La lengua española en la babel de la globalización

Una vez más, con ocasión del reciente Congreso de la Lengua Española de Cádiz, han resonado las trompetas anunciando un futuro brillante para nuestra lengua. Sin embargo, no podemos dejar de recordar que el español se enfrenta a varios escenarios de incertidumbre, que podemos describir desde un punto de vista cuantitativo y cualitativo. Veamos los dos.

Es cierto que el español es una de las lenguas más habladas del mundo como idioma materno, probablemente la segunda tras el chino mandarín. Y sus hablantes están distribuidos en muchos países, de modo que es, además, la segunda o tercera lengua oficial tras el inglés y el árabe. Incluso es una de las más estudiadas como lengua extranjera (siempre por detrás del inglés), compitiendo claramente con el francés y por delante del italiano o el alemán. Finalmente, en internet el español ocupa una posición destacada, la tercera tras el inglés y el chino. Hay pues razones para estar satisfechos, aunque no, como veremos, para la complacencia.

La lengua española en la babel de la globalización
RAÚL ARIAS

Pues no basta con ver la fotografía: es imprescindible ver también la película, es decir, cuál es la dinámica de las diversas lenguas. Más aun en el momento actual, ya que la globalización ha venido a acentuar el contacto entre las culturas y las lenguas de la humanidad, que se solapan y compiten unas con otras. Además, la demografía debe ser tenida en cuenta, de modo que debemos intentar vislumbrar qué puede ocurrir con las lenguas en la actual babel que es la mundialización.

Los lingüistas estiman que hay cerca de 7.000 lenguas vivas, dejando aparte dialectos y pidgin. Dato que muestra la enorme diversidad previa al moderno proceso de homogeneización lingüística impuesta por los estados modernos, extendida a través de dinámicas coloniales. El resultado es una poderosa concentración de hablantes en muy pocas lenguas: la mitad de la población del mundo habla menos de 10 lenguas, mientras el 5% de los ciudadanos habla un total de 6.500 lenguas distintas, la mayoría condenadas a desaparecer, y la UNESCO cataloga casi 3.000 como «en peligro de desaparición». Hablamos, por tanto, de un gigantesco «mercado de lenguas» en competencia, en el que sobrevivirán las más «útiles» (término difícil de operacionalizar).

Pues bien, ¿cómo funciona el español en esa babel mundial? Para comenzar, es evidente que el futuro del español en el mundo es el futuro de Latinoamérica. Pero la demografía de Latinoamérica se está ralentizando, y se estima que la población de los 21 países hispanohablantes supondrá en 2070 aproximadamente la misma proporción de la población mundial que en 1950. Poco podemos esperar de América Latina.

El único país donde se puede esperar un incremento demográfico de los hispanohablantes es EEUU, históricamente un 'cementerio' de cientos de lenguas sepultadas por el inglés. Y, aunque el español parece contradecir ese pronóstico funesto, puede que sólo lo parezca.

Es cierto que el número de hispanohablantes estadounidenses se ha mantenido constante e incluso ha crecido, pero ello es el resultado de dos variables que son eso, variables. De una parte, el flujo constante de inmigración latina hacia ese país, que continúa, aunque ralentizado, y hoy llegan a EEUU más emigrantes asiáticos que latinos (en la última década, el 39,2% de los inmigrantes llegó de Latinoamérica, pero el 41% procedía de Asia). De otra parte -y según datos de Pew Research Center-, el porcentaje de padres que habla español a sus hijos se reduce al 49% en la tercera y sucesivas generaciones, más en un contexto -pensemos en la pasada presidencia de Donald Trump- en el que se ha estigmatizado el uso del español. Ello es debido a la progresiva separación entre la identidad cultural hispana y el uso del español. Como muestra de nuevo el Pew Research Center, el 71% de los hispanos cree que para serlo no es necesario hablar español, y entre los hispanos nacidos en EEUU ese porcentaje llega al 87%. Así, cuando decimos que en 2030 habrá en EEUU 75 millones de hispanos (o 111 millones en 2060), no se trata de hispanohablantes, sino de ciudadanos de origen latino. Sabemos que los periódicos, radios y televisiones en español están cerrando por falta de audiencia, como también lo hizo The New York Times. Y, si las entradas de emigrantes disminuyen, pero las salidas se mantienen o crecen, el resultado está cantado.

