La lección para España de Standard and Poor's

El viernes, tras el cierre de Wall Street, la agencia lider de calificación, la americana Standard and Poor's (S&P), bajó la nota de la deuda de Estados Unidos. De la AAA a AA+ con perspectiva negativa, es decir, que puede recortarla hasta la AA de España. Es la primera vez que la deuda americana pierde la excelencia, y tendrá consecuencias.

John Chambers (presidente de S&P) ha declarado al Financial Times que la medida se debe tanto a las malas perspectivas fiscales de EEUU (el ratio de deuda sobre el PIB se acerca al 90%, cuando España está a algo más de 60%) como a la debilidad institucional mostrada en la negociación entre republicanos (incluido el ultraconservador Tea Party) y la Casa Blanca para elevar el techo de la deuda. Para S&P el catastrófico espectáculo (con final feliz al borde del abismo) muestra carencias del sistema político frente a la crisis.

Chambers me alarma. España es un pigmeo (al lado de Estados Unidos) y su clase política no da muestras de sentido común. El viernes 29 de julio, Zapatero adelantó las elecciones de marzo a noviembre para generar «certidumbre». Parecía que el debate se encauzaba y por eso en mis notas del domingo 31 di un notable a Zapatero, Rajoy y Artur Mas. Pero ha pasado todo lo contrario. Una semana de pánico en los mercados -que aconsejaría un mínimo de prudencia- solo ha servido para que Rajoy permita que sus lugartenientes se desmelenen acusando al Gobierno de arruinar España y reclamando un nuevo anticipo electoral. Y el democristiano Duran Lleida, normalmente ponderado, se une al pelotón del disparate. Corolorario: si Chambers se fija, nos volverán a bajar el rating. Con los mercados al límite de los nervios y en situación incómoda -gobierne quien gobierne- la bronca hace daño. Es legítimo que los políticos tengan hambre de poder. Vale. Pero deben saber que no estamos -el mundo, no solo España- muy lejos de 1929.

Lo sucedido esta semana sobrepasa en mucho a Zapatero (o a Rajoy) y se debe al miedo del mundo a una recaída en la recesión. Porque desde mayo del 2010 (incluso desde el otoño del 2009, cuando Elena Salgado anunció la subida del IVA con abucheo general de la derecha), España ha hecho sus deberes. El déficit público ha bajado de más del 11% del PIB en el 2009 al 9% en el 2010 y ahora cae más del 20% sobre los primeros siete meses del 2010. Y las reformas (pensiones, laboral y cajas de ahorros) han dado pasos adelante. Cierto que Zapatero ha hecho patosas declaraciones (en septiembre del 2010 dijo en Nueva York que la crisis de la deuda ya era el pasado), pero hoy España no es Grecia ni Irlanda o Portugal. Y esta semana el bono español se ha comportado mejor que el italiano. Hemos desplazado a Italia del liderazgo del pelotón de los torpes. La crisis es general. Ahí está la deuda belga, con un diferencial sobre el bono alemán superior a 2 puntos, e incluso la francesa, cuyo diferencial -0,90- se ha doblado. Y la economía española aguanta (el PIB creció a un ritmo anual del 0,8% y 0,7% en el primer y segundo trimestre). Y se ha vuelto a generar empleo (150.000) en abril-junio. No todo estacional, porque 38.000 de ellos son industriales.

El mundo sufre gran incertidumbre porque hay serios problemas en EEUU y en Europa. En América, la revisión a la baja del crecimiento del primer y segundo trimestre (0,4% y 1,2%) hace temer un retorno a la recesión. Con la política económica paralizada hasta las elecciones de noviembre del 2012 y con una Reserva Federal que ya ha gastado muchos cartuchos. El nobel Krugman grita -creo que con razón- que la política tenía que haber sido mucho más anticíclica y menos centrada en el déficit.

Y en Europa no es solo que la política (de Merkel y del BCE) haya sido más restrictiva. Es que el euro puede naufragar porque algunos países no admiten que una política económica solidaria y coordinada es indispensable en momentos de tempestad. El éxito de los acuerdos del 21 de julio es engañoso. La quita parcial de Grecia es ya un hecho que perturba los mercados, mientras que la mayor operatividad del Fondo Europeo de Estabilidad solo será una realidad (con el mismo dinero y si lo aprueban 17 parlamentos) dentro de meses. Y Trichet, vigilado por Alemania, primer accionista del BCE, no puede ser la Juana de Arco de la supranacionalidad.

La alarma sobre la nueva recesión americana y el futuro del euro sacuden fuerte, y las bolsas europeas han caído más de un 10% (la española no ha sido la peor) en una de las semanas más negras de los últimos años. Y Wall Street ha bajado solo un 7%, pese al buen dato del paro: 117.000 nuevos empleos en julio. En este contexto, afirmar que la solución es anticipar unas elecciones ya anticipadas solo hará pensar a las S&P que somos un país demasiado asilvestrado. Ahí está el aviso del viernes de The Economist a Rajoy.

Un país serio no puede ser caníbal con su presidente de Gobierno en un momento de crisis porque es tirar piedras sobre el propio tejado. Y las truculencias, a lo Celtiberia Show, de los González Pons no refuerzan nuestra solvencia y credibilidad.

Por Joan Tapia, periodista.

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