se puede esperar para los niños de Nepal es que se puedan obtener tiendas y refugios a fin de crear espacios acogedores para los niños.

Todo un sistema educativo está en riesgo. Las escuelas que no sufrieron daños se están utilizando para alojar a las personas que perdieron sus viviendas y se han requisado los autobuses escolares para transportar a las víctimas fuera de Katmandú. Mientras el número de muertos aumenta y comienza a apreciarse la dimensión plena de la tragedia, gran parte de los esfuerzos de asistencia están detenidos y no pueden avanzar hasta que lleguen los fondos prometidos, lo que podría tomar semanas o meses.

El mundo debe poner fin a esta parálisis. Las reservas de asistencia se están utilizando para solucionar las necesidades inmediatas – asistencia médica, alojamiento y alimentos – por lo que se desatiende la educación. En efecto, apenas una fracción de los presupuestos de ayuda humanitaria, aproximadamente el 1% se dedica a la educación. Mientras tanto, los presupuestos de largo plazo para el desarrollo se fijan años antes y no tienen la flexibilidad para responder a los desastre naturales o a los provocados por el hombre.

Es necesario establecer pronto un fondo para la educación en casos de emergencia, de modo que cuando suceda un desastre, los niños vulnerables no se vean obligados a esperar en la miseria y la inseguridad mientras los adultos reparten la asistencia.

Ese fondo ayudaría a aproximadamente el 50% de los niños que no van a la escuela en el mundo – aproximadamente 28 millones de niños y niñas – debido a conflictos, guerras civiles o emergencias humanitarias. Habría sido útil durante la epidemia de ébola, cuando un financiamiento adicional habría contribuido a reabrir escuelas rápidamente, en lugar de dejar a cinco millones de niños quedaran imposibilitados de continuar sus estudios. Podría dar oportunidades a los estudiantes en Irak y Palestina cuyas escuelas fueron destruidas y aún no ha sido posible reabrir así como al medio millón de niños sirios desplazados en Líbano a causa de cuatro años de conflictos.

En el caso de Nepal y otras regiones propensas a los desastres, el fondo podría y debería utilizarse para reforzar los planes de ayuda inmediata, mejorar las respuestas coordinadas y apoyar los esfuerzos de largo plazo para cerrar la brecha entre la ayuda humanitaria y la asistencia para el desarrollo, incluso con medidas preventivas como el acondicionamiento de escuelas. Los informes iniciales posteriores al desastre reciente indican que las escuelas que estaban acondicionadas como precaución contra los terremotos (con un costo promedio de 8,000 dólares) evitaron la mayor parte de los daños.

Nadie pide a los donantes que den prioridad a la educación sobre las respuestas inmediatas para salvar vidas, o que desvíen el financiamiento de otros esfuerzos de ayuda de emergencia.

Sin embargo, es esencial tomar conciencia de que, para los niños, las oportunidades educativas respaldan todas las intervenciones humanitarias y para el desarrollo. Las escuelas proporcionan más que los conocimientos que los niños necesitarán más adelante. También funcionan como vehículos para divulgar información sobre salud y seguridad que puede salvar vidas.

El niño refugiado promedio pasa más de diez años en el exilio. Ese niño no puede esperar a regresar a casa para recibir educación. Quizá la educación no proporcione apoyo humanitario del mismo modo que la atención de la salud, los alimentos o el alojamiento, pero los riesgos a que se enfrentan los niños que no están en la escuela durante las crisis – incluidos el trabajo, el matrimonio, el tráfico de personas y el reclutamiento militar – pueden ser tan sombríos como cualquier otro tipo de sufrimiento.

El 7 de julio, el gobierno de Noruega organizará una conferencia sobre la educación en Oslo. Los líderes y encargados de diseñar políticas reunidos deberían aprovechar la oportunidad para escuchar el llamado de organizaciones – como la Red Internacional para la Educación en Situaciones de Emergencia, el UNICEF y el ACNUR – para asegurar que ningún niño quede atrapado en la brecha entre la asistencia humanitaria y la asistencia para el desarrollo.

Las escuelas proporcionan a los estudiantes algo que ningún otro servicio o asistencia humanitaria puede ofrecer: la esperanza de volver a la normalidad y un futuro que valga la pena planear para cuando se vayan quienes dan la ayuda de emergencia.

Gordon Brown, former Prime Minister and Chancellor of the Exchequer of the United Kingdom, is United Nations Special Envoy for Global Education.

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