Eso no agota las amenazas, pues hay otra demografía que puede jugar una mala pasada al español: la africana. El crecimiento demográfico de África va a ser enorme, pasando de menos de 2.000 a más de 4.000 millones de habitantes (el 39% de la población del mundo). Ese enorme crecimiento puede alterar radicalmente la posición del español en el mercado de lenguas mundial. Y ello por dos razones.

La primera es la ausencia casi total de hispanohablantes en África, pues sólo Guinea Ecuatorial tiene allí al español como lengua oficial. Pero no únicamente la demografía lo que cuenta, también lo es los procesos de sustitución lingüística. Efectivamente, la mayoría de estos países son multilingües, con docenas, a veces incluso cientos de lenguas en conflicto. Las estimaciones hablan de hasta tres mil lenguas en África, una media de 40 por país. Sólo en Nigeria se cuentan más de 500. ¿Cómo organizar la comunicación en esos países? En ocasiones, las lenguas africanas más extendidas se asumen como lingua franca -así ocurre con el swahili, lingala o sango- pero otras veces es la lengua del antiguo país colonizador la que acaba jugando ese papel.

Un ejemplo: Angola. Tiene no menos de una docena de lenguas. La segunda lengua más usada por menos de una cuarta parte de los angoleños es el umbundu; el luvale es hablado por el 1%; el muhumbi, el kwanyama o el fiote son hablados por menos del 2% cada uno. No es sorprendente que el portugués, usado y entendido por un 70% de la población, sea la lingua franca de ese país. Si sumamos Mozambique, esa franja del África meridional tendrá a final de siglo más lusoparlantes que Brasil. Otro tanto ocurre en la República del Congo con el francés, hablado por el 56% de la población. Y son solo dos ejemplos. En resumen, tanto el francés como el inglés y, en menor medida, el portugués, pueden aumentar su base de hablantes de manera importante: casi 1.000 millones más tanto el francés como el inglés, y 250 millones más el portugués.

Francia es muy consciente de esta enorme oportunidad, y así Macron presentó la Estrategia Internacional para el Francés y el Multilingüismo un ambicioso proyecto al que destinará 350 millones de euros anuales. Y algo similar le ocurre al portugués, cuya demografía lo sitúa hoy -en la contabilidad del reciente Novo Atlas da Língua Portuguesa- como sexto idioma mundial, por debajo del hindi y por encima del bengalí. El PERTE del español es un paso en el buen camino, aunque parece concentrarse en problemas específicos (el procesamiento del lenguaje natural, la digitalización del Cervantes) y sigue sin establecerse una estrategia, multilateral y a largo plazo, para el español en esta babel ultracompetitiva de las lenguas mundiales.

Nos hemos extendido en el tema demográfico cuantitativo pues el cualitativo es mucho más conocido. El inglés es hoy tanto la lingua franca mundial como la lengua de la ciencia y de los negocios, y nada hace sospechar que podemos competir en esos campos. Cierto, el español tiene una larga y potente tradición cultural pero su presencia disminuye más que crece, como lo prueban las traducciones del español a otras lenguas, pasado el boom de la literatura latinoamericana. Y la situación en la ciencia en español es mucho peor.

España debe asumir su rol como potencia global en la producción cultural contemporánea en español, e integrar claramente ese objetivo en su política de poder suave. Y el español debe ser un idioma de conocimiento y de ciencia, y nuestros campus deberían ser destino de estudiantes de todo el mundo, en especial de los países de habla hispana, reforzando el español como lengua de conocimiento.

Tenemos una ventana de oportunidad para promocionar el español antes que pierda presencia tanto en EEUU como en el mundo en su conjunto. Debemos aprovecharla invirtiendo mucho más y, por supuesto, haciéndolo de la mano de los países hispanohablantes y, singularmente, de México, líder indiscutible de la hispanofonía en el mundo.

Emilio Lamo de Espinosa es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas. Ángel Badillo es investigador principal del Real Instituto Elcano.

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